Este artículo se publicó hace 14 años.
El hambre engrosa las filas terroristas en Mali
La extrema pobreza del norte del país facilita el proselitismo de Al Qaeda
Camellos, turbantes y gafas de espejo al estilo sheriff norteamericano. Ese es el espectáculo que ofrece la feria de ganado de Djebok, en pleno desierto del Sáhara maliense, el único punto de encuentro semanal de las tribus nómadas tuareg y un lugar peligroso para los turistas en opinión de la embajada española, que recomienda no viajar al norte del país. Según fuentes militares malienses, grupos de delincuentes locales interactúan con los terroristas de Al Qaeda en el Magreb Islámico (AQMI) a través de las actividades tradicionales de la zona, como el tráfico de drogas y personas.
"Los salafistas argelinos les engañan. Dicen a los jóvenes de por aquí que les darán mucho dinero, y la gente es muy pobre y se siente muy abandonada", explica Omar, un vendedor de camellos recién llegado de la región de Kidal, donde según las mismas fuentes están los responsables del rapto los tres cooperantes españoles secuestrados hace más de tres meses.
Algunos terroristas se han casado con mujeres tuareg para integrarse
En Kidal y en Tombuctú algunos responsables de AQMI se han casado incluso con mujeres de tribus tuareg para integrarse en la población, de modo que esos lazos familiares y comerciales hacen que los lugareños callen o saquen provecho económico de los secuestros, mediando incluso en la liberación, según fuentes del gobierno regional de Gao. A diferencia de Afganistán e Irak, aquí los cómplices de Al Qaeda tienen más hambre que vocación suicida.
"No siento peligro"En el mercado hay un grupo de turistas polacos que centra la atención de todas las miradas. Una de las chicas viste unas mallas ajustadas negras y un top a juego más apropiado para una clase de aeróbic que para un mercado de ganado en el Sahel musulmán de Mali, en concreto para la zona en la que se concentran más islamistas radicales. "No, no, yo no siento ningún peligro en este país. Sólo incomodidad, porque la verdad es que dormir en el desierto no es muy cómodo, ya sabes lo que te quiero decir", responde ajena al grupo de hombres con turbante y gafas de sol negras o de espejo que se han concentrado a sus espaldas.
El tráfico de sin papeles es "poco rentable", asegura Douda
A la hora de tomar el té, un hombre se sienta en cuclillas a nuestro lado. Es argelino y asegura sin tapujos dedicarse al transporte de inmigrantes irregulares a través del desierto, hacia la frontera argelina. Preguntado sobre si se gana bien la vida, se levanta y se va, sin más.
"Es una actividad en realidad poco rentable, porque los sin papeles no tienen dinero, tienen lo mínimo para llegar a Argelia. A veces tienen que trabajar un poco en el desierto antes de pasar al otro lado", explica Douda, guía turístico.
En medio del colorido mercado de venta de tabaco y sal, Florence llama la atención por ser la única blanca del lugar. Es una profesora francesa jubilada que ha decidido traer libros en su lengua para la alfabetización en la madrasa Nour El Absar Abdallah.
"La verdad es que cuando uno lo piensa, ha habido más muertos por el terrorismo islámico en Madrid o en París que en Mali. ¿Cuántos atentados ha habido en Mali? ¿Sólo un secuestro?", pregunta. Se refiere al francés Pierre Camatte, secuestrado en Menaka, cerca de la frontera con Níger. Camatte fue liberado el martes después de que Mali excarcelara a cuatro presos de AQMI, como reclamaban los captores. "Yo no tengo miedo. Lo único que me preocupa es cómo vive esta gente", concluye.
El norte de Mali es una región especialmente mimada por el Gobierno de Bamako por su extrema pobreza, su fragilidad política, la difícil convivencia entre las muchas tribus, causante de grandes males en el pasado.
En estos últimos meses el clima de la zona se ha caldeado con la guerra abierta entre clanes, los Kounta y los árabes de Bourem, por el tránsito de la cocaína por el desierto del Sahel maliense procedente de Latinoamérica o Marruecos y en dirección a Europa.
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