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Hay Putin para rato

Las legislativas del domingo refuerzan la falta de alternativa al presidente

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Vladimir Putin en un centro electoral.- AFP

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El presidente ruso, Vladímir Putin, se ha negado hasta ahora a confirmar si volverá a ser candidato a la reelección en los comicios previstos para 2018, pero casi nadie duda de que lo será, y más después del resultado de las legislativas de este domingo, que ha reforzado la mayoría parlamentaria del partido que le exhibe como bandera, Rusia Unida, que a falta de los resultados definitivos, podría incluso superar la barrera que le permitiría en solitario afrontar reformas constitucionales.

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Es imposible encontrar una alternativa al presidente, ni en los pasillos del Kremlin, ni en el Gobierno, ni en la Duma, ni en la casi inexistente oposición

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En el fondo, resulta irrelevante a estas alturas que se adelantasen los comicios para provocar un descenso de participación (48% frente a 60% hace cinco años) que ha beneficiado rotundamente a Rusia Unida, que en los últimos años se haya segado la hierba bajo los pies de las formaciones que cuestionan la legitimidad democrática del presidente, que los otros tres partidos representados en la Duma no supongan una auténtica oposición —si en algo están de acuerdo es en no cuestionar el liderazgo de Putin—, o que vaya a haber en la Cámara algunas voces discrepantes aisladas —muy escasas— surgidas de las circunscripciones uninominales. No cabe esperar que las relativamente escasas denuncias de fraude vayan a provocar en esta ocasión, como tras los comicios de 2011, una oleada de manifestaciones contra el líder del Kremlin de la extraparlamentaria oposición real, más desunida que nunca y resignada a lo inevitable. Y menos después de que la nueva y respetada presidenta de la comisión electoral, aun admitiendo que se han producido irregularidades, no haya cuestionado el resultado, que considera legítimo en términos generales.


Putin siempre podrá alegar, y no sin buena dosis de razón, que las decisiones que resucitan el espíritu de la Guerra Fría, como la anexión de Crimea o el apoyo a los rebeldes del Este y Sur de Ucrania, no son fruto de la megalomanía de un nostálgico del imperio soviético, sino emanación, expresada de forma rotunda en las urnas, del sentimiento profundo de un pueblo que grita ¡basta! tras ser sometido a incontable humillaciones desde que la URSS saltó en pedazos.

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Simultáneamente, queda en evidencia la inutilidad de una política de sanciones por parte de la Unión Europea y de Estados Unidos que, por mucho que afecten a la economía de Rusia —en recesión— y al bienestar de sus ciudadanos —cuyo nivel de vida desciende de forma alarmante—, no torcerán el brazo de su presidente, por lo que sería absurdo que se mantuvieran a medio plazo.

Putin puede alegar que las decisiones que resucitan el espíritu de la Guerra Fría son fruto del sentimiento de humillación del pueblo ruso

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Como pocas veces en Europa desde la Segunda Guerra Mundial hacen falta líderes que dominen un arte que en su día hizo fortuna bajo el término realpolitik. La indeseable alternativa, ya en parte hecha carne, es una nueva Guerra Fría, diferente a la que puso el mundo al borde del holocausto atómico, sin su rancio componente ideológico pero con características que recuerdan a aquel choque de bloques antagónicos.
Por lo demás, que Putin haya salido reforzado de los comicios del domingo, y que se le abra una autopista sin peajes para su continuidad en el cargo después de 2018, no significa que no esté obligado a moverse para evitar el fin de su idilio con el pueblo. Es cierto que apenas se cuestiona su liderazgo, pero las sanciones internacionales y, sobre todo, el hundimiento del precio de los hidrocarburos –casi un monocultivo en Rusia-, están haciendo mucho daño a una población que ve impotente como se va empobreciendo día tras día.

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