Este artículo se publicó hace 3 años.
Moscú cambia de paso en el conflicto entre Marruecos y el Polisario
En los últimos días Moscú ha confirmado un cambio de actitud con respecto al conflicto entre Marruecos y el Frente Polisario. Aunque una delegación saharawi ha visitado Rusia sembrando inquietud en Rabat, este paso no significa que el conflicto esté más c
Eugenio García Gascón
El miércoles acudió a Moscú una delegación del Frente Polisario en un insólito gesto que se interpreta como un cambio de actitud de Rusia respecto a ese conflicto y una vuelta explícita a las históricas resoluciones de la ONU sobre la antigua colonia española, un paso que alarma a Marruecos.
Unos días antes, los medios magrebíes revelaron que el embajador ruso abandonó Rabat de repente. A día de hoy no está claro si el embajador se marchó a petición de su gobierno o a petición del gobierno de Rabat, pero poco después trascendió la visita a Moscú de la delegación del Polisario, de manera que una y otra cosa podrían estar relacionadas.
La tensión entre Rabat y Moscú coincide con el reciente nombramiento de Staffan De Mistura como enviado personal del secretario general de la ONU para el conflicto del Sáhara. En los próximos días De Mistura tendrá que decidir una nueva estrategia para un cargo que ha estado vacante durante dos años debido a que António Guterres ha sido incapaz de hallar un emisario satisfactorio para las dos partes.
No es necesaria la vista de un lince para adelantar que la misión del diplomático nórdico De Mistura fracasará estrepitosamente. Y no será la primera vez que fracase. Ya le ocurrió durante sus mandatos para la guerra de Siria y para la guerra de Yemen. Como entonces, los planteamientos de la ONU responden a los intereses particulares de las superpotencias y no a la justicia.
Esta próxima semana el Consejo de Seguridad, con todo el cinismo que alberga, volverá a abordar el conflicto del Sáhara, y solo será a partir de ese momento cuando De Mistura trate de organizar su trabajo con las consideraciones que salgan de la reunión de Nueva York.
El papel que va a jugar Moscú a partir de ahora es un enigma. Como en el caso de la brutal ocupación israelí, los mediadores como De Mistura no tienen ningún margen de maniobra puesto que las superpotencias, especialmente EEUU, no quieren mover un dedo para resolver conflictos que prefieren gestionar y no solucionar.
A finales del mandato de Donald Trump, el entonces primer ministro israelí Benjamín Netanyahu embaucó a Trump para que hacer otro cambalache más, mediante el que Marruecos reconocía a Israel a cambio de que EEUU reconociera la colonia saharaui como parte de Marruecos.
La activa injerencia del estado judío en los conflictos internacionales, que ya era antes muy grande, ha ido creciendo en intensidad durante el largo mandato de Netanyahu desde Irán hasta el Atlántico, y prácticamente no hay ningún país de la región donde esa injerencia, directa o indirecta, no sea clara y amenazante, desde Yemen hasta Argelia.
Hace solo unos pocos días, distintos medios argelinos notificaron de la presencia de dos submarinos israelíes en unas maniobras navales de Argelia en sus aguas próximas a Marruecos. Y en las últimas semanas altos responsables argelinos han acusado a Israel de actividades hostiles contra su país.
En todo este peligroso circo, Rusia, que mantiene un vínculo especial con Argelia, juega su propio papel, y parece haber apostado por Argelia antes que por Marruecos. Moscú, que está poniendo pies en países del norte de África como Egipto y Libia, y también del Sahel, aplica ahora una política exterior más pragmática que en el pasado.
Siempre a causa del Sáhara, la política marroquí es errática. Envalentonado por el reconocimiento del Sáhara como territorio marroquí por parte de Trump, y por el reconocimiento de Israel, el rey Mohammed causó problemas a España incitando una masiva invasión de jóvenes migrantes en las plazas del norte de África, y también tensando las relaciones con Argelia hasta generar una crisis grave de la que no será fácil salir.
Medios marroquíes han indicado que ahora Rabat busca que España le envíe el gas que Argelia quiere cortarle. Sin embargo, Madrid debería andar con suma cautela con esta aproximación marcadamente coyuntural y motivada por unos intereses a corto plazo, ya que Marruecos no contempla resolver la cuestión de la antigua colonia española en ningún caso y con toda seguridad volverá a las andadas cuando se sienta más fuerte.
En este contexto, la delegación rusa encabezada por el viceministro de Exteriores Mikhail Bogdanov que se reunió el miércoles con el Polisario insistió en la necesidad de que Rabat y el Polisario respeten las resoluciones del Consejo de Seguridad, en línea con la posición argelina, así como respaldó al nuevo enviado personal de Guterres.
Es evidente que Rusia sola no podrá modificar la falta de flexibilidad de Marruecos y que un cambio en esa dirección depende exclusivamente de la voluntad de Washington. Sin embargo, la política exterior de EEUU con respecto a Oriente Próximo está paralizada por el presidente Joe Biden y el secretario de Estado Antony Blinken, hasta el punto que medios estadounidenses han señalado que la actual política exterior de EEUU es indistinguible de la de Trump, lo que significa que todos los problemas, incluido el del Sáhara, van a continuar deteriorándose.
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