Geert Wilders, un islamófobo condenado que llega al poder en Países Bajos con la promesa de frenar el "tsunami de refugiados"
De 17 a 37 escaños, el partido ultraderechista que quiere sacar de la UE a uno de los países que la impulsaron se convierte en primera fuerza con un candidato histriónico que ha puesto a la población marroquí en su diana con notable éxito.
Jairo Vargas Martín
Madrid-Actualizado a
Otra sacudida nacional populista en el norte de Europa ha llevado contra todo pronóstico a Geert Wilders, líder del ultraderechista Partido de la Libertad (PVV), a pilotar la próxima formación de Gobierno en los Países Bajos. Con 37 de los 150 escaños del Parlamento neerlandés, el político xenófobo, ariete del islam y euroescéptico culmina un viaje que comenzó en 2006 con la fundación de su partido tras su expulsión en 2004 del partido liberal holandés. Los resultados de los comicios del miércoles son, con mucho, los mejores de su formación desde los 24 diputados obtenidos en 2010.
La fórmula electoral de Wilders es ya conocida en numerosos países europeos y calca a la perfección el discurso que aupó a Donald Trump a la Presidencia de Estados Unidos en 2017. Hay quien le apoda como el Trump neerlandés aunque la andadura política de Wilders, incluso su cabello ceniza teñido y repeinado, es muy anterior a la aventura electoral del magnate estadounidense y ya le valieron el apodo de Mozart.
Hay quien le apoda como el Trump neerlandés aunque la andadura política de Wilders es muy anterior a la aventura electoral del magnate estadounidense
Sin embargo, hay eslóganes calcados, no solo de Trump, sino de la extrema derecha populista europea, desde Lepen a Salvini, pasando por las manidas soflamas antiélites de Vox y la línea del húngaro Orbán. Aunque Wilders siempre ha jugado a traspasar cualquier línea roja de lo políticamente correcto, como cuando compara el Islam con un totalitarismo, cuando asemeja el Corán al Mein Kampf de Adolf Hitler o cuando llama delincuente a gran parte, si no a toda, la población marroquí de Países Bajos, el tercer colectivo de extranjeros con más peso en el país.
Condena por incitar al odio
Ello le ha valido innumerables querellas por las que se ha sentado dos veces en el banquillo. La sacrosanta libertad de expresión le ha eximido en todas las ocasiones, salvo en una. En 2016 fue condenado por incitar al odio y a la discriminación de los musulmanes, en especial a los marroquíes, cuando en un mitin de campaña preguntó al público si querían más o menos marroquíes en el país. "Nos ocuparemos de ello", respondió a las masas que gritaban enfervorecidas "¡menos!". La condena, en cualquier caso, fue simbólica. Sin pena ni sanción económica.
Si en EEUU arrasa el "America First" de Trump, Wilders aboga por "priorizar los intereses de los neerlandeses", que según su discurso tras conocerse la victoria, "han dicho que están hartos hasta la náusea y ahora esperan que el pueblo pueda recuperar su nación y que consigamos reducir el tsunami de solicitantes de asilo y de inmigrantes".
Migración, eje de campaña
La migración ha sido, con diferencia, el gran eje de la última campaña, recuerda Blanca Garcés, doctora en Ciencias Sociales por la Universidad de Ámsterdam y experta en migraciones del CIDOB. "Parte de la victoria se explica por la normalización de un discurso duro antimigración que se ha instalado en el país desde hace años, pero en esta campaña más que nunca, a pesar de que hay temas mucho más graves como la crisis de vivienda o las medidas para frenar el cambio climático y el rechazo que generan en determinados sectores", apunta.
En ese sentido, Wilders ha sido el rey. "Le ha dado más visibilidad que nunca porque la mayoría de los partidos han adoptado posiciones similares. Y una vez normalizado, el electorado ha elegido el original en lugar de la copia", considera Garcés.
No en vano, la dimisión del ex primer ministro Mark Rutte y el adelanto electoral se debieron a la falta de acuerdo en el Gobierno de coalición a cuenta de la acogida de refugiados. La falta de acuerdo para limitar la reunificación familiar para solicitantes de asilo, un derecho básico y fundamental, llevó a la ruptura del Gobierno y orientó la campaña electoral. "Ahora no se ha hablado solo de refugiados, sino del número total de llegadas de migrantes, también de estudiantes extranjeros o de trabajadores cualificados. La idea central es que tienen que poner límite al número total de personas que se deja entrar en el país", considera la experta.
Y en ese ámbito, la trayectoria de Wilders ha sido constante, pero ha sabido acomodarla a la coyuntura. Ha pasado de hacer bandera del antislamismo y contra el multiculturalismo; de enarbolar el llamado choque de civilizaciones y el supuesto fracaso de la integración de los musulmanes, a sumarlo como un elemento más de los que han conducido a la falta de vivienda y al deterioro de otros servicios públicos.
¿Quién es Geer Wilders?
Los expertos señalan que Wilders es una de las caras fijas de la política neerlandesa de las últimas dos décadas. Los líderes de casi todos los demás partidos han cambiado, pero él siempre ha permanecido. Histriónico y polémico, calculadamente deslenguado, ha buscado la confrontación constante desde la fundación de su partido.
Supo hacerse un hueco en la política gracias a su etapa de juventud como comercial de seguros sociales privados y después en las prestaciones públicas. "Adquirir un conocimiento preciso de los distintos niveles de la protección social de su país, caracterizada por la generosidad de unos subsidios que en ocasiones daban pie a situaciones de picaresca y abuso, no convirtió a Wilders en un defensor a ultranza del Estado del bienestar holandés, el Verzorgingsstaat", explica Roberto Ortiz de Zárate, en una detallada biografía. Al contrario, supo subirse a la ola ultraliberal que pedía menos impuestos y menos prestaciones sociales bajo el mantra de que eran copadas por personas migrantes. Así despegó su carrera política como concejal en el Ayuntamiento de Utrecht.
Se puede decir que Wilders ha sido absorbido por una espiral de odio que se autoalimenta y refuerza constantemente. En 2004 fue asesinado a tiros en plena calle de Ámsterdam el cineasta Theo Van Gogh, polémico y satírico a partes iguales contra los políticos y el Islam. Estaba amenazado de muerte. Era sarcástico con la clase política holandesa y las religiones, con la fe de Mahoma en particular. Van Gogh estaba amenazado de muerte y consumó el asesinato un joven holandés de padres marroquíes.
Escoltas permanentes
Desde entonces, Wilders tensó más la cuerda islamófoba enarbolando una dura oposición a la entrada de Turquía en la UE. Acabó expulsado de su formación, el Partido Popular por la Libertad y la Democracia (VVD) para fundar su propia formación, mucho más escorada a la derecha nacional populista.
Empezó a abogar por la prohibición del Corán en Holanda, por el cierre de mezquitas, según él, foco de radicalización y violencia, y a censurar el uso del velo. Lo hizo en clave nacional, erigiéndose como defensor de los derechos del colectivo LGTBI+, del feminismo y de la libertad sexual, amenazadas dice, por el totalitarismo islámico.
Así fue como acabó identificando el Islam en su conjunto con el yihadismo, la violencia machista y la inseguridad en las calles. Llegó a tal extremo que recibió amenazas de muerte desde múltiples frentes, entre ellos, la organización terrorista Al Qaeda. Esto lo ha convertido en un político siempre rodeado de escoltas.
Hasta seis guardaespaldas designados por el Estado acompañan a Wilders a diario, sobre todo después de que se detuviera a dos personas armadas en La Haya que supuestamente preparaban un atentado contra él y otra diputada liberal. Estas fuertes medidas de seguridad han condicionado y alimentado su postura xenófoba, que ahora es punta de lanza del futuro gobierno, ha reducido sus apariciones públicas y lo ha convertido en alguien reservado, incluso apartado socialmente.
Ha suavizado su discurso durante la última campaña –o bien lo han endurecido todos los demás– y medidas como la prohibición del Corán o el cierre de mezquitas han quedado relegadas a un segundo plano. Países Bajos "tiene otros problemas más importantes" ahora mismo, dijo el miércoles.
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