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Guantánamo espera al próximo presidente

El sucesor de Bush deberá superar varias trabas legales para cerrar la prisión

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La Administración Bush "lamentablemente no" echará el cerrojo a Guantánamo antes de abandonar la Casa Blanca el 20 de enero. Lo confirmó hace una semana el secretario de Defensa de EEUU Robert Gates. El cierre de esta prisión de la vergüenza, en la que permanecen detenidas indefinidamente 250 personas, recaerá en el próximo presidente.

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Tanto el aspirante demócrata Barack Obama como su rival republicano John McCain han asegurado que clausurarán la base, pero ninguno de ellos ha detallado cómo lidiará con algunos de los problemas legales más espinosos de la clausura de la prisión. Cumplir la promesa será difícil, declararon altos cargos del Gobierno bajo condición de anonimato a The New York Times.

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"El nuevo presidente rechinará los dientes y se dará cabezadas contra la pared cuando se dé cuenta de lo complicado que es cerrar Guantánamo", dijo uno de los entrevistados. La citada fuente señaló que el próximo inquilino de la Casa Blanca podría reconsiderar su decisión cuando acceda a la información confidencial que, según el Gobierno de Bush, justifica la detención indefinida de docenas de presos.

Para entender los complejos vericuetos legales hay que remontarse a la decisión del Tribunal Supremo estadounidense en junio de garantizar el habeas corpus a los prisioneros de Guantánamo o, lo que es lo mismo, su derecho a pedir su puesta en libertad ante un juez, que debe determinar si se justifica su encarcelamiento.

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La histórica sentencia abrió las puertas para que un juez federal ordenara por primera vez la liberación en EEUU de un grupo de detenidos de Guantánamo el pasado 7 de octubre.

El Departamento de Justicia apeló y ganó la decisión del juez federal, al sostener que los 17 hombres, musulmanes chinos de etnia uigur, siguen siendo "peligrosos". Esta afirmación complicó los esfuerzos diplomáticos para encontrar un país, distinto a China, dispuesto a aceptarlos.

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Las leyes estadounidenses prohíben la entrega de detenidos a países en los que se permite la tortura. Por eso los 17 uigures no pueden ser devueltos a China, ni tampoco muchos de los otros detenidos. Por otro lado, EEUU se resiste a liberar en su territorio a detenidos que podrían amenazar el país.

El propio Gates insistió en que Guantánamo no se cerrará hasta que el Congreso prohíba a los presos emigrar a EEUU, lo que seguiría sin solucionar el problema de qué hacer con ellos.

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Los defensores de clausurar Guantánamo insisten en que es necesario sopesar las potenciales consecuencias del cierre con el daño a la reputación estadounidense de mantener el status quo, algo que deberá hacer el próximo presidente cuando Bush le traspase esa enorme patata caliente.

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