Cisjordania, guerra y ocupación más allá de Gaza: un viaje de Yenín a Belén
Las restricciones de movilidad impuestas por las fuerzas de ocupación israelíes aumentan cada día. Los palestinos viven ahogados en un régimen de 'apartheid' bajo el acoso y la violencia. El periodista y fotógrafo Mauricio Morales ha recorrido este territ
Cisjordania
Los hoteles y restaurantes están cerrados en Belén. El bus 231, que recorría la ciudad y trasladaba hasta Jerusalén tanto a turistas como a palestinos con permiso de ingreso ya no circula. Este crisol de sitios sagrados para las principales religiones monoteístas del mundo y lugar de romería de peregrinos era un destino turístico de primer orden. Hoy no hay visitantes. “Es la guerra, todo ha cambiado”, afirma a Público un taxista durante un recorrido por esta mítica ciudad cisjordana.
Los residentes palestinos aseguran que los puestos de control israelíes para poder ingresar a Jerusalén están cerrados, pero otros ni siquiera lo saben, ni se acercan. Lo que sí comparten todos es la incertidumbre e impotencia de no tener libertad de movimiento, tampoco de información. En Belén, como en otras ciudades y poblados palestinos de la Cisjordania ocupada, se han incrementado considerablemente los arrestos y las incursiones militares desde el pasado 7 de octubre.
Aunque la situación se ha agravado a partir de esta fecha, el control sobre la población no comenzó ese 7 de octubre, cuando Hamás lanzó un gran ataque contra Israel y masacró a unas 1.400 personas, muchas de ellas civiles, y además secuestró a más de 200. El Estado de Israel respondió con bombardeos indiscriminados sobre la Franja de Gaza, donde hasta la fecha han sido asesinadas más de 11.000 personas, de las cuales cerca de 5.000 eran niñas y niños, muchos bebés.
Si bien Gaza se ha convertido en los últimos años en una especie de cárcel al aire libre, bloqueada y cerrada al exterior, Cisjordania vive en un sistema de segregación desde hace décadas. Sobre el papel hay establecidas las zonas A (control palestino civil y militar), B (control civil palestino) y C (control total israelí). Pero la realidad es que la movilidad de las personas está sujeta a las órdenes y antojos del Ejército de Israel, que tiene presencia militar y hace incursiones armadas en las zonas A, B y C.
Yenín, la resistencia y la guerra
Yenín, a unos 150 kilómetros de distancia de Belén por carretera, es una ciudad con una larga historia de resistencia contra la ocupación. Allí, hay un gran campo de refugiados palestinos que fueron despojados de sus tierras y sus casas, donde habitan unas 20.000 personas en apenas medio kilómetro cuadrado, según la agencia de Naciones Unidas para la población refugiada de Palestina (UNRWA).
Yenín sufrió durante la semana del 6 al 19 de noviembre (justo cuando se cumplía un mes del ataque de Hamás) varias incursiones militares, unas de madrugada, otras durante el día y algunas por la noche. Los israelíes se encontraron con la resistencia palestina.
Mientras las excavadoras rompían las calles aledañas, los francotiradores disparaban de lado y lado desde dentro del campo, forzando a las fuerzas militares israelíes a retirarse. Los enfrentamientos se alargaban entre dos y cuatro horas, así durante varios días.
El 9 de noviembre, Yenín sufrió una de las acciones militares más violentas vistas por los residentes del campo de refugiados: las fuerzas israelíes mataron a 14 palestinos, algunos de ellos combatientes.
Aquel día, la incursión comenzó sobre las 10 de la mañana. Esta vez, el convoy de blindados era superior al de los días anteriores. Los combates se intensificaron dentro del campo y los israelíes también usaron drones para atacar desde el aire.
Los combates se extendieron a las afueras del campamento, hacia el centro de la ciudad. Los residentes quedaron en la mitad de los disparos y del fuego. A las niñas y los niños, atrapados en las escuelas, se les escuchaba cantar cuando, por momentos, cesaban el traqueteo de las ráfagas, los tiros de los francotiradores y las bombas de los drones.
Después del mediodía, se cortó la energía. A las cinco de la tarde empezaba a oscurecer y seguían los combates en medio del apagón. El campo de refugiados se quedó oscuro, al igual que parte de la ciudad de Yenín. Los vecinos se asomaban a las ventanas, se preguntaban qué hacer, les invadía la impotencia y el miedo.
Bajo ese estrés, el Ejército israelí anunció por altavoces que los residentes del campo disponían de dos horas para evacuar. Algunos vecinos dudaron al inicio, hasta que comenzaron a ver pequeñas luces en la oscuridad: eran personas que salían de sus casas y formaban un grupo para abandonar juntas el lugar.
“No sabemos si volverán, no sabemos nada”, dijo posteriormente a Público un residente del campo de Yenín. Muchas personas llegaron al hospital, a unos 300 metros, en busca de puerto seguro ante el miedo de que regresaran los militares israelíes. Esa noche no volvieron, pero sí otras.
No sabemos si volverán, no sabemos nada
Las incursiones israelíes en campos, poblados y ciudades palestinas no son nuevas. Desde la fundación del campo de Yenín, en 1953, a raíz de la expulsión de miles de palestinos de sus tierras tras la creación del Estado de Israel, en 1948, son innumerables. En 2002, durante la Segunda Intifada, fueron destruidas centenares de casas.
Crece el descontento contra la ANP
La violencia sigue en escalada en esta zona de Palestina, donde no gobierna Hamás, sino la Autoridad Nacional Palestina (ANP), en cabeza de Fatah: la formación que creó Yaser Arafat. De hecho, Hamás es su adversario político. Cerca de 183 palestinos han sido asesinados en Cisjordania por el Ejército israelí, 44 de ellos niñas y niños, desde el 7 de octubre pasado, según la ANP. Mientras tanto, en las calles crece el descontento contra la Autoridad Palestina.
El 2 de noviembre, una procesión cargaba el cuerpo sin vida de Ayhman Mahmud Al-Shafi, un niño de doce años, por las calles de Ramala, donde está el centro de poder de la ANP. Ayhman fue asesinado por tropas israelíes en una incursión en Al-Bireh, al norte de esta ciudad.
Un día antes, en las mismas calles de esta ciudad cisjordana, una manifestación, en la que participaban en su mayoría jóvenes, exigía el fin de los ataques contra la población civil de Gaza. Allí, algunos participantes calificaban de “débil” la posición de Fatah, decían sentirse desprotegidos por sus propias autoridades. El descontento con Fatah tampoco es nuevo.
Muchos jóvenes ven incapaz a la ANP de lograr avances para hacerse con el control de las zonas A, B y C, así como de afrontar la violencia de los colonos que se expanden a un ritmo acelerado. Más de 700.000 colonos israelíes ya viven en la Cisjordania ocupada y el ministro israelí de Seguridad Nacional, Ben Gvir, después del 7 de octubre, entregó personalmente algunos de los más de 10.000 fusiles de asalto que les había prometido.
Recurrentes escenas de intimidación y acoso económico
Un soldado israelí detrás de una barricada apunta su rifle a la interminable fila de coches que salen de Nablus. Una calle completamente solitaria, con los comercios cerrados, bloqueada desde el 8 de octubre por el Ejército israelí y los colonos, en Hawwara. Solo los israelíes pueden transitar por las calles de estas ciudades y estos pueblos.
A ello se le suma la presión económica. Hawwara, lo que una vez fue un punto de conexión importante entre el norte y sur de Cisjordania, hoy está parada. “No nos permiten estar en la calle. Los soldados le pegan a cualquiera que esté en las calles”, dice una palestina que, al igual que muchos de sus pares, no quiere dar su nombre ni ser fotografiada por miedo a ser arrestada. Las detenciones no paran desde el 7 de octubre.
No nos permiten estar en la calle. Los soldados le pegan a cualquiera que esté en las calles
Los bombardeos contra Gaza y la invasión terrestre continúan a la par que la violencia y la represión en Cisjordania, mientras la lista de muertos crece. Para muchas personas, la guerra de Israel contra este territorio también empezó el 7 de octubre.
Los palestinos y las palestinas asesinadas, por miles, sobre todo en Gaza, se asientan como simples estadísticas. Cisjordania, desviada del foco, también sufre una guerra de agresión y ocupación.
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