Este artículo se publicó hace 13 años.
Intelectualmente hablando
Una tarde de la semana pasada, en Jerusalén, un periodista italiano me comunicó que había llegado a Italia una nota de agencia donde se comentaba que en la rueda de prensa de la mañana yo había dicho que Berlusconi era como Hitler, y que algunos representantes acreditados de la mayoría gubernamental ya habían hecho declaraciones sobre mi "delirante" declaración, que en su opinión ofendía a la entera comunidad judía (sic). La cual estaba claramente ocupada con otro tipo de asuntos, porque la mañana siguiente varios periódicos is-
raelíes llevaban extensas crónicas de aquella rueda de prensa (The Jerusalem Post, muy considerado por su parte, le dedicaba incluso una apertura en primera página y casi toda la tercera página), pero a Hitler no se le mencionaba, más bien se explayaban sobre las verdaderas cuestiones que se habían debatido.
A ninguna persona sensata, por muy crítica que sea con Berlusconi, se le ocurriría compararlo con Hitler, ya que Berlusconi no ha desencadenado un conflicto mundial de 50 millones de muertos, no ha masacrado a seis millones de judíos, no ha cerrado el Parlamento de la República de Weimar, no ha constituido unidades de camisas pardas ni SS, y así sucesivamente. ¿Qué sucedió entonces aquella mañana?
Muchos italianos todavía no se dan cuenta de cuán desacreditado está nuestro primer ministro en el exterior, de manera que a la hora de responder a las preguntas de los extranjeros a veces incluso nos vemos inducidos a defenderlo, por amor a la bandera. Un inoportuno pretendía que dijese que, puesto que Berlusconi, Mubarak y Gadafi eran o habían sido reacios a dimitir, Berlusconi era el Gadafi italiano. Naturalmente tenía que responder que Gadafi era un tirano sanguinario que estaba disparando contra sus compatriotas y había llegado al poder con un golpe de Estado, mientras que Berlusconi había sido elegido legalmente por una parte considerable de los italianos
(y añadí "desgraciadamente"). Por lo tanto, si se quieren establecer analogías a toda costa, entonces también se podría comparar a Berlusconi con Hitler sólo porque ambos fueron elegidos legalmente. Reducida ad absurdum la imprudente hipótesis, volvimos a hablar de cosas serias.
Cuando el colega italiano me contó lo de la nota de agencia había dicho con un cierto fatalismo: "Ya sabes, el periodista tiene que sacar la noticia aunque esté escondida". No estoy de acuerdo, el periodista tiene que dar la noticia cuando existe de verdad, no crearla. Pero esto es también un signo de la situación provinciana en la que se encuentra Italia, por lo que no interesa si, digamos, en Calcuta se está debatiendo sobre el destino del planeta, sino sólo si en Calcuta se ha dicho algo a favor o en contra de Berlusconi.
Un aspecto curioso del asunto, como comprobé después volviendo a casa, es que en cada periódico donde se habló del tema, mis presuntas declaraciones, entrecomilladas, procedían de la nota de agencia original, donde se decía que yo habría definido mi rápida alusión a Hitler como "una paradoja intelectual" o que habría aludido a la comparación "intelectualmente hablando". Quizás, en estado de embriaguez, podría comparar a Berlusconi con Hitler, pero ni siquiera con el máximo nivel de alcoholemia utilizaría jamás expresiones insensatas como "paradoja intelectual" o "intelectualmente hablando". ¿A qué se opone la paradoja intelectual? ¿A aquella manual, a aquella sensorial, a aquella rural? No se pretende que todos conozcan al dedillo la terminología de la retórica o de la lógica, pero, sin duda, "paradoja intelectual" es una declamación de analfabeto y es de ilusos pretender que otros digan cosas "intelectualmente hablando" cuando es costumbre decirlas "pedestremente hablando". Esto significa que el entrecomillado de la nota había sufrido una burda manipulación ajena.
Sobre un material tan evidentemente pobre se ha iniciado una virtuosa campaña de indignación para difamar, como de costumbre, a quien no ama a nuestro premier Berlusconi y lleva calcetines turquesa. Sin que nadie haya observado, al menos, que no es posible comparar a Berlusconi con Hitler porque Hitler fue notoriamente monógamo.
Traducción de Judit Portela
*Léspresso, distribuido por The New York Times Syndicate
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