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Se busca heredero de 80 años

La enfermedad del rey Abdalá abre la lucha dinástica entre los ancianos aspirantes al trono

GUILLAUME FOURMONT

Desde que falleció, hace ya más de medio siglo, Abdelaziz ibn Saud, la pregunta es siempre la misma en Arabia Saudí: ¿hasta cuándo se sucederán en el trono los hijos el más joven tiene 67 años del fundador de un reino cuya población tiene en su mayoría menos de 20 años? El viaje a EEUU, el 22 de noviembre, del actual rey, Abdalá bin Abdelaziz al Saud, para seguir un tratamiento médico despertó los temores de un vacío de poder en la primera potencia petrolera del mundo. El rey tiene 87 años y el heredero, Sultán, 86. Ambos están muy enfermos.

Arabia Saudí no es una monarquía absoluta, sino una oligarquía, cuyos miembros, por defender sus intereses, temen los cambios. Por eso, para Pascal Ménoret, profesor en la Universidad de Harvard y autor de Arabia Saudí. El reino de las ficciones, 'no puede haber un vacío de poder'. Más allá de las fricciones entre los hermanos que aspiran al trono, lo importante es la unidad de una familia que fundó y dio su nombre al país en 1932. Pero ¿hasta cuándo durará esta gerontocracia?

La sucesión es un tema tabú: un profesor fue detenido por escribir un artículo sobre ello

La ley saudí establece que pueden reinar los hijos o los nietos del fundador Abdelaziz; un Comité de Familia, creado en 2007 y formado por 35 príncipes, nombra 'al mejor'. 'Los últimos hijos de Abdelaziz nacieron en los años cuarenta, no hay entonces urgencia biológica para pasar a la siguiente generación. Pero si lo hacen, los príncipes más influyentes todos mayores seguirán ejerciendo una importante influencia en la gestión de los asuntos políticos. Y el país seguirá siendo una gerontocracia, aunque un nieto de Abdelaziz se convierta en rey', analiza Ménoret.

Eugene L. Rogan, director de The Middle East Centre de la Universidad de Oxford, tiene alguna idea de un posible rey, que no es el actual heredero: el muy conservador Nayef Ibn Abdul Aziz Al-Saud, ministro del Interior. 'Es considerado como alguien que quiere desmontar la labor de Abdalá, aunque es muy difícil saber lo que pasará', dice el investigador. Es uno de los mayores problemas de Arabia Saudí: la falta de transparencia de una de las más férreas dictaduras del mundo, según las organizaciones internacionales de derechos humanos.

A pesar de algunas reformas tomadas bajo presión de Washington y la creación de centros de estudios para investigadores extranjeros, el reino sigue siendo un misterio para muchos analistas. Además, el tema de la sucesión real es delicado: el profesor de derecho saudí Mohamed Al Abdelkarim fue detenido el 7 de diciembre tras publicar en la prensa un artículo sobre las luchas de poder entre los príncipes.

«La política es el monopolio de los príncipes influyentes», dice un analista

Rogan y Al Abdelkarim hacen referencia a una historia de clanes que divide el poder del país sobre todo desde el reinado de Fahd (1982-2005), hijo de la princesa Hasa Bint Al Sudeyri. Antes de su muerte, sus hermanos Sultán, Nayef y Salmán tenían tanta o más influencia que el entonces heredero y hermanastro, hijo de una beduina, Abdalá. Cuando este llegó al poder, tuvo que pactar con el llamado clan de los Sudeyri para que las divisiones no pusieran en peligro al reino. 'La política es el monopolio de los príncipes influyentes de la familia real. Hasta los religiosos están marginados', apunta Ménoret.

Nayef, ministro del Interior desde 1975 un mandato normal en Arabia Saudí y cuyo hijo es embajador en España, es considerado la mano dura del régimen y la voz en el Gobierno de los imanes más conservadores. Nayef era un aliado de los talibanes cuando aterrorizaban Afganistán (1996-2001), aunque al mismo tiempo gran amigo de las administraciones Bush (padre e hijo). Su nombre suena entre los serios candidatos desde que el rey Abdalá le nombró, en marzo de 2009, viceprimer ministro segundo.

Mientras Ménoret certifica que los mayores seguirán en el poder, el director del Centro de Estudios del Golfo de Dubai, el saudí Abdelaziz Al Sager, considera que 'la segunda generación ya está de facto gobernando'. He aquí nombres importantes: Saud Al Faysal, ministro de Asuntos Exteriores e hijo del rey asesinado en 1975 y recordado por su política crítica con EEUU e Israel; Abdelaziz bin Fahd, un alto cargo del Gobierno, y por supuesto los hijos de Sultan. Pero no hay que olvidarse del mismísimo hijo del rey Abdalá, Mutaib, jefe de la potente Guardia Nacional, ejército protector de la familia real y de sus intereses y 'brazo armado de la represión actual', según Ménoret, contra los intelectuales reformistas y los terroristas.

El ministro del Interior Nayef es considerado buen candidato al trono cuando se muera el rey

Fuentes diplomáticas apuntan también la fuerza de hombres de negocios apreciados por Occidente, como Al Walid Bin Talal, una de las grandes fortunas del mundo. Sin embargo, este ya dejó claro que no le interesaban las historias de palacios y es hijo de la oveja negra de la familia Al Saud: Talal, el 'príncipe rojo', que instó en los sesenta a formar una monarquía constitucional. Por eso, Al Sager es prudente ante la nueva generación: 'Nuestras tradiciones son claras. Nadie aceptará reinar si su padre sigue vivo'.

Tras el 11-S, Arabia Saudí está en el punto de mira, aunque el régimen siempre supo adaptarse para nunca derrumbarse. Pase lo que pase tras la muerte de Abdalá, los analistas subrayan que lo único importante para la familia Al Saud es quedarse en el poder, mantener sus confortables rentas petroleras y sus buenas relaciones con sus aliados (básicamente EEUU y China).

Porque en el terreno, resulta difícil conocer los sentimientos de la opinión pública. La prensa local aborda de vez en cuando temas sociales, aunque la familia real y el estado de salud de sus miembros es un tema tabú. ¿Podrán los saudíes pronunciarse sobre la elección del futuro rey? 'No, no y no', responde Ménoret, 'porque sólo los príncipes influyentes están habilitados a debatir de la sucesión'.

Arabia Saudí es un país autoritario y la supuesta democratización del país está congelada. Los optimistas pensarán en el Corán: 'Y veas a las montañas, que creías sólidas, pasar como pasan las nubes'.

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