Este artículo se publicó hace 15 años.
Las élites dejan Davos sin nuevas respuestas
El Foro Económico se ha vuelto más humilde por la crisis
2.400 años después y tras horas y horas de teoría en escuelas de negocios y prácticas en Wall Street, a las élites del mundo no les ha quedado más remedio que volver a Sócrates: "Sólo sé que no se nada", dicen que dijo el filósofo ateniense. Y aunque no constará en las conclusiones, parece el nuevo mantra del Foro Económico de Davos.
La gran cita del capitalismo global se clausura hoy y los 2.500 elegidos volverán a casa sin respuestas. El tsunami económico que vive el mundo les ha dejado estupefactos, como pudo verse en los cinco días de debates retransmitidos por Internet.
La cita coincidió con los peores registros económicos en décadas"Todavía estamos en el túnel y no sé cuándo vamos a ver la luz al final", admitía ayer el consejero delegado del banco Standard Chartered, Peter Sands, según informa Efe. Y añadía: "No sabemos dónde estamos".
El contraste con la edición de 2008 es espectacular: "Es inconcebible repito: inconcebible que tengamos una recesión mundial", pontificaba entonces el gurú Fred Bergsten. Ése fue el tono general: "No creo que en EEUU tengamos recesión, con lo que no está claro qué impacto tendría en las elecciones", ironizaba David Rubenstein, del grupo inversor Carlyle Group.
Algunos de los más osados ni siquiera han pisado Davos este año. Quizá porque su negocio se ha ido a pique, como los gerifaltes del desaparecido banco de inversión Lehman Brothers. O porque necesitan destinar cada segundo del día a conservar el puesto, como Bob Diamond, amenazado presidente de Barclays. Y aún hay quienes deben fajarse para disipar dudas penales, como el ex consejero delegado de Merrill Lynch John A. Thain o Sam DiPiazza, jefe de PricewaterhouseCoopers.
"La mejor guía es aún Los Diez Mandamientos", dice Simon PeresPara los que sí han estado en Davos no ha habido día sin algún derechazo directo a la mandíbula: los peores registros económicos en décadas en Alemania, EEUU, Japón o Reino Unido; previsiones sombrías del FMI, oleadas de despidos en grandes multinacionales, estimaciones de aumento salvaje del paro en el mundo según la OIT, encuestas que registran la moral por los suelos en el mundo de los negocios... Y la estocada, difundida el jueves: los directivos de las compañías financieras de Wall Street se embolsaron 18.400 millones de dólares en el catastrófico 2008, el sexto mejor año de la historia para ellos.
"Ésta solía ser la época del año en que el Hombre de Davos el banquero global y líder empresarial cuyas fortunas han crecido espectacularmente en las últimas tres décadas se pavoneaba de sus éxitos. Pero este enero, el Hombre de Davos se ha vuelto humilde", ironizaba el columnista John Gapper en el diario Financial Times.
"No hemos logrado lo prometido y todos debemos pedir perdón", bisbiseaba James Schiro, consejero delegado de Servicios Financieros Zúrich, en la mesa redonda sobre Los valores detrás del capitalismo de mercado, que a ratos parecía una terapia de grupo y a ratos una confesión ante un párroco.
Stephen Green, ejecutivo de HSBC, aportó su receta: "La regulación es importante, pero al final del día lo importante es el buen comportamiento, basado en valores".
Más claro fue aún Simon Peres, presidente de Israel: "La mejor guía es aún Los Diez Mandamientos". Lo dijo pocas horas antes de la soflama con que justificó la reciente masacre de Gaza y que tanto irritó al primer ministro turco, Recep Tayyip Erdogan. Oriente Próximo es otra herida que sangra en Davos: el año pasado, sus oráculos auguraron la creación de un Estado palestino en 2008.
La vuelta del EstadoCasi nadie ha puesto en duda que el Estado ha vuelto, lo que añade aún más desorientación al Hombre de Davos. Como mucho, el debate giró sobre cuándo la intervención pública debería irse retirando, momento que incluso los más radicales ven lejos.
La paradoja es que el campeón del libre mercado de esta edición ha sido el primer ministro ruso, Vladímir Putin. Los más optimistas del grupo siempre podrán colocar su foto junto a las de Adam Smith y Friedrich Hayek sin tener que recuperar a Sócrates.
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