Este artículo se publicó hace 14 años.
Horas de angustia en las emisoras de la diáspora en Brooklyn
Dos radios haitianas de Nueva York ayudan a los familiares
Isabel Piquer
"No puedo con esto, no puedo". Gilbert Racine lucha contra el desamparo mientras agita una hoja de papel. Ha traído una lista de parientes al único sitio donde cree que le pueden ayudar, una lista manuscrita con una docena de nombres y teléfonos, los de su hermana y los de sus primos que vivían en Puerto Príncipe. "No sé con quien hablar, no consigo saber nada".
Así que ha venido a Radio Soleil, una de las radios de la numerosa comunidad haitiana de Nueva York y desde el terremoto uno de las escasos contactos con la isla, esperando que alguien pueda darle noticias de los suyos. Y no es el único. En las oficinas destartaladas de la modesta emisora, otros han llegado con la misma idea y con sus propias listas, escritas en creole o en francés. Y siguen ahí, porque es más fácil compartir con otros la angustia de la muerte y la exasperante impotencia del silencio que padecerlas en la normalidad de una ciudad que vive a otro ritmo que el de un país en ruinas.
Radio Soleil y Radio Pa Nou son en el principal contacto con la isla
Aegla Pierre toma la lista de Racine e intenta consolarle. Le promete que se quedará con sus datos y leerá en directo los nombres de su familia por si alguien sabe algo. Radio Soleil sigue milagrosamente conectada con su emisora en Puerto Príncipe y puede difundir la información en la capital.
Pierre es una voluntaria. Después de saber que su familia estaba a salvo, decidió echar una mano a los empleados de la radio, totalmente desbordados. Mira la lista de Racine y esboza un gesto de tristeza. Todos los nombres viven en Delmas, uno de los barrios de la capital más pobres y más afectados. "No me toca a mí decírselo, pero es un área muy destruida".
Desde el pasado martes, Flatbush, un barrio étnico del distrito de Brooklyn donde la calle huele al Caribe, las casas son modestas, las barberías llevan nombres exóticos y los rascacielos de Manhattan ni se adivinan en la distancia, está pendiente de las escasas noticias. Aquí vive la comunidad haitiana más numerosa de EEUU, después de la de Miami.
Muchos emigrantes van a las emisoras con los nombres de sus familiares
Radio Pa Nou también ha ido recibiendo sus listas. Gaspard Lynch, uno de sus dueños, enseña una pila considerable. "Las recojo, las leo pero, luego, ¿qué voy a hacer con ellas? No podemos hacer nada". Lynch lo ha perdido todo. "Mi familia está bien, pero en Puerto Príncipe tenía un bar y un club deportivo. Ahora, 20 años de trabajo se han esfumado, tengo a los míos durmiendo a la intemperie y no puedo ayudarles".
Lynch llamó a su familia pocos minutos antes del terremoto. Y luego nada. Pasó 24 horas de pesadilla hasta que finalmente consiguió hablar con ellos a través de un teléfono contratado en EEUU y que funciona en Haití. Vía satélite y con prefijos de Florida, Nueva York o California, estos números han marcado para algunos expatriados el fin de la angustia.
Tímidas iniciativas"Tengo a los míos durmiendo a la intemperie y no puedo ayudarles"
Radio Pa Nou también ha conseguido mantener la conexión con su emisora en la isla situada en Cap Haitien, una ciudad menos afectada por el seísmo gracias a los generadores que en días normales compensan los habituales cortes de electricidad, regalo del programa de ayuda de Venezuela, impulsado por Hugo Chávez. Pero se les está acabando la gasolina y temen quedarse a oscuras.
No hay realmente ayuda coordinada o esfuerzo conjunto, ni de la propia comunidad haitiana ni de la ciudad, para aliviar el dolor de los que, a miles de kilómetros, también han padecido las consecuencias del seísmo.
Sólo tímidas iniciativas. El alcalde de Nueva York, Michael Bloomberg, ha prometido fondos. El estado de Nueva York ha habilitado un número especial, gratis, para los que quieran dejar los contactos de sus familiares en la isla y aliviar las líneas saturadas del Departamento de Estado y del Consulado de Haití. Para que todas estas listas que circulan por Flatbush no desaparezcan en la fría lejanía de Nueva York.
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