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Barak Obama: aprovechar la energía del momento

El que menos experiencia en política tiene puede dar la sorpresa y convertirse en candidato demócrata a la presidencia de EEUU

ISABEL PIQUER

Marilyn y Duncan Piper se enteraron durante su boda de que Barack Obama estaría hablando en una iglesia vecina. Terminaron la comida y, trajeados y felices, fueron a pasar sus primeras horas de casados en el mitin que el candidato celebró un domingo por la tarde en la pequeña localidad de Indianola, en Iowa.

El smoking y el largo escote color crema contrastaban con los abrigos y las bufandas, pero los Piper se quedaron más de una hora alternando besuqueos y política.

'Teníamos tanta curiosidad por verle que no pudimos resistir. Esta es la mejor forma de empezar un matrimonio', repetía Marilyn a los periodistas. Ese entusiasmo es sin duda uno de los factores que el pasado jueves otorgó a Obama la victoria en los caucus de Iowa.

Es su mejor baza, por no decir la única. A sus 46 años es el que menos experiencia tiene entre los tres principales contendientes de su partido. Senador local en Chicago de 1997 a 2003, sólo llevaba dos años en el Senado de Washington cuando en febrero de 2007 anunció su candidatura, ante el edificio del viejo capitolio de Springfield (Illinois).

En aquel momento parecía una idea simpática pero escasamente realista. Obama había impresionado al Partido Demócrata en sus 17 minutos de brillante discurso en la convención de 2004. Pero de ahí a presentarse contra Hillary Clinton, había que echarle mucha imaginación. 'Voy a ser tan convincente, que al final del mitin, los indecisos de esta sala, verán la luz y pensarán: este Obama es mi hombre', bromeaba el candidato en Indianola. Y así fue.

El hombre del cambio

Obama ha apostado por una clara estrategia: presentarse como el hombre del cambio, el líder generacional que encauzará las energías de los demócratas frustrados por las derrotas de 2000 y 2004, los jóvenes que han pasado una tercera parte de sus vidas bajo las dos presidencias de Bush y los conservadores moderados, decepcionados por el radicalismo republicano, sobre todo en la guerra de Irak.

Como en todas las elecciones, las de EEUU y las otras, las victorias se ganan convenciendo a la franja más fluctuante de votantes. Los independientes han sido clave en Iowa, lo serán aún más en New Hampshire. Y Obama de momento sabe seducirlos.

En un cierto equilibrio esquizofrénico, ha conseguido trascender la barrera racial, mantener un color neutral y presentarse, gracias a su mezcla personal, como un símbolo de consenso.

'Soy hijo de una madre de Kansas (Ann Dunham) y un padre de Kenia (Barack Obama senior) que me abandonó cuando tenía dos años. He crecido en un hogar humilde y aquí estoy. Esto sólo puede pasar en Estados Unidos', repite en sus mítines.

En su libro de reflexiones personales, Dreams about my father, Obama reconoce haber luchado con la idea de este padre ausente y las dudas sobre su identidad racial, recurriendo incluso a las drogas (marihuana y cocaína) para 'quitarme de encima las preguntas sobre quien era'.

Críado en Hawai, donde vivían sus abuelos (nació en Honolulu el 4 de agosto de 1961), e Indonesia, donde le llevó su padrastro, Obama no ha conocido la segregación racial en EEUU. Es más, ha seguido todos los cauces de las élites blancas: colegio privado en Honolulu, la Universidad de Columbia y luego la facultad de Derecho de Harvard, donde fue el primer director negro de su prestigiosa revista de leyes.

El reverendo Jesse Jackson, amigo personal, a veces le ha reprochado 'actuar como un blanco'. De hecho, perdió el voto negro cuando en 1999 se presentó a congresista en un distrito marginal de Chicago. Algo parecido le pasó en Carolina del Sur hasta que los demócratas blancos empezaron a apoyarle.

Evoca a Martin Luther King

Obama evoca a Martin Luther King aunque sólo para mencionar su concepto de la 'urgencia del ahora'. Consigue más aplausos cuando recuerda que George Bush 'no estará en las papeletas para 2009'.

De sus años de abogado pro derechos civiles en Chicago, a principios de los noventa, le ha quedado un deje militante que ha encandilado al ala más progresista de los demócratas y marca muchas de sus entonaciones.

Y cuando le reprochan su falta de experiencia, contesta, como lo hizo en la iglesia de Indianola, ante 300 personas una tarde de domingo de hace una semana: 'No es necesario saber jugar el juego de Washington, es necesario cambiarlo. No son palabras mías, sino las del gobernador del pequeño estado de Arkansas, Bill Clinton. Tenía razón entonces y la sigue teniendo ahora'.

Michelle, el pilar del candidato huérfano 

'Y ahora quiero presentaros al amor de mi vida, al pilar de la familia Obama, mi mujer Michelle'. Estilizada y elegante, Michelle Robinson (17 de enero de 1964) es una figura omnipresente en la campaña.

Obama la conoció cuando, estudiando en Harvard, hizo unas prácticas en un prestigioso bufete de abogados de Chicago. Se casaron en 1992. Es la familia del candidato. Sus padres han muerto. Su madre en 1995, de cáncer. Y su padre, al que no volvió a ver después de cumplir diez años, en Kenia, en un accidente de coche en 1982. Tienen dos hijas, Malia de 9 años, y Sasha, de 6, que, pese a su corta edad, les acompañan en toda su gira electoral.

En un país donde la imagen personal es tan o más importante que la pública, la familia Obama tiene la fotogenia ideal para figurar en las postales de Navidad de la Casa Blanca.

El candidato ha usado y abusado de ello, haciendo de los suyos, uno de sus argumentos de campaña para mostrar que, pese a haber tenido una infancia peculiar en la primera nación musulmana del mundo, Indonesia, y llamarse Barack Hussein, es un buen cristiano que sigue respondiendo al modelo tradicional.  

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