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Las presiones del Gobierno español y las 'mordidas' de las mafias cierran la ruta de Melilla a los refugiados sirios

Las dificultades para obtener un visado en Argelia y las redes de extorsión, amparadas por las autoridades de Marruecos, provocan que las demandas de asilo se reduzcan a la mitad.

Un grupo de refugiados sirios en Melilla. REUTERS

MARÍA JOSÉ CARMONA

MELILLA.- Hoy todos hablan de Ahmad. En los dormitorios, en el aula de español, en los corrillos de la calle. Y él, consciente, no puede evitar un cierto pavoneo. Desde bien temprano, pasea con sonrisa satisfecha de grupo en grupo, compartiendo codazos cómplices. “¿Es esta noche?”. Él asiente y de manera casi automática toca el bolsillo derecho de su pantalón. La tarjeta roja sigue ahí pero, solo por si acaso, prefiere no escatimar en precauciones. Ese documento que hoy palpita en el bolsillo de Ahmad -un joven sirio de 18 años- es el que le identifica como solicitante de asilo y, si se cumple lo previsto, le permitirá viajar desde el Centro de Estancia Temporal de Extranjeros (CETI) de Melilla a la península esta misma noche. Inshallah.

Melilla sigue siendo hoy el mayor punto de entrada de refugiados en España, un 40% de las personas que buscaron protección en nuestro país el año pasado lo hicieron a través de esta ciudad fronteriza. En total, fueron 6.375 personas. La mayoría (90%), sirios y palestinos de origen sirio.

Sin embargo, las cifras han caído a la mitad desde principios de este año. Según Acnur, la agencia de la ONU para los refugiados, durante los primeros meses de 2016 apenas se han tramitado 350 solicitudes de asilo, frente a las 670 iniciadas en el mismo periodo de 2015. Desde la institución reconocen que se trata de una bajada drástica. Tanto que las nuevas oficinas de asilo inauguradas en marzo de 2015 en el paso fronterizo de Beni Enzar permanecen cerradas. A día de hoy solo hay operativos dos despachos en las dependencias de la Policía Nacional donde, con suerte, se tramitan unas cinco solicitudes de protección al día. “La situación ha cambiado radicalmente. En 2015 recibíamos entre treinta y cuarenta personas diarias. Había veces que se hacían hasta sesenta solicitudes. Nos vimos desbordados”, reconocen los agentes responsables de tramitar asilos en Beni Enzar. Entonces, dieciséis personas se encargaban de atender a los refugiados que llegaban pidiendo ayuda. Hoy solo hay cinco. Como explican desde la Jefatura Superior de Policía de la ciudad autónoma, “la ruta a través de Melilla ha dejado de ser atractiva”.

Las actuales estadísticas de asilo -de las más bajas desde que empezaron a llegar refugiados a Melilla en septiembre de 2014- resultan llamativas en un momento en el que, solo en el caso de los sirios, hay 4,8 millones buscando desesperadamente un lugar donde huir. ¿No quieren venir a España? Como confirma María Jesús Vega, portavoz de Acnur en España, no pueden. Si en la frontera entre Grecia y Macedonia un enrejado de hierro impide el paso a los miles de refugiados que se agolpan en Idomeni, aquí también hay muros aunque son invisibles. En este caso son Argelia y Marruecos quienes bloquean la puerta Sur de Europa. Uno mediante la imposición de nuevos visados, el otro a través de amplias redes de extorsión y abuso consentidas por todos.

En Argelia son los visados y en Marruecos, Alí Babá

En 2014 Argelia se convirtió en zona de tránsito habitual para los refugiados, especialmente los procedentes de Siria. Hasta aquí llegaban en avión para continuar la ruta por Marruecos y, al fin, Europa. El Gobierno argelino era uno de los pocos de la región, junto a Mauritania, que no les exigía visado.

Sin embargo, supuestas “razones de seguridad” le llevaron a cambiar de opinión a principios de 2015 e imponer una visa obligatoria a todos los que llegasen a partir de entonces. Este documento debía ser además autorizado previamente por el Ministerio de Exteriores y las fuerzas de seguridad. Un procedimiento que Argelia solo impone a los nacionales de países considerados de alto riesgo de terrorismo.

Aun así, si un refugiado consiguiese burlar los controles argelinos e intentar llegar a España todavía tendría que estar dispuesto a pagar un precio bastante alto. Concretamente, por encima de los 1.500 euros. Las famosas “mordidas” marroquíes a las familias sirias no son ningún secreto ni a un lado ni al otro de la frontera española. Agentes de policía de Melilla reconocen que es algo habitual. Las autoridades marroquíes les impiden el paso a las oficinas de asilo situadas en el paso fronterizo a menos que dispongan de pasaporte marroquí. Un documento que solo pueden conseguir en el mercado negro.

“En Nador hay un hombre que tiene una oficina donde vende los pasaportes. Cuestan entre 1.500 y 3.000 euros”, cuenta un joven argelino que vive en las proximidades del CETI. Una corrupción tolerada que acaba por saquear los ahorros de aquellos que huyen de las bombas. “Se creen que los sirios tenemos mucho dinero y por eso intentan robarnos y engañarnos siempre”, asegura un joven de Kobane que hoy vive en el centro de menores de Melilla. Junto a él, otros chicos, también sirios, no saben cómo explicar en castellano los abusos sufridos en el camino. Hasta que al fin encuentran la manera: “En Marruecos, Alí Babá”, gritan a coro.

La fundación CeiMigra, perteneciente al Servicio Jesuita de Refugiados, acusaba a España en su último Informe Anual de Migraciones de “presionar a Argelia y Marruecos para que dificulten el paso de población siria”. También la Asociación Pro Derechos Humanos de Andalucía (APDHA) asegura que “el descenso en el número de entradas de personas sirias en Melilla coincide con las reuniones entre autoridades españolas y marroquíes”.

Mónica López, responsable de acogida del Comité Español de Ayuda al Refugiado (CEAR), reconoce que “no se puede demostrar que España haya presionado a nadie, si bien es verdad que históricamente nuestro país ha negociado con Marruecos el control de las fronteras”. Para CEAR solo hay una manera de evitar que la vida de los refugiados dependa de la arbitrariedad de los países de tránsito. “Se deben reforzar vías de llegada seguras. Hay que llevar a cabo políticas de reasentamiento en países como Libia o Turquía y potenciar los asilos en las embajadas. Es verdad que esta última opción está contemplada en la Ley de Asilo pero, al no estar regulada por un reglamento, no se está aplicando”, insiste López.

Hace un año, el ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz, presumía del “impulso a los derechos humanos” en la frontera española con la apertura de las nuevas salas de asilo. Ya entonces voces de activistas y ONG advirtieron de que estas oficinas no facilitaban el acceso a la protección internacional a todas las personas, ya que la policía marroquí impedía el paso a la población subsahariana. Ahora ni siquiera los refugiados sirios pueden llegar.

Una ruta más que, de momento, se cierra. Se abren otras más largas y complicadas por Mauritania, por Malí. Al mismo tiempo, aumenta el flujo de personas hacia Libia y la travesía por el Mediterráneo central, donde ya han muerto 976 personas en lo que llevamos de año.

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