Este artículo se publicó hace 2 años.
El doble filo de las armas enviadas a Ucrania
La ayuda de los países occidentales podría resultar insuficiente si la guerra se alarga. Además, la permanencia del armamento en una Ucrania posbélica podría suponer un riesgo difícil de asumir para la reconstrucción del país y para la seguridad de los mismos Estados europeos.
En esta nueva fase de la invasión rusa, centrada en el este del territorio, Estados Unidos y los aliados occidentales de Ucrania han incrementado su suministro de armas a este país, evidenciando, ya sin tapujos, su participación indirecta en la guerra contra Rusia. Sin embargo, tal ayuda cuenta con serias limitaciones.
Pese a su eficacia inicial, esta podría ser insuficiente si la guerra se alarga y Rusia se rehace de los contratiempos sufridos en los primeros dos meses de contienda. Además, la permanencia de este armamento en una Ucrania posbélica podría suponer un riesgo difícil de asumir para la reconstrucción del país y para la seguridad de los mismos Estados europeos que están contribuyendo a esa ayuda.
El presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, de visita el jueves en Kiev, ha sido uno de los últimos en prometer más envíos de armas a Ucrania, en concreto camiones, vehículos ligeros y 200 toneladas de munición, una aportación importante, pero mucho menos voluminosa que los masivos despachos desde Estados Unidos, donde los miles de millones de dólares en armamento que han remitido a Ucrania son calificados ya como "el arsenal de la democracia".
Entre estas armas estadounidenses valoradas en más de 2.300 millones de euros solo desde que comenzó la invasión rusa el 24 de febrero e incrementadas en 730 millones en el último compromiso de ayuda armamentística, figuran helicópteros adaptados al combate, cañones de campaña ligeros M777, munición, drones de ataque y espionaje, y sistemas de radares.
"El Ejército ucraniano está utilizando las armas que le estamos enviando con un efecto devastador", afirmó hace unos días el presidente estadounidense, Joe Biden, cuando anunció el nuevo paquete de asistencia militar. Las imágenes de carros de combate rusos destruidos por drones artillados o misiles antitanque Javelin, los helicópteros derribados por misiles Stinger tierra-aire y otros daños producidos en las fuerzas invasoras ilustran la propaganda estadounidense sobre los efectos mortales de la ayuda exterior al ejército ucraniano.
Pero ahora, cuando la guerra parece haber entrado en una nueva fase, Ucrania reclama otro tipo de armamento, desde sistemas antimisiles de mayor rango a artillería pesada, carros de combate e incluso aviones cazabombarderos.
La ofensiva rusa en la región oriental del Donbás apunta a la evolución en el bando ucraniano de su actual guerra híbrida de posiciones, guerrilla y golpes puntuales contra instalaciones y avanzadillas del enemigo, hacia un conflicto más clásico de grandes agrupaciones militares enfrentándose en terreno abierto.
Para este tipo de combates es necesario material bélico diferente al hasta ahora proporcionado, donde prime la artillería de campaña, los sistemas móviles de misiles y antimisiles, y los helicópteros y aviones de combate. "Los ucranianos se están preparando para afrontar esta nueva etapa de la guerra y nosotros, obviamente, les vamos a ayudar. No es un secreto", ha indicado al respecto el alto representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, Josep Borrell.
Además de armamento de diferente capacidad defensiva y ofensiva, Ucrania ha recibido apoyo en materia de ciberinteligencia y de inteligencia convencional, con asesores sobre el terreno, informes por satélite y drones, y datos de contrainteligencia sobre la labor de agentes rusos en territorio ucraniano. Los aviones de la OTAN no cruzan las fronteras de Ucrania, pero las fotografías e información que suministran con sus vuelos en las inmediaciones de este país está ayudando mucho al Ejército ucraniano a la hora de prever los movimientos de las fuerzas rusas.
Sin embargo, para garantizar la efectividad de este suministro de inteligencia, se precisa una mayor implicación occidental, incluida la asistencia sobre el terreno de muchos expertos en espionaje y operaciones secretas.
Y es cierto que las remesas de armas a Ucrania han incrementado la capacidad de resistencia del Ejército ucraniano a la par que el desgaste ruso, pero no están llegando a ser a ser "decisivas" para una eventual victoria de Kiev, pese a la cacareada publicidad estadounidense. Tal triunfo parece poco probable ante el repliegue ruso hacia el este de Ucrania y la esperada llegada de nuevas unidades frescas de Rusia al frente ucraniano.
El Kremlin ya conoce demasiado bien los errores que ha cometido en estos casi dos meses de guerra. El alargamiento del conflicto debido al apoyo occidental podría llevar a que Moscú adoptara medidas excepcionales para terminar la guerra y cumplir sus objetivos militares en un conflicto en el que ese apoyo armamentístico occidental a Ucrania de momento solo ayuda a prolongar la guerra, mientras se reducen las expectativas de diálogo.
El ministro de Asuntos Exteriores ucraniano, Dmitro Kuleba, comparó esta semana la nueva fase de la contienda con algunos escenarios de la Segunda Guerra Mundial, "con grandes operaciones militares en las que tomarán parte miles de carros de combate, blindados, aviones y artillería". El problema es que no parece que, a corto o medio plazo, vayan a llegar al bando ucraniano esos tanques, esa artillería pesada y, menos aún, los aviones.
Estados Unidos ha propuesto reemplazar a varios países del este de Europa parte de su viejo arsenal de origen ruso, especialmente aviones y carros de combate, por nuevo material y a un coste "satisfactorio". Pero países como Eslovaquia, Polonia o los Bálticos saben exactamente el riesgo que supondría enviar con éxito ese tipo de armamento a Ucrania y cómo inmediatamente quedarían sus aeródromos e instalaciones militares bajo el punto de mira ruso.
Pero incluso el incremento en el volumen de armamento enviado desde Occidente a Ucrania se puede convertir pronto en una carga demasiado pesada de aguantar para los hombros de los países que aportan la ayuda. Canadá ya se ha visto con problemas a la hora de suministrar cohetes y países como Alemania han descartado el envío de carros de combate para la nueva fase de la guerra simplemente porque tendrían que reducir sus propios arsenales de este tipo de armamento.
También en Estados Unidos se contempla con preocupación los alardes de generosidad del presidente Biden. Una prolongación excesiva de la guerra podría reducir drásticamente los stocks de armas estadounidenses y poner en un serio brete a la producción de determinados armamentos, como los sistemas anticarro y los misiles tierra-aire de alta precisión, que han causado un ingente destrozo a los tanques y otros blindados rusos en esta guerra.
No solo los almacenes de tales armas tienen una limitación. La producción de misiles Stinger o Javelin es muy costosa, con procesos largos que requieren especialistas con salarios elevados.
La guerra a gran escala de Ucrania le está saliendo ya cara a Washington y aunque le interesa la erosión militar rusa, si se prolonga demasiado en el tiempo la contienda, el daño al arsenal estadounidense puede ser irreversible. Y ello con la sombra en lontananza de otros conflictos que pueden ser mucho más preocupantes para Estados Unidos que una guerra más en Europa.
La amenaza de una crisis armada entre China y Taiwán es una posibilidad real contemplada por los estrategas estadounidenses, y sus efectos en la hegemonía de Washington en el Pacífico podrían ser mucho más profundos para su liderazgo mundial que el conflicto de Ucrania.
El presidente ucraniano, Volodimir Zelenski, ha dejado traslucir esa preocupación ante la posibilidad de que no se mantenga el nivel y ritmo de suministro de armamento occidental en un momento en que las tropas rusas se pertrechan para esta ofensiva del Donbás y se avecina un cambio de paradigma en el combate. El presidente ucraniano dijo que veía con "cauteloso optimismo" que los países occidentales comiencen a entender las necesidades de la naturaleza de la ayuda militar que tiene en estos momentos el país. "Estamos haciendo todo lo posible para asegurar ese suministro de armas a nuestro Ejército", aseveró. Y citó que sus esfuerzos se están concretando a través de "todos los canales posibles, oficiales y no oficiales, para acelerar la entrega de la ayuda".
Esta es una de las cuestiones que preocupan en el Pentágono y Bruselas: que muchas de las armas adquiridas por canales "no oficiales", o incluso oficiales, no lleguen a las manos adecuadas. Un riesgo muy grande si, una vez que se alcance un armisticio, Ucrania queda reducida a un Estado fallido, dividido en una zona de influencia rusa y otra occidental, donde proliferen grupos paramilitares armados demasiado alegremente durante la guerra.
Si bien es fácil rastrear el sistema antimisiles S-300 enviado por Eslovaquia a Ucrania, no lo son tanto los miles de armas antitanque Javelin ni los fusiles de asalto convencionales ni la munición de los mismos. Tampoco los drones tipo Switchblades o los Phoenix Ghosts, armas de ataque que, en una situación inestable dentro de un país, podrían poner en jaque a cualquier administración. Y no solo en Ucrania, sino en los países vecinos de la Unión Europea y la OTAN.
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