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El emperador que quiso mover el Mediterráneo

El caudillismo xenófobo de Georges Frêche arrasa en Languedoc-Rosellón

A. PÉREZ

Las elecciones regionales que han cambiado las coordenadas políticas de Francia también tienen su lado sombrío, y no sólo por la resurrección de la familia Le Pen y del Frente Nacional. En Languedoc-Rosellón región hermanada con Catalunya se experimenta algo aún más oscuro: un caudillo racista nominalmente de izquierdas ha aplastado toda alternativa y se jacta públicamente de lo fácil que es ganar 'con el voto de los gilipollas'.

Georges Frêche, presidente de la región, es un personaje totalmente aparte en la política francesa. Corredor de fondo, empezó en el maoísmo en los años 60, y luego fue uno de los artífices de la victoria de François Mitterrand en 1981. Pero le guardó un inmenso rencor, porque Mitterrand nunca lo nombró ministro, frenando así su carrera nacional, que él esperaba deslumbrante.

Su expulsión del PS por su racismo, no ha frenado su carrera política

Vetado en París, relegado en ocasiones a simple diputado, y largos años alcalde de Montpellier, Frêche logró resarcirse conquistando la presidencia de la región en 2004. Entró entonces en el ansiado y acristalado edificio que corona el pomposo barrio de Antígona diseñado por Ricardo Bofill.

La primera medida de Frêche consistió en rebautizar todas las salas del inmenso edifico sede del Consejo Regional con los nombres de los grandes líderes históricos de la izquierda. Para el cartelito Sala François Mitterrand, sólo encontró un cuartucho: la sala de calderas y de contadores.

Frêche obtuvo en la primera vuelta del domingo un aplastante 34,3% de votos, con los que arrolló tanto al cabecilla local de los sarkozystas, Raymond Couderc (19,6%), como a la lepenista France Jamet (12,6%). Y eso que fue expulsado del PS hace dos años por sus derivas racistas. Ese racismo de izquierdas dejó totalmente fuera de juego una interesante experiencia de coalición Frente de Izquierdas-NPA (8,6%) y Europa Ecología (9,1%). Las dos fuerzas estaban de acuerdo en unirse en esta región para la segunda vuelta de este domingo. Como ninguna de las dos superó el preceptivo 10% , quedaron condenadas a pedir a sus votantes que frenasen a la derecha, sin apoyar abiertamente a Frêche. Al final se alzó con el 54,1% en la segunda vuelta.

La lista de sus excesos verbales xenófobos es interminable. Hace poco se rió de 'la jeta nada católica' del ex primer ministro socialista Laurent Fabius, a sabiendas de que este ha sido víctima de varios ataques antisemitas de la ultraderecha por la ascendencia judía de su madre. También ironizó sobre una selección francesa de fútbol con 'demasiados negros' e incluso trató a los harkis (argelinos que combatieron del lado de los franceses y hoy viven en Francia) de 'infrahombres'.

Frêche cree que en la selección francesa sobran los jugadores negros

En 2006, por la mera presencia de artistas israelíes en Montpellier, dijo que esa capital de la región era 'un puesto avanzado del Tsahal'. Por el contrario, en 2000, inaugurando un tranvía entre el centro y un barrio popular con muchos inmigrantes del Magreb, dijo: 'Aquí hay un túnel por el que se entra en Francia y se sale en Uarzazat'.

Ese racismo verbal obedece a una estrategia de populismo que le permite robar votos a los ultras, concesión que le ha valido la hostilidad abierta del Frente de Izquierdas, de los ecologistas y del NPA. También la dirección nacional del PS lo ha condenado, pero, para la segunda vuelta, la primera secretaria Martine Aubry hizo una concesión y pidió indirectamente el voto para este caudillo.

Poderoso Frêche. Al menos mentalmente. El hombre que hace una década, siendo alcalde de Montpellier, planeó llevar el mar a la ciudad, es decir moverlo 12 kilómetros. Luego, ya presidente, decidió rebautizar la región para eliminar su nombre histórico milenario y cambiarlo por Septimania. Sólo la ironía mundial ante ese nombre que, pese a su origen romano, suena a septicemia le impidió hacer realidad el cambio. Hace apenas dos años, cuando Convergència i Unió temía por la sequía en Catalunya, prometió un trasvase del Ródano que ni la URSS se hubiera atrevido a hacer.

Poderoso también porque es un hombre con garra de hierro. En la región del Aude, los viticultores conocen la miseria de un ex colaborador de Frêche que, caído en desgracia, tuvo que alejarse de Montpellier donde nadie le ofrecía trabajo y refugiarse en una bodega de un terruño. Un día de 2005 sonó el teléfono bajo las bóvedas. Era Frêche: '¡Si te crees que te voy a dejar tranquilo en tu bodega de mierda estás muy equivocado!', gritó.

El voto a este caudillo funciona de forma paralela al de la ultraderecha

En el pueblecito de Lézignan Corbieres, donde los frêchistas dominan a la segunda fuerza de la ciudad, los comunistas, un obrero con el pelo lleno de cal cuenta acodado a la barra del bar: 'Frêche es un francmasón muy poderoso'. Y sentencia: 'Sí, conoce muchas fórmulas de maleficio y por eso nadie puede con él'.

Aunque no todos caen en el cliché del Frêche nigromante, sí hay una realidad oscura. En una región azotada por el desempleo, con un nivel de instrucción inferior a la media nacional y problemas de identidad regional, el populismo caudillista de izquierdas que representa Frêche funciona. Como un voto del miedo, simétrico y paralelo al de la ultraderecha.

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