Este artículo se publicó hace 11 años.
Los indignados de Brasil exigen los derechos que el 15-M intenta mantener
Los brasileños llenan las calles por una democracia más participativa, un proceso constituyente, mejoras en servicios públicos y redistribución de la riqueza. Unas reivindicaciones que caracterizan la lucha del15-M.
Es imposible no establecer similitudes entre el movimiento de los indignados de Brasil y la ola de descontento que estalló en España hace dos años con el 15-M y que rápidamente se extendió por otros países. Las dos protestas reflejan un cambio en la concepción política de las nuevas generaciones, que ven agotado el sistema de democracia representativa y piden más participación en las decisiones que toman los políticos en nombre de los ciudadanos.
Sin embargo, el contexto social, político y económico de América Latina difiere en gran medida del europeo a pesar del paralelismo en las reivindicaciones y en las formas de protestar. Se podría decir que los brasileños salen a las calles pidiendo lo que el movimiento 15-M quería mantener y que hace varios años comenzaron a perder los ciudadanos: un Estado de bienestar y una clase política que los represente y que atienda a las necesidades del pueblo. Los manifestantes exigen lo mismo a ambos lados del Atlántico, pero en el caso brasileño quieren lo que no han llegado a tener a pesar del increíble crecimiento económico del país, mientras que en el caso español, lo que le están quitando después de cada Consejo de Ministros con la excusa de la recesión económica.
"Es difícil comparar el 15-M con la situación actual de Brasil, aunque existen sin duda, similitudes en el descrédito generalizado con la clase política -tanto la izquierda como la derecha- muy asociada a la corrupción. Pero Brasil aún está lejos de tener los patrones mínimos de un Estado de bienestar social que, ahora, la crisis arrebata a la población europea", piensa Tulio Muniz, doctor en Historia y periodista brasileño.
Comienzo de las protestasLas protestas contra el aumento del precio del transporte público pronto derivaron en un estallido social que exigía mejoras en otros servicios públicos" Si en algo se parecían España y Brasil es que, antes de las protestas, la política no era un tema de conversación cotidiano. Lo que consiguió el 15-M fue crear un nuevo clima en el que la política no se circunscribía a los muros del Congreso de los Diputados. Algo parecido ha ocurrido en Brasil, donde las protestas contra el aumento del precio del transporte público pronto derivaron en un estallido social que exigía mejoras en servicios públicos como Sanidad, Educación, vivienda y seguridad.
"Las primeras manifestaciones fueron convocadas por el Movimiento Passe Livre (MPL), una organización reciente con base, sobre todo, en São Paulo, compuesta por jóvenes estudiantes y trabajadores que reivindican la gratuidad del transporte público para estudiantes y desempleados", explica Muniz.
Al igual que ocurrió con la manifestación del 15-M convocada por la plataforma Democracia Real Ya!, "la convocatoria del MPL tuvo en las redes sociales una caja de resonancia inesperada que cristalizó en protestas generalizadas, en una demostración de que todos los sectores de la sociedad están descontentos con la mala gestión del Estado", continúa este historiador. Y tras una chispa, tanto en Brasilia como en Madrid, las plazas se llenaron de jóvenes que exigían un sistema más justo.
"Mi partido es mi país", decía una de las pancartas durante la manifestación en Sao Paulo el pasado 22 de junio. -REUTERS
"Es difícil comparar el 15-M con la situación actual de Brasil, aunque existen similitudes en el descrédito generalizado hacia la clase política" Tanto el 15-M -y el despertar político que le sucedió- como el movimiento de los indignados brasileños son "protestas en las que una masa social heterogénea, sin líderes claros y visibles, cuestiona el entramado político-institucional de unas democracias representativas de baja intensidad que quitan a sus ciudadanos más de lo que les dan", opina Antoni Aguiló, filósofo político y profesor del Centro de Estudios Sociales de la Universidad de Coímbra.
Igual que la Acampada en la Puerta del Sol dio lugar a otras en las principales ciudades del país, las protestas de São Paulo pronto se extendieron a otras urbes cariocas, convirtiéndose en el altavoz desde el que se pedían mejoras en Sanidad, Educación, vivienda y seguridad.
Girar a la izquierdaAl igual que España, en Brasil también se clama contra una corrupción endémica que afectaba tanto a la derecha como a un gobierno de izquierda moderada (Partido de los Trabajadores) y, sobre todo, se tornó en un grito desesperado de la nueva clase media -fruto de las políticas sociales del Gobierno de Lula- para que Dilma Rousseff echase la vista atrás, a la segunda legislatura de su predecesor, y redistribuya la riqueza que producen los recursos naturales del país, en lugar de subirse al carro del desarrollo al estilo occidental.
"Los indignados brasileños han entendido que, más allá y a costa de un crecimiento económico neoliberal, se encuentran una población depauperada, la persistencia de una distribución muy desigual de la riqueza y la salud pública y la enseñanza deterioradas", explica Aguiló.
Así lo demuestran las manifestaciones que se han organizado en cada partido de la Copa Confederaciones. Pero también está el Mundial de Fútbol del próximo año y los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro en 2016, que están suponiendo un tremendo gasto público en infraestructuras que no benefician a las clases bajas, mientras aún quedan altos índices de pobreza en las favelas, cuando faltan médicos y medicinas en los centros de salud y profesores en las escuelas públicas y mientras aumenta el precio del transporte público de 3 a 3,20 reales (1,05 a 1,10 euros) en un país donde el salario mínimo es de 678 reales (237euros).
Un manifestante brasileño porta un cartel en el que pide hospitales y escuela en lugar de torneos de la FIFA. -REUTERS
Ante esta situación, los brasileños ven que el espíritu de Lula se ha frenado con Dilma, pero tienen claro que no ha desaparecido por completo y en las manifestaciones también se ha podido ver alguna bandera del PT, lo que deja claro que los militantes de base están usando esta oleada reivindicativa para lanzar un serio aviso al gobierno y que gire a la izquierda frente a la amenaza de la derecha, que también está intentando ocupar en la calle el espacio que ha perdido en las instituciones.
"El gobierno de Dilma Rousseff ha dado marcha atrás con la subida de las tarifas del transporte y ha reconocido la legitimidad de la protesta callejera" Prueba de ello es que, a diferencia del gobierno del PP en España, la presidenta brasileña no sólo no ha criminalizado la protesta, sino que se ha reunido con el Movimiento Passe Livre. "El gobierno de Dilma Rousseff ha dado marcha atrás con la subida de las tarifas del transporte y ha reconocido la legitimidad de la protesta callejera en materia transporte, educación, salud y seguridad; todo lo cual contrasta con la actitud distante de las élites políticas y gobernantes españolas, cuya frialdad y desvergüenza ha llevado, por ejemplo, a la retirada de la ILP sobre desahucios", sostiene Aguiló.
¿Hay asambleas en Brasil?En España fue fundamental el papel de la acampada y la asamblea como órgano en el que se consensuaban los siguientes pasos del movimiento. En Brasil, explica Tulio Muniz, "se puede decir que hay tres líneas de organización". Una "orgánica, a partir de movimientos como MPL", una "espontánea, que genera Internet y representa el grueso de las manifestaciones" y "la tercera línea, que ha mantenido reuniones en las plazas públicas para tratar de organizar y estandarizar las reivindicaciones. En esta última están entrando poco a poco los militantes y activistas de los partidos políticos, que fueron mal recibidos inicialmente por la masa en las calles".
La presencia de partidos y organizaciones sindicales en las protestas del 15-M era, si no nula, muy reducida y, si acudía algún representante político, lo hacía a título individual. "En el caso brasileño ha habido un mayor y más rápido sentido de articulación social", afirma Aguiló, que aprecia una diferencia sustancial con el 15-M en que "los indignados brasileños han recibido el apoyo de poderosos movimientos organizados, los movimientos sociales clásicos también han comenzado a incorporarse a las protestas y los partidos de izquierda y sindicatos tampoco quieren quedarse al margen".
Pero si hay algo que hace diferente la protesta española de la brasileña es esa aureola de violencia que llega después de cada manifestación. Hasta ahora, la oleada de movilizaciones ha dejado cinco muertos en Brasil. Según explica Muniz, la violencia no es característica de la masa que protesta, sino que existen grupos reducidos que buscan el enfrentamiento con las fuerzas del orden. Unas fuerzas que no tienen buena fama por sus múltiples casos de corrupción y su represión brutal en muchos casos, a lo que hay que añadirle su carácter militarizado.
Efectivos de la Policía Militar durante la protesta en la ciudad de Belo Horizonte con motivo del partido de Fútbol entre Brasil y Uruguay. -REUTERS
Es la Policía Militar la que se encarga de garantizar la seguridad en el República de Brasil y no depende del Gobierno Central, sino del regional, que en algunos casos está en manos de la derecha.
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