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La Cumbre de las Américas, una cita a la medida de Washington

El veto impuesto por Biden a Venezuela y Nicaragua y la posible exclusión de Cuba desvirtúan una reunión que congrega en Los Ángeles a mandatarios del continente para avanzar en la integración regional

1/06/2022-El presidente de EEUU, Joe Biden, en el Edificio de la Oficina Ejecutiva Eisenhower en el complejo de la Casa Blanca en Washington, DC, EE.UU., el 01 de junio
El presidente de EEUU, Joe Biden, en el Edificio de la Oficina Ejecutiva Eisenhower en el complejo de la Casa Blanca en Washington, DC, EE.UU., el 01 de junio. Michael Reynolds / EFE

Si hay una Cumbre de las Américas que se recordará siempre fue la celebrada en la ciudad argentina de Mar del Plata en 2005. De allí salió escaldado un George W. Bush que llevaba bajo el brazo el ALCA (Área de Libre Comercio de las Américas), un tratado de integración económica diseñado por Washington.

"¡Alca, Alca, al carajo!", tuvo que escuchar el mandatario estadounidense por boca de Hugo Chávez, eufórico aquellos días de noviembre y arropado por Néstor Kirchner y Luiz Inácio Lula da Silva. Han pasado casi 17 años desde entonces y la región ha cambiado mucho pero Estados Unidos todavía sigue empeñado en imponer su visión del continente a los demás. La IX Cumbre de las Américas, que arranca este lunes y se prolongará hasta el viernes en Los Ángeles, viene precedida por el polémico veto de la Casa Blanca a Venezuela y Nicaragua y la posible exclusión de Cuba, una decisión que ha levantado ampollas en varios países.

La Administración de Joe Biden alega que a la Cumbre de las Américas (un cónclave que se celebra cada tres o cuatro años desde 1994) solo deben asistir aquellos gobiernos que respeten la democracia, una condición que, según Washington, no cumplen Venezuela, Nicaragua o Cuba. La vara democrática de medir de la Casa Blanca no afecta, sin embargo, a países como Brasil, cuyo presidente, el ultraderechista Jair Bolsonaro, ha insinuado que no acatará el resultado de las urnas en octubre si su oponente, Lula da Silva, gana las elecciones. O como Colombia, donde el uribista Iván Duque, ya de salida, reprimió a sangre y fuego las protestas sociales de 2019 y 2021.

El veto estadounidense ha suscitado críticas en varios países con gobiernos progresistas. México ha abanderado el rechazo a la decisión de Biden. El presidente Andrés Manuel López Obrador ha condicionado su asistencia a la cumbre a la inclusión de todos los países. Una hipotética ausencia del mandatario mexicano desdibujaría la reunión.

"Vamos a esperar la respuesta (de Estados Unidos) a lo que estamos planteando, no hay prisa", declaró López Obrador el viernes, dejando una puerta abierta a su presencia en Los Ángeles a partir del miércoles. La relación bilateral entre ambos países, no obstante, no se resentiría en caso de que México esté representado solo por su canciller, Marcelo Ebrard. "La relación con México va a ser muy positiva y continuará siéndolo", dijo en rueda de prensa Juan González, director del Consejo de Seguridad Nacional para el Hemisferio Occidental de Estados Unidos. Junto a México se alinean la Bolivia de Luis Arce y la Honduras de Xiomara Castro, dos gobiernos progresistas que no ven con buenos ojos una cumbre a la medida de Washington.

Quien sí ha confirmado su presencia en Los Ángeles es el argentino Alberto Fernández. El mandatario peronista se había mostrado en contra de los vetos, pero finalmente garantizó su asistencia hace unos días tras mantener una charla telefónica con Biden para tratar asuntos bilaterales. Otro de los críticos, el chileno Gabriel Boric, viajará también a California. No lo hará en ningún caso el presidente cubano, Miguel Díaz-Canel, sea cual sea la decisión final de Biden sobre Cuba: "El gobierno de Estados Unidos concibió desde un inicio que la Cumbre de las Américas no fuera inclusiva", publicó en su cuenta de Twitter.

La censura en la lista de invitados de la cumbre contrasta con el nuevo aire diplomático que Estados Unidos está insuflando a las relaciones con Cuba y Venezuela. El Departamento de Estado ha flexibilizado recientemente su política hacia la isla con la reanudación de los vuelos comerciales, el aumento del ritmo de concesión de visados y la eliminación de restricciones al envío de remesas. "Un paso limitado en la dirección correcta", fue la respuesta de La Habana, todavía incluida en la lista de países patrocinadores del terrorismo a la que le devolvió Donald Trump tras la exclusión aprobada por Barack Obama.

En cuanto a Venezuela, Washington ha levantado algo la mano al permitir que la petrolera estatal de Caracas (PDVSA) mantenga negociaciones con la compañía estadounidense Chevron "para posibles actividades futuras". El cambio de posición de la Casa Blanca alienta la reanudación del diálogo entre el gobierno de Nicolás Maduro y la oposición, unas conversaciones que ya se habían iniciado en México y quedaron suspendidas tras la extradición a Estados Unidos desde Cabo Verde de Alex Saab, uno de los hombres de confianza del mandatario bolivariano.

EEUU, tan cerca, tan lejos

El desinterés de Estados Unidos por sus vecinos del sur fue una constante durante los últimos años. Las guerras en Afganistán e Irak dejaron a la región en un segundo plano, aunque el Departamento de Estado nunca perdió el empeño en desalojar al chavismo del poder en Venezuela. Ese relativo alejamiento fue aprovechado por Rusia y, sobre todo, por China para expandir su influencia política, económica y comercial en América Latina.

Según un informe de la Oficina de Washington en América Latina (WOLA, por sus siglas en inglés), la llegada de Biden a la Casa Blanca despertó grandes expectativas de una mejora en las relaciones con Latinoamérica, maltrechas durante el gobierno de Trump: "Algunas de estas expectativas se cumplieron durante el primer año de mandato de Biden. Vimos un cambio positivo en la perspectiva y la retórica, con un enfoque en la cooperación y las alianzas, en lugar de las amenazas y el enfoque transaccional de la política exterior que caracterizó los años de Trump".

"Construyendo un futuro sostenible, resiliente y equitativo", es el lema de una cumbre que abordará el cambio climático, la crisis económica originada por la pandemia, la migración y las amenazas a la democracia. En la preparación de la agenda ha participado, como es habitual, la Organización de Estados Americanos (OEA), un organismo muy criticado por varios líderes de la región por su marcado sesgo conservador. Como contrapeso a la OEA, en 2010 surgió la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), de la que no forman parte Estados Unidos y Canadá. Seis años antes, en pleno auge de la izquierda en la región y con Fidel Castro y Hugo Chávez como maestros de ceremonias, había nacido la Alianza Bolivariana para los pueblos de Nuestra América (ALBA). Como alternativa a la Cumbre de las Américas, hace unos días se celebró en La Habana una reunión de esta organización, a la que pertenecen, además de Cuba y Venezuela, Nicaragua, Bolivia y varios países caribeños. La cita de La Habana fue el altavoz perfecto para que Maduro y Díaz-Canel expresaran su malestar por la censura de Washington.

En la cumbre de Mar del Plata de 2005 la oposición de Kirchner, Lula y Chávez al ALCA dio al traste con los planes neoliberales de Bush, apoyado entonces por un México muy distinto al de ahora, bajo la presidencia del derechista Vicente Fox. Ya en una cumbre anterior de la ONU celebrada en Monterrey, en marzo de 2002, Fox había puesto de manifiesto su sumisión a Estados Unidos al exigirle en privado a Fidel Castro que redujera su presencia en la reunión para no incomodar a Bush. Fue el célebre "comes y te vas" que revelaría más tarde el taimado líder cubano y daría paso al enfriamiento de las relaciones entre México y Cuba durante una década. Y es que los vetos y las imposiciones en las cumbres los carga el diablo.

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