Este artículo se publicó hace 13 años.
Las irregularidades electorales recrudecen la tensión en Congo
Innumerables incidencias en el tercer día de votaciones
Potenciales votantes cansados de esperar forman una fila en cuestión de segundos. Han visto llegar las urnas nuevas y salir las papeletas de plástico, así que se ordenan entre ellos mismos antes de que lo haga alguno de los desbordados, confundidos y también exhaustos agentes de la Comisión Electoral Nacional Independiente.
En el proceso, apartan lo que queda de una tapa azul de urna requemada, algunas fotos rotas y también calcinadas de candidatos a la presidencia, aunque no osan tocar el jersey de uno de los policías que murió este lunes en un tiroteo en este mismo colegio. La casaca queda en el suelo, justo en la entrada de la sala de voto.
Todo esto sucedía en el centro de Ndjandja, en Lubumbashi, el día después de las elecciones, tras más de 30 horas de su teórico inicio oficial. En Kinshasa, aún hoy seguían abriendo colegios electorales, a los que no había llegado el material electoral a tiempo.
Mientras unos buscan dónde votar, otros ya empiezan a sacar conclusiones. Sin la jornada cerrada y sin resultados preliminares oficiales, los números a pie de urna perfilan una recta final entre el actual presidente, Joseph Kabila, y el eterno opositor Étienne Tshisekedi. Tres líderes opositores, que se perciben descartados, han pedido la anulación de los comicios por fraude.
La Iniciativa Sociedad Abierta del África Austral, una organización que desplegó a más de 5.000 observadores, denunció "irregularidades generalizadas", que afectaban a "la integridad de las votaciones". En cambio, la Unión Africana y la Comunidad de Desarrollo del África Austral las consideraron un éxito.
En Lubumbashi la cortina de lluvia acaba de vaciar las calles que tímidamente intentaban recobrar la cotidianidad, sin acabar de conseguirlo. "Hay que ser prudente", repiten los ciudadanos que, apiñados en los minibuses, se apresuran a volver a casa temprano. Y también los chubascos mojan las papeletas y los escrutinios que poco a poco van llegando a la sede central electoral en la provincia de Katanga, el corazón minero de la República Democrática del Congo. Es un edificio con arena de construcción y ladrillos sin colocar. Demasiado pequeño para acoger la cantidad de material que deberá supervisar en las próximas horas.
Pero la preocupación popular no es sólo la quimérica logística en un país enorme, aún inmerso en un conflicto que concierne a otras naciones africanas y a potentes intereses occidentales. Una nación donde la capital no dicta las leyes estatales, sino que cada zona tiene sus propios jefes sobre el terreno.
El desorden global, los ataques a varios centros electorales en el centro y sur del país y las irregularidades detectadas como urnas repletas de antemano son munición fácil para los que recelan de los resultados, previstos para el 6 de diciembre. "Tendremos que buscar un sitio donde escondernos, va a correr la sangre", sospecha Simba, más explícito en su miedo que algunos de sus conciudadanos. "Si Tshisekedi gana, Katanga va a pedir la secesión", asegura Makimba.
La historia de Congo no tiene sosiego desde hace siglos. A una colonización de las más crueles siguieron 32 años de excéntrica dictadura de Mobutu, apoyado por EEUU y otras potencias occidentales, y después una larga guerra con cinco millones de muertos. En 2001, el joven Kabila, que tomó el puesto de su padre asesinado, impulsó una transición que en 2006 culminó con las primeras elecciones libres desde la era Mobutu.
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