Este artículo se publicó hace 2 años.
Costa se juega el poder en un Portugal dividido
Los sondeos de las elecciones del domingo reflejan un empate técnico entre el gobernante socialista y el candidato derechista Rui Rio, con una izquierda en horas bajas y el avance de la extrema derecha.
Lisboa-
El día que António Costa (Lisboa, 1961) vio aquel muñeco, una vaca con alas, supo que era lo que estaba buscando para explicar cómo aquellos escenarios políticos que parecen imposibles, en ocasiones se hacen realidad. Corría el mes de mayo de 2016 y hacía ya medio año que el primer ministro portugués había alcanzado un acuerdo de gobierno con el Bloco de Esquerda (BE) y el Partido Comunista Portugués (PCP), las dos formaciones a la izquierda del Partido Socialista (PS). En un acto público, Costa le entregó la vaquita alada a su ministra de Presidencia y Modernización Administrativa, Maria Manuel Leitão. "Hasta las vacas pueden volar", dijo sonriente mientras le daba cuerda al muñeco. Había encontrado la metáfora perfecta, según varios sociólogos progresistas, para referirse a aquel inédito pacto de izquierdas que un político conservador, Paulo Portas, había bautizado despectivamente como geringonça, un trasto inservible. Pero lo cierto es que aquel cacharro destartalado sí funcionaba. La vaca de Costa voló durante cuatro años, hasta que sus alas dejaron de batir y se desplomó.
Costa soñaba con alcanzar una mayoría absoluta para no depender de terceros, un deseo que ha ido difuminándose con el paso del tiempo
Las elecciones legislativas de este domingo en Portugal son fruto de la ruptura definitiva entre el PS y sus socios de izquierdas en octubre. El rechazo parlamentario a los presupuestos generales presentados por Costa, y la negativa de éste a negociar cambios con sus antiguos aliados, precipitaron el adelanto electoral. Para evitar la inestabilidad política, el presidente Marcelo Rebelo de Sousa disolvió el Parlamento a mitad de legislatura. En aquel momento, Costa soñaba con alcanzar una mayoría absoluta para no depender de terceros, un deseo que ha ido difuminándose con el paso del tiempo.
Los últimos sondeos arrojan un empate técnico entre el PS y el derechista Partido Social Demócrata (PSD) del ex alcalde de Oporto Rui Rio. Tanto la encuesta de la Universidad Católica para la televisión pública (RTP) y el diario Publico, como el sondeo del semanario Expresso y el canal SIC conceden una ligera ventaja a Costa (35%-36% de los votos) frente a Rio (33%), una diferencia que el margen de error de las muestras dejaría en empate técnico. La tercera posición se la disputan cuatro partidos que aspiran a ser la llave del futuro gobierno. Cada uno de ellos rondaría el 6% de los votos. En la izquierda, el Bloco de Catarina Martins y la Coalición Democrática Unitaria (CDU), una alianza entre los comunistas y los verdes, llegan con apoyos similares a la contienda. La campaña electoral ha confirmado el progresivo avance de la ultraderecha de Chega (Basta), que hasta ahora solo contaba con su líder, André Ventura, en el Parlamento. Iniciativa Liberal también pelea por ese tercer puesto para convertirse en el principal aliado de Rio si este gana las elecciones.
Sin la posibilidad de alcanzar una mayoría absoluta, las opciones de Costa en caso de obtener el primer lugar en los comicios pasan por reeditar un nuevo acuerdo con el Bloco y los comunistas, o bien gobernar en minoría con el apoyo del PSD. Son escenarios que no vislumbraba hace unos meses. La geringonça terminó a finales de 2019, tras unas elecciones legislativas en las que el Partido Socialista se quedó cerca de la mayoría absoluta (108 diputados en un Parlamento de 230 escaños). Del pacto de legislatura de 2015 se pasó a acuerdos puntuales. La desconfianza mutua entre los partidos de izquierda fue ganando terreno y la cuerda se rompió durante la última negociación presupuestaria. Costa no cedió a las demandas de sus antiguos aliados para ampliar la agenda social y la oposición de derechas se frotó las manos al tumbar los presupuestos junto al BE y el PCP. Sin cuentas públicas, Portugal no puede disponer de los 16.000 millones de euros de los fondos de recuperación que le ha asignado Bruselas.
A Costa se le considera el político más astuto de Portugal
A Costa se le considera el político más astuto de Portugal, un dirigente que suele airoso en los lances dialécticos. Curtido como alcalde de Lisboa durante ocho años (2007-2015) y anteriormente como ministro en varias administraciones, su liderazgo entre los socialistas es incuestionable desde que en 2014 fue nombrado secretario general. Aunque quedó por detrás del conservador Pedro Passos Coelho en las elecciones de 2015, el acuerdo con el Bloco y el PCP le aseguró la mayoría parlamentaria para gobernar.
El viento de las encuestas soplaba a favor de Costa a finales del año pasado, con ventajas de hasta diez puntos sobre el PSD. Costa soñaba entonces con la mayoría absoluta. Si alguien le preguntaba por una posible reedición de la geringonça, el líder socialista miraba hacia otro lado. Con el paso de los días, ese viento demoscópico cambió de dirección. El PSD fue reduciendo diferencias y Costa dejó de hablar de mayorías. Con el empate técnico sobrevolando en el tramo final de la campaña, el mago de la política sacó de su chistera una nueva estrategia. Ahora estaba dispuesto a pactos con otros partidos, a excepción de Chega. Apostaba por un gobierno "con certidumbre". ¿Renacía la posibilidad de una nueva geringonça? Catarina Martins le propuso un acuerdo preelectoral para movilizar a una desanimada izquierda, un órdago al que Costa ni siquiera respondió.
Desmovilización en pandemia
La desmovilización del electorado no solo afecta a la izquierda. Se prevé una alta abstención este domingo, como ya ocurriera hace un año en los comicios presidenciales (con solo un 40% de participación). Los indecisos (un 20%, según las encuestas) serán determinantes. Portugal atraviesa la quinta ola de la pandemia con los hospitales saturados, más de 60.000 contagios diarios, una incidencia acumulada similar a la de España (más de 3.000 casos por 100.000 habitantes en los últimos 14 días) y un millón de personas (el 10% de la población) en aislamiento por causa del covid. Ante la crisis sanitaria, el gobierno permitió el sufragio anticipado (no hay voto por correo en Portugal) y más de 300.000 personas se acogieron a esa modalidad. Aquellos que cumplen cuarentena podrán votar el domingo a última hora de la jornada.
Se prevé una alta abstención este domingo
La revelación de la campaña electoral ha sido Rui Rio, un dirigente al que muchos daban por acabado antes de la convocatoria electoral. Pero como bromeaba el columnista Lourenço Pereira en el semanario Expresso, Rio parece tener tantas vidas como su gato Zé Albino. A finales del año pasado se impuso en las primarias del PSD al eurodiputado Paulo Rangel, un político emergente que parecía más idóneo para batir a Costa en las urnas. Sea por el desgaste del primer ministro o por los propios aciertos de su campaña, el candidato de la derecha, que ha prometido una bajada de impuestos, llega a la cita electoral con posibilidades de formar gobierno. Contaría con el apoyo de Iniciativa Liberal y del centroderechista CDS-Partido Popular, aliados naturales pero tal vez insuficientes. Chega podría ser decisivo en esa ecuación. Pero Rio descartó el jueves un acuerdo con los ultras, aunque ya pactó con ellos en el gobierno regional de Azores.
Mientras, Costa sigue jugando a todas las bandas. Ha insistido en que negociará con la izquierda, pero no se descartan "soluciones intermedias", como adelantó en un debate su ministro de Exteriores, Augusto Santos Silva: "Pueden resultar en un acuerdo de caballeros entre los partidos mayores para facilitar la vida al que forme gobierno". Rio recogió el guante enseguida, pero exigió que ese acuerdo fuera recíproco y dejó entrever algunas suspicacias sobre la caballerosidad de su rival. Un Costa que, a juicio del líder conservador, piensa ya en la segunda temporada de la geringonça. O lo que es lo mismo, en darle cuerda a su vaquita voladora.
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