Este artículo se publicó hace 11 años.
Cuatro supervivientes del corredor de la muerte cuentan su historia
Kirk Bloodsworth pasó nueve años en prisión. Chien-ho, Liu Bing-lang y Chuang Lin-xun, doce. Escaparon de la pena capital tras conseguir demostrar su inocencia
¿Qué pueden tener en común tres taiwaneses y un estadounidense que no se han visto nunca? Chien-ho, Liu Bing-lang, Chuang Lin-xun y Kirk Bloodsworth comparten algo que creyeron que habían perdido para siempre. Pasaron 12, en el caso del conocido como The Lucky Trio (el trío con suerte), y nueve años en el corredor de la muerte. Toda una vida, tras la cual y después de un duro proceso contra la Justicia de sus respectivos países, recuperaron la libertad y volvieron a ser declarados lo que nunca dejaron de ser: inocentes.
"A todos nos puede pasar. Resulta chocante, cuanto menos, lo fácil que resulta ser condenado a pena capital", advierte el periodista español Álvaro Corcuera al inicio de una mesa redonda que ha juntado este viernes, a pesar de los miles de kilómetros que los separan, a estos cuatro expresos con motivo del V Congreso Mundial contra la Pena de Muerte que se celebra en Madrid.
Para algunos, como es el caso de Bing-lang, es la primera vez en 41 años que coge un avión. Él y sus compañeros de viaje fueron condenados a muerte en 1995, tras ser encarcelados en el 91, por robo con violencia y asesinato. En ningún momento se aportó alguna prueba concreta que les incriminara. Sólo sus confesiones sacadas a base de golpes. "Hace 20 años mi nombre empezó a aparecer por todas partes. Decían que había matado a alguien. No hubo un proceso judicial, me torturaron para obligarme a que me declarara culpable", cuenta Lin-xun, que por aquel entonces "estaba tan desesperado que pensaba en suicidarme".
"No hubo un proceso judicial, me torturaron para obligarme a que me declarara culpable"
El caso no pasó inadvertido y distintas organizaciones, como la Asociación Taiwanesa por los de Derechos Humanos, de la que el The Lucky Trio forma parte ahora, empezaron a presionar hasta que, finalmente, el Tribunal Supremo del país accedió a reabrir el caso en 2000. Tres años después fueron liberados tras más de una década entre rejas. Su reinserción en una sociedad que eleva el delito a la categoría de ataque moral no fue fácil. "Sufrí mucho rechazo. Me costó recuperar mi vida. Al salir me puse a estudiar y me convertí en el primer miembro de mi familia con un título universitario, pero nadie me quería dar un trabajo", relata Bing-lang.
A esas dificultades se añadió que en 2007 fueron, de nuevo, condenados a muerte. Costó otros tres años para que les absolvieran por segunda vez. Y así, hasta que en 2012, 21 años después, fueron declarados inocentes definitivamente. "Ahora en Taiwan no hay nadie condenado a muerte", comenta Chien-ho. "Durante todo este tiempo me he dado cuenta de lo importante que son las asociaciones de defensa de los derechos humanos y tener una buena defensa. Si no hubiéramos podido contactar con abogados a favor de la abolición de la pena capital estaríamos perdidos. No hemos conseguido nada. Seguiremos vigilando hasta que en ningún país haya pena de muerte", concluye este superviviente.
Quien también puede dar fe de la importancia de un buen abogado es Kirk Bloodsworth. El también director de comunicación de la asociación Witness to Innocence, es el primer estadounidense exonerado de la pena de muerte por ADN. "Fui una víctima del sistema judicial. Yo nunca había estado en la cárcel. Era marine, me dedicaba a pescar", comenta.
Su vida cambió el 25 de julio de de 1984. Cinco testigos le identificaron como el violador y asesino de una niña de nueve años en Maryland, estado que en mayo de este año abolió la pena capital. Esa fue la única prueba con la que el juez decidió sentenciarlo. "Nadie me creyó cuando dije que era inocente. En apenas ocho meses ya estaba en el corredor de la muerte", rememora.
Desde 1976, EEUU ha indultado a 142 presos condenados a la pena capital. Más de un centenar de casos que, como Bloodsworth, tuvieron la suerte de conseguir escapar de la ejecución. "En una de cada ocho ejecuciones se ha demostrado que el prisionero era inocente. Los jueces cometen errores. Cometen errores y eso puede cambiar el destino de una persona. Yo no pude despedirme de mi madre. Fui indultado, pero seguí en la cárcel siete años más hasta que, después de leer mucho sobre ADN, pudimos demostrar que era inocente", comenta.
"A veces los jueces se creen que son dioses y los activistas han comprendido que no tienen poderes sobrenaturales"
Lo que Bloodsworth define como "errores judiciales", Chang Chuan-Fen, miembro del Consejo Directivo de Taiwan Alliance to End the Deah Penalty, lo lleva más allá. Esta escritora taiwanesa, que ha acompañado a The Lucky Trio a Madrid, denuncia que su país consiguió mantener la ley marcial durante 40 años gracias a "un sistema judicial manipulado por la política".
Chuan-Fen considera que uno de los grandes problemas sobre la pena capital es que "los tribunales han creado la sensación de que nunca se equivocan. Chien-ho, Liu Bing-lang, Chuang Lin-xun consiguieron contactar con grandes abogados que comprobaron y demostraron que sus veredictos tenían muchos errores. A veces los jueces se creen que son dioses y los activistas han comprendido que no tienen poderes sobrenaturales".
Bloodsworth también es muy crítico con la Justicia de su país. "En EEUU se cree que hay que ser especialmente duro con los criminales, y cuanto más duros mejor para la sociedad. Ahora Florida -el pasado miércoles ajustició con inyección letal al segundo preso en dos semanas- está aumentando el ritmo de las ejecuciones y, mientras, otros estados quieren recuperar la pena de muerte que habían abolido", denuncia. A pesar de su calvario, a pesar de todas las injusticias, que continúa combatiendo desde su organización, sigue siendo optimista: "Viviré para ver la abolición total de la pena de muerte".
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