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"La defensa de los derechos humanos puede costarnos la vida"

Diputada afgana. Denuncia los abusos cometidos contra las mujeres ante la indiferencia del Gobierno de Karzai

MAR CENTENERA

Los niños ya no dicen que serán médicos o profesores cuando crezcan. No piensan en el futuro, sólo les preocupa encontrar un trozo de pan y poder dormir sin miedo por la noche', dispara al corazón la diputada afgana Azita Rafhat. La siguiente bala es una cruda descripción de cómo la guerra está destrozando a las familias afganas. Y le siguen más.

¿Cómo vive el día a día en Afganistán?

La seguridad se ha deteriorado muy rápido en los últimos años, es mucho más peligroso vivir ahora en Badghis, mi provincia, que hace cuatro o cinco años, sobre todo para las mujeres. Ven, impotentes, cómo les matan a sus hijos, a su marido, a hermanos o primos y cómo la pobreza se agudiza y las hace aún más vulnerables. Paralelamente, la violencia contra nosotras es cada vez mayor, ya sea violencia familiar, social y política, y sabemos que la lucha por los derechos de la mujer y de los derechos humanos puede costarnos la vida.

¿Dónde pueden encontrar protección?

Es muy difícil. La violencia empieza en el poder, en la oficina del presidente Hamid Karzai. Al principio había tres mujeres en el Gobierno, pero han quitado a dos. Y aunque el 25% de los asientos del Parlamento se reservaron para nosotras, en la práctica no nos escuchan, desprecian nuestras propuestas. Y la violencia llega hasta abajo, al interior de los hogares.

¿Hay excepciones? Mujeres como usted, que son universitarias, trabajan fuera de casa...

Las excepciones son muy pocas y yo no soy una de ellas. Tuve que aceptar un matrimonio concertado con un hombre que eligieron mis padres. Mi marido no sabe ni leer ni escribir pero, en cambio, necesito su autorización para trabajar. Y soy su segunda esposa. De puertas afuera parece que la primera lo aceptó, se sometió a la voluntad de su marido, pero esto no es real.

¿Por qué?

De puertas hacia adentro tengo muchos problemas. Soy la única fuente de ingresos de toda la familia y, además, debo procurarle una buena vida a mi marido, darle dinero porque si no tengo aún más problemas. Por eso, sabiendo mi caso, imagina la situación de las mujeres que viven en áreas remotas, que no han estudiado. No son tratadas como mujeres, si no como instrumentos, como moneda de cambio para resolver una pelea aunque tengan sólo 12 o 13 años...

Pero la ley afgana prohíbe los matrimonios antesde los 16 años.

La ley sí, pero la Justicia no funciona, sobre todo por la corrupción. Si quieres ganar un caso, lo más importante no es la ley, sino los contactos, el dinero. Además, el juicio puede durar mucho tiempo. Por eso hay gente que desconfía y vuelve a los talibanes. Ellos lo resuelven según su interpretación religiosa y en 5 o 10 minutos el problema se ha solucionado.

¿Es uno de los motivos por los que los talibanes están volviendo a hacerse fuertes en Badghis?

Hay que aclarar que toda la gente que está en contra del Gobierno no son talibanes. Pero sí, tiene la culpa la justicia corrupta y el desastroso y también corrupto Gobierno que tenemos. No responde cuando hay ataques, no protege a la población, permite que los talibanes y los grupos ilegales monten peajes y colecten dinero... Por último, también influye la pobreza. Mientras no sea posible conseguir un empleo, será fácil para los talibanes reclutar a jóvenes.

¿Qué propuestas parten de las mujerespara devolver la pazy la seguridad?

No hay espacio para las mujeres en el proceso de paz. No sólo están excluidas de la guerra, sino también de las conversaciones. El Gobierno, la comunidad internacional, habla con los ancianos, con los líderes tribales, con los talibanes. Pero a las mujeres nadie nos pregunta: ¿Queréis que vuelvan los talibanes al poder?

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