Este artículo se publicó hace 14 años.
Los británicos empiezan a dudar de Cameron
Los británicos no están convencidos de que la terapia de choque que prometen los tories sea la forma de salir de la crisis
David Cameron cree estar cerca de dar a los tories su primera victoria electoral desde 1997. Eso no quiere decir que no tenga enemigos entre los conservadores. "Si el Partido Conservador fuera un frigorífico, toda tu comida se estropearía. Si fuera tu asesor fiscal, te dejaría en la ruina. El gran misterio de Gran Bretaña es que el Partido Conservador continúe atrayendo el apoyo leal de millones de personas".
Lo dice Peter Hitchens, uno de los columnistas más influyentes de la derecha. Los esfuerzos de Cameron por modernizar el partido le han acarreado frecuentes ataques desde el sector más tradicionalista. Algunas firmas del Daily Telegraph, el más leído entre los votantes tories, no esconden su poca estima hacia Cameron y sus asesores. A George Osborne, futuro ministro de Hacienda de un Gobierno tory, Simon Heffner le llama "Little George" (el pequeño George).
Los conservadores anuncian que su prioridad será recortar el déficit
Hace unos meses, esa desconfianza era irrelevante. Los sondeos decían que los conservadores caminaban confiados hacia una victoria de proporciones históricas. Gordon Brown era un cadáver político y su destino parecía sellado.
Mientras los dirigentes laboristas no cesaban de conspirar contra el primer ministro, Cameron tenía controlados a los dinosaurios de su partido. Había hecho las promesas necesarias a los euroescépticos y ordenado que sus europarlamentarios abandonaran el grupo del Partido Popular Europeo. No le importó dejar tirados a Sarkozy y Merkel.
"Les necesitamos"Los sondeos revelan una gran recuperación del voto a los laboristas
El presidente francés estuvo ayer en Londres y dejó claro que su relación personal con Brown es excelente. "Sigo convencido de que la posición de nuestros amigos británicos debe estar en el corazón de Europa. Les necesitamos", dijo Sarkozy. Luego se reunió con Cameron en un encuentro de dos conservadores que tienen ideas contrapuestas sobre el futuro de la UE.
Con el viento a favor, Cameron no iba a dejar que el tema de Europa destruyera al partido, como ocurrió en los años 90. Su mensaje de cambio parecía haberle garantizado la victoria hasta que el viento comenzó a soplar en dirección contraria. Las ventajas de hasta 15 puntos en los sondeos desaparecieron. En diciembre ya eran de sólo un dígito y continuaron bajando.
La encuesta diaria que hace YouGov para The Sun da a Cameron una ventaja de sólo tres puntos sobre Brown (37%-34%). Otras encuestas, como las publicadas por The Guardian, oscilan entre cinco y siete puntos a favor de Cameron.
La carrera ha vuelto a comenzar. "Nos enfrentamos a un primer ministro inútil al que todo el mundo desprecia, incluido su propio Gobierno. Y sin embargo, vuelve a tener opciones. Hay que esforzarse para conseguir algo así", ha explicado un alto cargo tory a The Guardian.
La perplejidad de los conservadores se debe a que no han sabido medir la preocupación de los votantes por la crisis. En otoño, Cameron y Osborne tenían tan claro que la victoria era suya que anunciaron un espectacular recorte del gasto público con el que reducir el déficit presupuestario.
"En los casos más extremos, los países que pierden la confianza de los mercados se arriesgan a perder su soberanía", dijo Osborne. La terapia de choque no fue mal recibida al principio, pero los sondeos revelan que los votantes temen ahora lo que puedan hacer los tories si llegan al número 10 de Downing Street.
Eso ha abierto un flanco en la fortaleza conservadora que Brown ha aprovechado para golpear con su ariete: "El Partido Conservador siempre se opuso a los estímulos fiscales (para salir de la recesión). Ahora quieren cortar el apoyo que damos a los empleos, las familias y las empresas". La clave es "empleos, empleos y empleos" , insiste.
Lo ha repetido en infinidad de ocasiones pero Brown, de 59 años, es de los que creen que el mensaje empieza a calar en la gente en el momento en que los periodistas están ya aburridos de escucharlo.
Cameron ha prometido que la sanidad quedará libre del recorte de gastos. Los que recuerdan en qué estado se encontraba antes de la llegada de Tony Blair al poder en 1997 no lo tienen tan claro. Por eso, los laboristas han recuperado posiciones en sus antiguos feudos de Escocia y el norte de Inglaterra, donde la gente no ha olvidado lo que Brown llama "la vieja política económica conservadora de los 80".
Los tories no quieren poner nerviosos a la City y los bancos. Sitúan la reducción del déficit como la primera de sus prioridades. Al ritmo actual, "el déficit presupuestario llegará al 12,8% del PIB", ha dicho Jonathan Loynes, de Capital Economics, "justo por encima del 12,7% de Grecia en 2009". Y la palabra Grecia no goza de muy buena reputación en la City.
Votantes recelososLa opinión pública, indignada por el dinero público utilizado en el rescate de los bancos, no ve con buenos ojos el estrecho matrimonio tory con el mundo del dinero. En realidad, nunca antes los británicos habían tenido tan poca fe en los políticos, como se pudo comprobar tras el escándalo de los gastos de los parlamentarios. Y nadie sabe cómo esta apatía y recelo influirán en la asistencia a las urnas y el resultado de la cita electoral, que aún no tiene fecha pero que será probablemente el 6 de mayo.
La bandera del cambio ya no luce tanto como cuando la izaba Blair. Pero Cameron, de 43 años, sabe que es su gran aval: "Este es un Partido Conservador que ofrece un cambio radical. No hay vuelta atrás. Estas elecciones son sobre el cambio y ofreceremos cambio".
La incertidumbre es tal que los primeros debates televisados que se celebran en una campaña británica han pasado de ser una curiosidad a convertirse en el asalto final que puede decidirlo todo. ¿Quién ganará? ¿El niño bonito de Eton sin experiencia o el adusto escocés de carácter intratable?¿El que promete el cambio o el que ofrece salir paso a paso de la crisis? Aún es pronto para apostar todo el dinero por uno de los dos.
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