Este artículo se publicó hace 13 años.
Erdogan aspira a ser un nuevo Atatürk tras las legislativas turcas
El primer ministro confía en una victoria amplia hoy para cambiar la Constitución y gobernar Turquía hasta 2023
Turquía celebrará en 2023 el centenario de la fundación de la República por Mustafá Kemal Atatürk. Una fecha simbólica para los 50 millones de turcos llamados a las urnas en las elecciones legislativas de hoy y también para el primer ministro, Recep Tayyip Erdogan. Su formación, el Partido de la Justicia y del Desarrollo (AKP, según sus siglas turcas), aspira a gobernar otros cuatro años por tercera vez consecutiva. Erdogan tiene un sueño mucho más ambicioso: ser presidente del país hasta 2023 y convertirse en un nuevo Atatürk un siglo después de la caída del Imperio Otomano.
En las calles de Ankara y Estambul, la capital y el corazón económico de Turquía, Erdogan ha sido franco con sus conciudadanos. Además de la propaganda electoral del AKP, cuelgan de los edificios carteles gigantes con la cara del primer ministro y su lema de campaña: "Objetivo 2023". Como si estas legislativas, que deben renovar la Asamblea Nacional de 550 escaños, fueran un referéndum a favor de Erdogan y de su proyecto de reforma constitucional.
El principal partido de la oposición, el CHP, podría obtener más escaños
Si su partido gana las legislativas todos los últimos sondeos lo dan por hecho, el líder del AKP pretende cambiar la Constitución turca actual, una herencia de la dictadura militar (1980-1983) aún marcada por principios autoritarios a pesar de varias enmiendas, para instaurar un sistema presidencialista, como en Francia o Estados Unidos. Si el AKP gana, Erdogan volverá a ser primer ministro hasta 2015, justo un año después del fin del mandato del presidente Abdulá Gül, también del AKP. Nada podrá impedir legalmente a Erdogan presentarse a las elecciones presidenciales de 2014, aspirar a dos mandatos consecutivos de cinco años y ser así, con plenos poderes ejecutivos, jefe de Estado en funciones en 2023, tal como rezan sus carteles.
Desde que llegó al poder, en 2002, el AKP ha revolucionado el panorama político de un país anclado en una visión nacionalista de la nación turca controlada por un todopoderoso Ejército. Erdogan, exalcalde de Estambul, y el AKP han jugado con la carta del islam para atraer a una población 94% musulmana y con su imagen de puente entre Oriente y Occidente para favorecer las relaciones comerciales. En diez años, Turquía pasó de ser un país aislado a una potencia regional que en 2010, en plena resaca de la crisis financiera mundial, gozaba de una tasa de crecimiento de 8,9%. Ya es la 17ª economía mundial. Además, para responder a las presiones de la Unión Europea, Erdogan osó romper con tabús: se acercó a Grecia y Armenia, apartó el Ejército de los círculos de decisión, se relacionó con los kurdos... Es esta imagen de una nueva Turquía que vende el AKP.
Esas audacias del partido islamista ellos consideran que son como los democristianos de la vieja Europa han desorientado a las formaciones tradicionales turcas, todas herederas del nacionalismo laico de Mustafá Kemal Atatürk. Y los turcos se encuentran, frente a Erdogan, con el histórico y kemalista Partido Republicano del Pueblo (CHP) y el ultranacionalista MHP, que se refugian en sus discursos más conservadores.
Los analistas reconocen los éxitos del AKP, pero temen reflejos dictatoriales
Sin embargo, varios escándalos sexuales desvelados durante una campaña, marcada por los golpes bajos han acabado con las posibilidades del MHP que, según los sondeos, apenas alcanzaría el 10% de los votos, umbral mínimo para tener escaños. El CHP, fundado por el propio Mustafá Kemal, ha decidido aprovecharse de ello y dio un giro radical gracias a su dirigente Kemal Kiliçdaroglu, bautizado por la prensa local el Gandhi turco por, además de su parecido físico con el líder indio, lograr en tan sólo un año transformar un partido conocido por ser extremadamente nacionalista, antieuropeo y contrario a toda iniciativa del Gobierno de Erdogan, incluso de las reformas pro-democráticas, en una formación en defensora de la democratización y de las libertades individuales y colectivas, y que se define ahora de centroizquierda. El CHP de Kiliçdaroglu, que tiene en la actualidad 112 diputados, espera llegar a los 160, como vaticinan algunos sondeos.
El riesgo totalitarioUna de las cartas del partido es denunciar "la dictadura del AKP". Ahmet Altan, director del periódico Tarafa y antiguo defensor de los islamistas, escribió que no votará por el AKP porque "se dirige hacia el totalitarismo". Sencer Ayata, un conocido sociólogo, dijo que Turquía se está decantando por un sistema de un gobernante único. Hasta la revista The Economist, en su edición del 2 de junio, llamó a votar por el partido de Kiliçdaroglu "contra la autocracia" de Erdogan, aunque reconozca sus éxitos económicos y políticos. El CHP también denuncia los problemas de corrupción y de pobreza, aún endémicos.
El AKP espera pasar de los 341 escaños actuales a 367, ganando más del 50% de los votos, aunque sólo el 40% le permitiría gobernar. El principal objetivo de Erdogan es una amplia mayoría para enmendar la Carta Magna sin problemas. "Id a las urnas y con la conciencia libre votad por Turquía, por nuestro futuro, por la estabilidad", lanzó el viernes el primer ministro a sus seguidores. Los analistas occidentales, que confirman que más democracia pasa por una reforma constitucional, temen el auge de "un régimen AKP".
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