Este artículo se publicó hace 12 años.
Hollande emprende cuesta arriba el asalto a la presidencia de Francia
La gran ventaja que tenía el candidato socialista frente a Sarkozy en los sondeos se ha reducido a sólo tres puntos
El candidato presidencial del Partido Socialista francés, François Hollande, sigue siendo de lejos el favorito de todos los sondeos para la segunda vuelta de las elecciones presidenciales, tanto frente a Nicolas Sarkozy como a Marine Le Pen, en mayo próximo. Pero la sombra de la duda ha empezado a aflorar en las últimas dos semanas entre sus partidarios. Energía nuclear, jubilaciones, salarios, Europa y modelo alemán son otros tantos terrenos en los que Hollande no logra ni desmarcarse de Sarkozy con un mensaje claro, ni ocupar suficiente cuota de pantalla frente a Goliat. Y las encuestas empiezan a indicar que la distancia entre los dos hombres se reduce.
La serie negra de Hollande empezó durante las negociaciones para un acuerdo preelectoral con Los Verdes, de cara a las legislativas que en mayo y junio seguirán a las presidenciales. Esa negociación, que Los Verdes encararon con planes maximalistas porque necesitan el voto del PS para conservar y ganar escaños, provocó una crisis de nervios cuando Hollande les impuso un apoyo al sector nuclear a cambio de las butacas.
Su apoyo al sector nuclear ha puesto en peligro su alianza con Los Verdes
En virtud de ese acuerdo, Los Verdes se han convertido en casi el último partido de todo el mundo (ecologista o no) que, con la conservadora UMP de Sarkozy y el PS de Hollande, apoyan continuar hasta el fin de la próxima legislatira, en 2017, la fabricación de MOX: el combustible de dióxidos de plutonio y de uranio implicado en la catástrofe de Fukushima que ya nadie quiere, y que la firma francesa Areva es la única en el mundo en seguir fabricando.
No fue eso todo. La dirección verde también apoyó el plan de Hollande de reducir, en 2025, al 50% (desde el 75% actual) el peso del sector nuclear en la producción de electricidad. Esa reducción corresponde, en realidad, con el ritmo normal de envejecimiento y no-construcción de reactores, ya contemplada en uno de los escenarios del propio Gobierno conservador.
Ante esa violación de uno de los principios fundamentales del ecologismo político, muchos ediles y cuadros verdes pusieron el grito en el cielo, cosa que obligó a Hollande a dar un puñetazo sobre la mesa para acallar las críticas. Después se descubrió que algunos de los prohombres más importantes del lobby nuclear francés están en su equipo. Hollande tuvo que retirar y reintroducir varios párrafos del acuerdo con Los Verdes en materia nuclear, amplificando así la sensación de cacofonía.
Su ambigua postura sobre la jubilación y falta de alternativa a Merkozy' le debilitan
Este episodio, a finales de noviembre, se reprodujo pocos días después a causa de un patinazo de Hollande en materia de recortes en el sistema de jubilaciones públicas. Un asunto clave en este país donde 4,5 millones de manifestantes y duras huelgas defendieron el sistema público en octubre de 2010, obligando a Sarkozy a la moderación.
Se sabía que Hollande, en realidad, defiende posiciones muy próximas a las del presidente conservador, pero hasta ahora había logrado camuflarlas con frases genéricas. El 12 de diciembre, a causa de una frase precisa durante un desplazamiento, todos los medios repercutieron que el candidato del PS estaba, como Sarkozy, a favor de que se suprima progresivamente el derecho a jubilarse a los 60 años.
Cuatro días después, a la luz de las reacciones negativas que generaba su posición, y sin retractarse sobre la cuestión de fondo, lo que hizo para reparar los destrozos fue encender los proyectores sobre una medida precisa: una ley para permitir que se jubilen a los 60 años todos los que empezaron a trabajar a los 18 años de edad.
Diez días desaparecidoPero el momento de depresión de Hollande fue la crisis europea pilotada por Merkozy. Durante diez largos días, Hollande desapareció del mapa y no presentó ninguna propuesta alternativa a la de Sarkozy. Mientras, el líder del Frente de Izquierdas, Jean-Luc Mélenchon, sí lo hacía, y en el centro surgía la figura del centrista independiente François Bayrou, que anunciaba su candidatura a la Presidencia.
Bayrou, que logró reunir un 18,5% de votos en la primera vuelta de 2007, tiene posiciones muy próximas a las de Hollande, pero con un verbo mucho más claro, retórica radical y un fuerte carisma. Así, Hollande se encuentra ahora atrapado en una pinza muy particular y propia al paisaje político de Francia. Tiene a su derecha a un centrista que sube. Y tiene, a su izquierda, a un candidato alterglobalista, Mélenchon, que por primera vez está consiguiendo empezar a hacer el pleno de intención de voto en el seno de la llamada "otra izquierda": desde los trotskistas (en torno al 10% de votos en las presidenciales de 2002 y 2007), hasta muchos socialistas partidarios de reorientar la construcción europea, apoyan ahora a Mélenchon.
Para acabar de complicar la posición de Hollande en la parrilla de salida, un nuevo escándalo de corrupción vino a mancillar a una federación del PS en la región Norte, en diciembre. Así, son ya tres las federaciones socialistas que ven aireados sus trapos sucios, que precisamente fueron manchados durante los 11 años en los que Hollande fue primer secretario (1997-2008).
La ocasión fue de oro para que varios espadachines de Sarkozy clamaran que Hollande "o bien era ingenuo, o bien era cómplice". Frente a ello, el candidato del PS simplemente reiteró que "nunca" había tenido conocimiento de irregularidades financieras.
Las dificultades de posicionamiento de Hollande frente a los eslóganes simplistas y contundentes de Sarkozy ya le están pasando factura. Dos sondeos de los últimos diez días señalan unánimemente que el margen inmenso con que contaba el candidato del PS de cara a la primera vuelta presidencial ya no es enorme: sólo 27% frente a un 24% para Sarkozy, que sube al calor de la dramatización de las cumbres europeas.
En el Elíseo, según el muy bien introducido diario Le Figaro, Sarkozy ha tomado la costumbre de referirse a Hollande como "le petit" (el pequeño), cosa que podría indicar que ha superado su propio complejo de inferioridad por su baja estatura, que le había valido el apodo de el Enano.
Más seriamente: uno de los cerebros de Sarkozy, el consejero especial Henri Guaino, se pasea por los platós televisivos diciendo, a propósito de Hollande: "No es muy audaz ni muy imaginativo. Eso es interesante, porque estamos en una profunda crisis frente a la que es necesario inventar un mundo nuevo. Tanta moderación no es forzosamente una baza" a su favor.
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