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Los avances de Lula allanan el camino a la victoria de Dilma

La candidata oficial es la favorita para ganar las elecciones que celebra hoy Brasil. El Partido de los Trabajadores se beneficia del apoyo de zonas pobres donde se ha reducido la miseria

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Tras una intensa campaña marcada por la omnipresencia de un Luiz Inácio Lula da Silva con índices de aprobación en torno al 80%, su elegida, Dilma Rousseff, llega a la cita electoral de hoy en la que 135 millones de brasileños han sido llamados a las urnas para decidir el futuro del país más grande de América Latina con todo a su favor para resultar ganadora en primera vuelta.

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Nadie duda de que, en realidad, la de Dilma sería la tercera victoria de Lula. De hecho, toda la estrategia del Partido de los Trabajadores (PT) se ha basado en capitalizar la popularidad del presidente, basada en el éxito innegable de sus programas sociales.

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En ocho años, los pobres han pasado de representar el 38,7% al 25,3% de los 190 millones de brasileños y la pobreza extrema ha caído a la mitad, del 17,4% al 8,8%.

La población con menos recursos ha visto aumentar sus ingresos más rápidamente que las clases altas, y esa movilidad social ascendente ha creado una nueva clase media popular la llamada clase C que ya supone un 50,5% de la población: unos 95 millones de nuevos consumidores que por primera vez compran coches, neveras u ordenadores.

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Unos 95 millones de consumidores forman una nueva clase media popular

Estos avances, según los expertos, se deben a partes iguales al crecimiento económico sostenido en los últimos años y a las políticas asistencialistas.

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Los programas de transferencia de renta alcanzan hoy al 21,6% de las familias brasileñas, unos 12 millones de hogares, y suponen un gasto medio estimado de 12.000 millones de reales (más de 5.000 millones de euros) al año. Las ayudas de Bolsa Familia, que rondan los 40 dólares mensuales, se concentran en la región nordeste: en el estado de Pernambuco, por ejemplo, una familia de cada tres recibe la Bolsa Familia.

"Ha habido una distribución de renta, ha subido el salario mínimo, se ha hecho una importante inversión en educación y el Programa de Aceleración del Crecimiento ha llevado a una mejora de las infraestructuras", resume la politóloga Maria do Socorro Sousa Braga. Algunas cuestiones, como la sanidad y la reforma de la jubilación, "se han dejado para más adelante", añade.

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No sorprende, entonces, que el voto petista se concentre en las regiones menos favorecidas, donde la población percibe una notoria mejoría de sus condiciones de vida. Cuanto más pobre es una región, mayor el apoyo a Dilma.

Por su parte, los tucanos, como se denomina a los partidarios del Partido de la Social Democracia Brasileña de José Serra, y los verdes de Marina Silva se disputan el voto de las clases medias y altas, pero, hasta el momento, no han conseguido quebrar la preferencia de las clases bajas por la elegida de Lula. Lo decía el presidente el pasado jueves, en su último espacio televisivo gratuito: "A Dilma, como a mí, le gustan los pobres". Al más puro estilo Lula: directo y conciso.

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"A Dilma, como a mí, le gustan los pobres", dijo Lula en un anuncio

Sabedor del enorme tirón de Lula entre las clases populares, Serra basó su estrategia en una escalada de promesas, como aumentar el salario mínimo hasta 600 reales (unos 255 euros) actualmente no llega a 500, incrementar las pensiones un 10% o duplicar los montantes de la Bolsa Familia y dar una 13ª mensualidad.

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Sin embargo, Serra no supo colocar en la campaña la idea de que fue el tucano Fernando Henrique Cardoso, predecesor de Lula, quien instaló las bases de esos programas, que Lula se encargó de ampliar y consolidar.

Lula deja como herencia profundas mejoras sociales, pero Brasil continúa encarando enormes desafíos. Al tiempo que camina hacia su consolidación como potencia global y destino privilegiado para las inversiones, Brasil sigue arrastrando una sociedad dual. Ahí está el otro Brasil: el de los 40 millones de habitantes de favelas y los 20 millones de campesinos sin tierra. Algo falla en un país donde un 72% de los hogares posee un aparato de DVD mientras apenas el 60% cuenta con un sistema de saneamiento de agua.

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Los críticos de Lula le acusan de no haber atacado la raíz de los problemas. El Gobierno petista ha conseguido grandes avances en la escolarización, pero las deficiencias de la enseñanza pública siguen marcando el abismo social entre quienes pueden o no pagarse una educación privada.

Lula terminará su segundo mandato con varias asignaturas pendientes: la prometida reforma agraria, la desconcentración regional de la riqueza y los cambios en un sistema tributario que penaliza a los pobres, en un país con niveles de carga impositiva similares a los de la Europa del bienestar.

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Los movimientos sociales apoyan mayoritariamente a Dilma, por aquello del "mal menor", pero no tienen muchas esperanzas de que ella impulse cambios estructurales que ataquen los intereses de las oligarquías.

Maria Socorro Sousa. Politóloga, Universidad São Carlos

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¿Habrá segunda vuelta?
Dilma ha enfrentado dificultades, como la polémica sobre el aborto y los casos de
corrupción, pero se han ido apagando los incendios. Incluso la empresa de sondeos Datafolha, tradicionalmente afín al PSDB, la da como vencedora. Si no hay grandes inconvenientes de última hora, Dilma lo tiene todo para ganar en primera vuelta.

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