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La otra cara del feminicidio de Campinas

Una sociedad misógina

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Imagen de los servicios de emergencia tras el feminicidio de São Paulo

SÃO PAULO.- “Lo que más asusta de todo esta historia es que nada de lo que dijo el asesino sonaba como alejado de nuestro cotidiano”, decía esta semana el sociólogo Rudolph Hasan, en el site O Cafezinho, y añadía “trabajadores, estudiantes, vecinos, amigos o parientes podrían haber llevado a cabo esta matanza”.

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El asesino dejó escrito en dos cartas  que el crimen era premeditado, dejando claro su odio contra la mujer, que empezó a sumar defensores en las redes

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Dos días después el diario Estado de São Paulo publicó dos cartas escritas por el asesino donde además de dejar claro que el crimen era premeditado, volcaba en sus líneas un cóctel de odio contra la mujer, la política del país y hasta contra los defensores de derechos humanos, que rápidamente empezó a sumar defensores en las redes.

Las alusiones a otros padres y su odio hacia lo que llama como “vivir en un sistema feminista” fue criticado por muchos, pero defendido y justificado por muchos otros

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Las claras alusiones a otros padres y su odio hacia lo que llama como “vivir en un sistema feminista” fue criticado por muchos, pero defendido y justificado por muchos otros. Tras la publicación de las cartas varios hombres defendieron al asesino: “Mientras la justicia siga favoreciendo a las mujeres no es extraño que vayan a continuar sucediendo estas cosas”, decía Luciano, en el site G1 (O Globo). “Una mujer que calumnia a una persona y le quita a su hijo es tan fría como el hombre que mató a todas esas personas, para mí los dos son iguales”, decía Roberto Henrique. “Para la justicia feminista la culpa siempre es de los hombres. El sistema crea sus propios demonios, respeten el amor de un padre”, decía Robertson en el mismo portal. Frases parecidas se leían en la sección de comentarios de otras publicaciones, los likes aumentaron a lo largo de la semana.

Los números que ofrece el Instituto Patricia Galvão sobre el quinto país del mundo que más mata mujeres hablan por sí solos. Cada dos minutos una mujer sufre una paliza. Cada once minutos, una violación. Un asesinato cada 90 minutos. Trece mujeres mueren al día, y en 24 horas, otras 179 denuncian diversos episodios de violencia. El Mapa de la Violencia de Flacso de 2015 recuerda que entre 1980 y 2013 fueron asesinadas 106.093 mujeres, y el número de víctimas aumenta cada año entre las mujeres negras, y disminuye entre las blancas.

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Cada dos minutos una mujer sufre una paliza en Brasil. Cada once minutos, una violación. Trece mujeres mueren cada día

El Instituto Patricia Galvão, una agencia que divulga informaciones sobre derechos de la mujer, fue uno de los primeros en definir el crimen de Nochevieja como un feminicidio y alertaron que en Brasil, a diferencia de en el resto de América Latina, donde el feminicidio está asociado a violencia sexual de bandas o desconocidos, los verdugos suelen ser familiares con una relación de afecto con la víctima.

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Una sociedad misógina

El asesino, Sidnei Ramis Araujo, como muchos otros hombres que le apoyaban en las redes, se quejaban del “sistema feminista” que se vive en Brasil, en referencia a las dos únicas leyes (feminicidio y Maria da Penha) que intentan proteger a las mujeres, en un país en el que están desamparadas.

La bancada evangélica, con un lugar cada vez más fuerte en el Congreso, extiende el mensaje de odio a la mujer. Un diputado le dijo a una ministra “que no la violaba porque no lo merecía”

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El recién elegido alcalde de Rio de Janeiro, Marcelo Crivella, también evangélico, ha repetido más de una vez que “las mujeres de verdad tienen que obedecer a los hombres”. Después está el caso más escandaloso, el de Jair Bolsonaro, el diputado más votado de Rio de Janeiro, que en el Congreso le dijo a una ministra “que no la violaba porque no lo merecía”. Bolsonaro también fue quien le dedicó su voto a favor del impeachment al torturador de Dilma Rousseff, que entre otras cosas, colocaba ratones en las vaginas de las mujeres. Precisamente este diputado, una especie de Donald Trump a la brasileña, tiene cada vez más seguidores hombres, y es un casi seguro candidato presidencial.

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