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A golpes contra la opresión en Kabul

Un grupo de mujeres boxeadoras se entrena, bajo amenazas, para participar en los Juegos Olímpicos de 2012

ANTONIO PAMPLIEGA

Me han amenazado de muerte por entrenar a estas chicas. Me da miedo que la gente me reconozca por la calle', afirma Mohammad Sabir Sharifi sin apartar la mirada de sus chicas mientras hacen ejercicios de calentamiento. Cuando estáa punto de cumplirse el décimo aniversario del comienzo de la guerra de Afganistán, sigue existiendo la triste realidad de aquellos que se enfrentan al legado dejado por los talibanes. Un discurso de machismo, sometimiento y odio hacia la mujer que ha calado en la sociedad afgana y que, diez años después, permanece muy presente. 'Elegí entrenara chicas para demostrar a los afganos que las mujeres también pueden practicar este deporte; el boxeo no es sólo cosa de hombres', señala Sharifi.

En una esquina de un lúgubre y destartalado gimnasio, una mujer descarga con toda su rabia los pesados guantes azules contra el saco que cuelga del techo. Una y otra vez hasta que perladas gotas de sudor comienzan a resbalar por su frente. Shabnam, de 18 años, es una de las cuatro candidatas a participar en los Juegos Olímpicos de Londres 2012 representando a Afganistán. 'Espero que con la ayuda de Dios pueda ganar una medalla para mi país', afirma esta chica de enormes ojos marrones y que entrena en el gimnasio sin el hiyab, el velo islámico. 'Me molesta para competir, estoy más cómoda sin él', sentencia.

Los talibanes prohibieron a las mujeres la práctica del deporte

Shabnam, junto a sus hermanas Fátima, Sadaf y Shudufa, fue la pionera en formar parte de la selección nacional femenina de boxeo de Afganistán. Desde entonces, tres días a la semana (sábado, lunes y miércoles) 25 chicas de entre 14 y 22 años dejan atrás los prejuicios y se enfundan su chándal para demostrar al mundo que las mujeres afganas están preparadas para afrontar cualquier reto.

Este grupo de valientes se entrena en el estadio Ghazi, el mismo que utilizaban los talibanes para ejecutar, públicamente, a las mujeres que habían sido acusadas de adulterio. Hoy, su memoria vive en cada sonrisa de este grupo de chicas. Pero este gimnasio es una isla en un inmenso mar de prejuicios.

Una atleta afgana de 19 años desapareció antes de competir en Pekín 2008

'Tenemos muchísimos problemas con la sociedad porque Afganistán es un país religioso y hay muchos pensamientos retrógrados de hombres y mujeres afganas que no entienden que sus hijas practiquen deporte. Solamente las familias de clase social alta apoyan y alientan a sus hijas a hacer deporte. El resto de la sociedad está en contra', confirma Mohammad Sabir Sharifi. El espíritu talibán ha empapado la manera de pensar de muchos ciudadanos afganos que no están de acuerdo con el gobierno pro occidental y con la libertad que este otorga a las mujeres.

Cuando, en 1996, las hordas talibanes del mulá Omar se hicieron con la práctica totalidad del control del país, prohibieron a las mujeres la práctica de cualquier tipo de deporte argumentando que se trataba de una violación de la Sharia, la ley islámica. Ese mismo año se prohibió a las mujeres trabajar y se las encerró en la cárcel azul en la que se convirtió el burka. 'Hemos luchado mucho durante estos años, pero las mujeres afganas aún tenemos un largo camino por recorrer para conseguir equipararnos a los hombres en cuanto a derechos', sentencia tajante Sohaila, activista de Afghan Woman's Network,una asociación de mujeres que engloba a más de 60 agrupaciones en todo el país.

A pesar de contar con el apoyo incondicional de sus familias y su entrenador, estas chicas tienen muy presente el caso de Mahboba Ahdyar, una prometedora atleta afgana. Especialista en los 1.500 metros lisos, esta muchacha de 19 años se hizo mundialmente conocida porque se iba a convertir en la única mujer que representase a Afganistán en unos Juegos Olímpicos, concretamente, en los de Pekín de 2008.

Sin embargo, su vida cambió cuando la prensa internacional comenzó a hacerle entrevistas. Desde ese momento, sus vecinos comenzaron a increparla cada vez que la veían por la calle. Las humillaciones llegaron a tal punto que la joven atleta tuvo que salir de casa con el burka puesto para evitar que la reconociesen por la calle.

Los conflictos políticos, la guerra y las múltiples críticas que recibía, obligaron a Mahboba a realizar la mayoría de sus entrenamientos en el patio de su casa, en Kabul, y sólo algunas veces podía ir a entrenar a una pequeña pista de atletismo con el resto del equipo.

Semanas antes del inicio de los Juegos Olímpicos de Pekín, la chica desapareció del centro de alto rendimiento en Formia (Lazio, Italia), donde estaba concentrada con sus compañeros, preparando la cita olímpica. Sus maletas, su pasaporte, su vida y su nombre desaparecieron para siempre.

Este malogrado precedente sirve de triste recordatorio a todas las mujeres que actualmente continúan haciendo deporte en Afganistán. Un precedente que este grupo de mujeres que ahora se entrenan para ser boxeadoras y representar a su país en los Juegos Olímpicos de Londres 2012 quiere olvidar.

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