Este artículo se publicó hace 4 años.
IglesiaEl equilibrio del Papa Francisco
Una de cal y otra de arena. Jorge Mario Bergolio, en los últimos tiempos, está apostando por el equilibrio. Lo mismo se aproxima a una la reforma del celibato sacerdotal, que abandona la idea para no abrir un intenso debate entre los sectores más dogmáticos de la Iglesia. El pontificado del Papa Francisco, en los últimos meses, ha pasado por diferentes altibajos. Sobre todo, en relación a planteamientos que podían implicar verdaderos cambios de rumbo para el Vaticano.
Roma-
Una de cal y otra de arena. En las últimos meses, el pontificado del Papa Francisco ha pasado por diferentes altibajos. Sobre todo, con planteamientos que podían implicar verdaderos cambios de rumbo para el Vaticano, como por ejemplo la posibilidad de permitir que haya sacerdotes casados en la Amazonia, donde cada vez hay menos presencia católica. Lo cierto es que en el seno de la curia romana hay dos facciones bien diferenciadas: los progresistas y los conservadores. Como en la vida secular, pero con matices–. Y el Santo Padre también tiene que lidiar con asuntos polémicos que despiertan la contrariedad de los "opositores" del papa sudamericano.
Jorge Mario Bergolio, en los últimos tiempos, está apostando por el equilibrio. Lo mismo se aproxima a una la reforma del celibato sacerdotal, que abandona la idea para no abrir un debate demasiado encendido entre los sectores más dogmáticos de la Iglesia. Si por un lado parecía que todo había quedado resuelto en el escándalo del libro que no escribió Ratzinger y que iba en contra de Francisco, Bergoglio optó finalmente por quitarle ciertas competencias al monseñor Georg Gänswein, secretario de Benedicto XVI, para que se dedique por completo al pontífice emérito. Si por un lado Francisco estuvo abierto a la idea de curas casados; por el otro, hace un mes, publicó un libro-entrevista en el que afirma su "total sintonía con el pensamiento de San Juan Pablo II respecto al sacerdocio".
El comienzo de los altibajos fue a mediados de enero, cuando el Vaticano vivió una semana de fuego. El Papa Emérito, Benedicto XVI, tuvo que retirar su firma de un libro que él no escribió y que iba en contra de Francisco. Joseph Ratzinger, ante la sorpresa de muchos, estuvo a punto de publicar un libro a cuatro manos con el cardenal Robert Sarah, líder de los conservadores, en el que iba a criticar la postura del Papa Francisco en materia de celibato sacerdotal. En el contenido de la publicación, se iba a leer que Benedicto XVI "no podía callar" acerca de este tema; lo cual la prensa italiana leyó como una "bofetada" y "desafío" de un pontífice en contra del otro. Nada más lejos de la realidad. Pero la crisis desatada hace dos meses, si al principio sonó como una rivalidad declarada contra el papa argentino; finalmente quedó en una falta de control de la situación, por parte de monseñor Gänswein, secretario personal de Benedicto XVI.
El diario progresista italiano La Repubblica hizo hincapié, hace unas semanas, en la importancia de la figura de Joseph Ratzinger, también de cara al pontificado de Francisco: "A Benedicto XVI hay que reconocerle un mérito histórico", explicó La Reppublica en un editorial. "El primero, el de haber inventado un código de comportamiento para un papa dimisionario que dejará huella en el futuro: salir de Roma durante un cónclave, residir dentro los muros vaticanos y mantener una discreción obediente hacia el papa actual. Han sido decisiones que tendrán el valor de precedente para otros papas que querrán hacer uso de la libertad de renunciar al ministerio petrino". Y añade: "Si al monseñor Gänswein el Papa le pide que asista mejor a Benedicto XVI, para que nadie use su prestigio, es signo de que hay un cierto clima de tensión. En el que Francisco ni está desatento, ni atemorizado". Es más, es una señal para aquellos que pretendan agitar, inútilmente, las aguas.
El Papa Francisco también ha tenido que adaptarse a la crisis sanitaria del coronavirus. Hace un par de semanas, de hecho, empezó a realizar sus primeras Audiencias Generales y Ángelus dentro del Vaticano y por streaming para evitar aglomeraciones de personas en la Plaza de San Pedro. Este domingo, el Santo Padre dejó el Vaticano de forma privada para visitar las iglesias romanas de Santa María la Mayor y de San Marcelo. En la segunda de ellas, Jorge Mario Bergoglio pidió "el fin de la pandemia que golpea a Italia y al mundo", pidiendo ayuda para los enfermos, sus familias, sus amigos y el personal médico. La visita al templo de San Marcelo en Corso tenía mucho de simbólico: en él se encuentra el Cristo que en 1522 fue llevado en procesión por las calles de Roma para acabar con la gran peste durante el siglo XVI. Hace unos días, igualmente, el Santo Padre pidió que el coronavirus no permita "olvidar a los sirios, un pueblo que sufre desde hace años en la frontera entre Turquía y Grecia".
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