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Los haitianos empiezan a huir ante la falta de ayuda

El Gobierno planea trasladar a miles de personas de Puerto Príncipe por temor a epidemias

DANIEL LOZANO

2010-01-17Una bomba atómica de la naturaleza ha destruido Puerto Príncipe. El caos sigue reinando en las calles de la capital de Haití y ha complicado, de momento, el reparto de la ayuda humanitaria que está llegando a la isla. Muchos haitianos están huyendo de la ciudad ante la falta de alimentos.

El Gobierno ya prepara el traslado masivo de los supervivientes ante el riesgo de epidemias. Unas 600.000 personas se ha quedado sin techo, según el Gobierno. 'En muchos casos vamos a tener que proceder al desplazamiento de la población, y planeamos construir campamentos provisionales para recibir a las víctimas', dijo ayer el ministro del Interior, Antoine Bien-Aimé.

El reparto de alimentos es muy lento por el caos que reina en la capital

El caos es de tal magnitud que se espera la llegada de las tropas de EEUU como si fueran el Séptimo de Caballería. Hillary Clinton, la secretaria de Estado llegó ayer a Puerto Príncipe, dispuesta a organizar antes de rehabilitar. Una réplica de 4,5 en la escala Richter aumentó el nerviosismo.

Nadie manda en Haití, excepto en el aeropuerto, tomado ya por la avanzadilla de los marines. Pero ni siquiera en los alrededores de la terminal el Gobierno haitiano ha hecho acto de presencia. La carretera que lleva hasta el aeropuerto se colapsó durante horas. Estas dificultades son las mismas que se encuentran para la distribución de los alimentos. Lo que se ha hecho para paliar el hambre de la población es aún poco y, a todas luces, insuficiente. EEUU asegura que ha logrado repartir las 160 toneladas de comida que se habían acumulado en las pistas del aeropuerto, lo que equivaldría a 600.000 raciones diarias de comida. Pero en distintos rincones de la ciudad, recorridos ayer por Público, no tenían ninguna noticia de ayuda humanitaria.

'La gente todavía no se ha repuesto del tremendo susto. Por eso siguen en las calles, por eso ves tantas miradas perdidas. Pero en cuanto entierren a sus muertos y sientan el hambre, saltarán. Y cuando los haitianos saltan', profetiza Jean Bernard, buscavidas haitiano que vive buenos momentos por su habilidad para saber qué pasa en la calle.

El ministro de Interior estima que hay hasta 200.000 muertos

En la capital haitiana sobreviven hoy varias ciudades. Una de ellas es la ciudad de los cementerios al aire libre, repartidos por las esquinas, junto a las morgues, cerca de los hospitales, en las fosas comunes Cadáveres y más cadáveres, pese a los cinco días transcurridos. Miles y miles se ven. Otros miles permanecen debajo de los edificios. Los más optimistas apuestan porque la cifra estará en torno a los 50.000. Los pesimistas temen que superen los 100.000. Y los más conmocionados por esta catástrofe devastadora estiran los números hasta proporciones difíciles de soportar. Entre ellos figura el ministro Bien-Aimé, que ayer adelantó su propia estimación: 200.000 muertos, de los que 50.000 ya se han recogido, sostuvo.

La segunda de las nuevas ciudades dentro de la gran capital es la de los refugiados. Puerto Príncipe es un gran campamento, también al aire libre. La Cruz Roja calcula que en el Campo de Marte duermen 50.000 personas. Junto al Palacio Presidencial permanecen centenares de haitianos que han perdido todo. Más o menos el mismo número que ha tomado el Centro Olímpico. Varias jóvenes se bañan desnudas en uno de sus laterales. Seguramente será el mejor momento del día. El pudor se acabó con el terremoto.

La tercera ciudad es la de la destrucción, apocalíptica. Es difícil contar cuántas viviendas, centros comerciales, hospitales o colegios se han hundido. Pero no es ninguna locura adelantar que entre el 50% y el 70% de los edificios se han desparramado, destrozados por el temblor. Y los que han quedado de pie también se han resquebrajado de una u otra forma.

El presidente René Preval trata de dar soluciones a estas tres ciudades en las que se ha convertido Puerto Príncipe y le abruman. Pero el caos es de tal calibre que nadie acierta a saber cómo. Cuatro camiones de bomberos distribuyen galones de agua entre los afortunados que los ven llegar. Cuatro camiones para toda la ciudad.

Joasil Ronald, su inspector principal, asegura, muy optimista, que han podido mitigar la sed de sus paisanos y que el alcalde parece coordinar los operativos desde un cuartel del centro. 'El pueblo está bien, ahora tiene agua', continúa el bombero. 'Pero ahora están esperando comida. Hacen falta alimentos. Por favor, ¡ayúdennos¡'.

El clamor del bombero tiene una razón: conoce a su gente. Sabe que los brotes de violencia son, de momento, esporádicos. Cientos de personas saquearon ayer el antiguo centro comercial, según Efe. Arrasaron almacenes y bodegas de la Avenida Dessalines para llevarse sacos de arroz y alimentos secos. Otra información de Reuters aseguraba que la Policía repelió a tiros otros asaltos en el centro de la ciudad.

Mientras, el rescate de las víctimas está en manos de los héroes. Como el bombero español que se ha convertido en uno de los rostros de la tragedia tras rescatar a un pequeño. O como Villandry, un bombero francés, que ayer se lanzaba como Spiderman ante una montaña de escombros. 'Hemos sacado 20 cadáveres en 24 horas, pero creemos que puede haber gente viva'. No es tiempo para las palabras. El francés se lanza al edificio y vuelve a gatear junto a su compañero. Nadie les ayuda. Nadie les observa.

La hecatombe es de tal calibre que es muy difícil encontrar a los 26 equipos internaciones de rescate. Los cuatro de EEUU han rescatado a 15 personas vivas. Pero todavía quedan miles atrapadas. Sólo nuevos milagros devolverán la vida a alguno de ellos.

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