Este artículo se publicó hace 16 años.
Fernando Lugo, o cómo acabar con 61 años de dictadura
El autor ha sido asesor de comunicación del presidente electo de Paraguay. En este artículo narra cómo vivió una campaña larga y difícil
Fernando (Lugo) comparte su mesa. Cuando somos muchos, su equipo más cercano, el encargado de la rutina diaria, se retira al patio, a comer al aire libre. Si hay espacio, sus guardaespaldas, importantes colaboradores políticos, visitas, su imprescindible asistente Walter -siempre listo desde las cinco de la mañana- y el hoy presidente electo de Paraguay nos sentamos en torno a su modesta mesa redonda para disfrutar el almuerzo y el jugo preparado por Lucrecia.
Con sus ojos rasgados -es de origen japonés- y su sencillez monacal, Lucre cocina, pero nunca la vemos comer. Fernando ve la televisión al mediodía. Después, le gusta retirarse unos minutos para una siesta breve. A veces, se desprende de sus sandalias y disfruta de un habano. En la pared, destaca un cuadro con una imagen de El Greco. Los perros juguetean en la hierba. Uno de ellos, el más pequeño, lleva atado al cuello una cinta tricolor, con los colores de la bandera nacional. Así era un día cualquiera en campaña.
Pero el domingo 20 de abril fue diferente. Entramos a la casa, en el municipio de Lambaré -periferia de Asunción-, a las seis de la mañana, con la presidenta de la asociación argentina Madres de la Plaza de Mayo, Hebe de Bonafini. Fernando está con los periodistas, que han tomado el lugar. Nos recibe a todos con un abrazo. Su habitual sonrisa está más contenida. Cuando termine el día, espera ser presidente de la República.
Las encuestas internas nos dijeron que ganaría. Lo hicieron desde el primer momento. Desde diciembre. Pero pocos echaron las campanas al vuelo. En nuestra medición de febrero, Lugo tenía el 35% del voto, pero sólo un 17% del total creía que iba a ganar. El 61% pensaba que vencería la candidata oficialista, la mitad creía que con fraude.
El Partido Colorado se hizo con el poder en 1947, después de la guerra civil, y no lo abandonó en 61 años, incluidos los 35 de la sangrienta dictadura militar del general Alfredo Stroessner. La leyenda dice que los colorados controlan el país y que compran votos, actas electorales a interventores. Los herederos políticos y familiares del dictador siguen gobernando. Nunca dejaron de hacerlo. Su derrota era casi imposible.
Después de votar, de asistir a misa y de resistir con una sonrisa los insultos de una banda de jóvenes colorados en un colegio electoral, Fernando regresa a casa a la espera del resultado. El equipo quería llevarlo a un hotel, pero prefirió quedarse en su hogar.
Él siempre comparte. Toma el termo, llena la guampa y nos la acerca. El tereré -agua fría con mate- ayuda a soportar la temperatura y la humedad extrema. No estamos tranquilos. Nuestro sondeo a pie de urna dice que habrá mayoría amplia, por encima de diez puntos. Pero los medios de comunicación comienzan un baile de cifras capaz de desestabilizar al más cuerdo. Apagamos la radio y olvidamos los mensajes que llegan a los teléfonos móviles.
Alegría reprimida
Para las dos de la tarde, ya nadie duda de la victoria, pero la alegría es reprimida. Al filo de las cinco, reunimos al presidente electo y al equipo en el patio, frente al televisor. Entonces sí, con los resultados de los sondeos estalla la emoción. Los ojos se empañarán repetidamente hasta la madrugada, mucho más aún cuando llegamos al corazón de la ciudad y descubrimos el entusiasmo desatado, espontáneo. La gente enloquecida grita "Lugo, presidente" y da vivas al Paraguay.
Quedan atrás meses de campaña en los que se han vivido momentos muy complicados. Fernando y buena parte de su equipo, incluido el jefe de gabinete, Miguel Ángel López Perito Miguelo, carecen de experiencia en este campo. Además, la Alianza Patriótica para el Cambio, que respalda a Lugo, nace de una combinación compleja: diez partidos y otros tantos movimientos políticos que van de extremo a extremo y que comparten únicamente el anhelo de un cambio profundo y el final de una era de corrupción e impunidad.
El 20 de abril condena al olvido las noches de los teléfonos calientes, en las que, primero, el ex general golpista Lino Oviedo y, después el Partido Colorado, lanzaron campañas sucias contra Lugo, al que intentaron sin éxito relacionar con el secuestro y asesinato de la hija del ex presidente del país Cubas Grau, Cecilia, ocurrido un lustro atrás.
Oviedo, imputado por un intento de golpe de Estado, por el asesinato del vicepresidente Argaña y por el Marzo Paraguayo de 1999 en el que asesinaron a siete jóvenes manifestantes, saca en campaña a la madre de Cecilia Grau, que pide que no se vote por un "terrorista" y solicita el apoyo a quienes, en su opinión, tienen un historial limpio. Ella misma llamó "lloronas" a las madres de los jóvenes muertos en el marzo negro.
Las paredes del país fueron manchadas de carteles en los que Lugo aparecía como activista de las FARC, anticristo, asesino, chavista, traidor a la iglesia, comunista... Nuestros teléfonos sonaban enloquecidos para reclamarnos que se hiciera algo, que se respondiera de la misma manera. Pocos comprendían que era mejor no caer en esa estrategia ofensiva.
El 17 de abril, el último día de campaña, el pánico se apoderó de muchos ciudadanos al conocer que habíamos decidido que Fernando no participara en el debate del gran pope de la televisión paraguaya, Humberto Rubín. Enrabietado, el presentador dedicó a Lugo calificativos como "estafador" y "cobarde", mientras nosotros nos esforzábamos en explicar que no tenía sentido arriesgar cuando los opositores sólo querían seguir con sus calumnias.
La campaña, como ya sucedió en Ecuador con Rafael Correa, se ha caracterizado por un feroz ataque por parte del resto de los candidatos, que usaron la intoxicación y la mentira para impedir lo inevitable. En menos de un año, Fernando ha pasado de ser el "obispo de los pobres" a convertirse en presidente de la República sin tener un partido político. Él dice que es "agua del pozo". Tranquilo y conciliador. Sólo de este modo ha sido posible que toda la oposición, de extremos y centro, se haya unido para hacer posible el cambio anhelado durante muchas décadas y que parecía un objetivo inabordable. Lo dijo sobre la campaña y ahora lo dice sobre su Gobierno. "Será difícil, pero no es imposible". Palabra de Lugo.
La primera dama será su hermana MercedesBúsqueda protocolaria
Su condición de obispo, aunque suspendido ‘a divinis’ por el Vaticano, ha provocado la curiosa situación de que el presidente electo deba buscar una persona que haga las funciones de primera dama. Finalmente, la elegida será su hermana mayor, Mercedes, una docente rural jubilada de 65 años.
Analizar los ejes del partido
Si todo continúa en Paraguay según lo previsto, Mercedes Lugo comenzará a ejercer su función el 15 de agosto. Ayer, abordada por decenas de medios de comunicación, aseguró que su primer objetivo es analizar los ejes del programa social de la Alianza Patriótica para el Cambio (APC), la coalición que llevó a Fernando Lugo al poder.
Objetivo prioritario
La ex maestra indicó que, sin duda, una de las principales prioridades que encarará una vez asuma oficialmente el cargo de primera dama es ocuparse de la situación de mendicidad de los niños de la calle y de las mujeres maltratadas en el país. “Me duele muchísimo ver a tantos niños y jóvenes en la calle, las mujeres abusadas, explotadas. Habría que revertir todo eso para que todos tengamos el mismo derecho. Lo que deseo es una equidad en esta tierra”, afirmó la futura primera dama
Mejorar la educación
Preocupada por la falta de recursos educativos, Mercedes Lugo señaló que “es inadmisible que en el campo haya escuelas debajo de árboles. Sin tiza ni pizarras que los docentes compran”.
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