Este artículo se publicó hace 16 años.
Kirchner pone patas arriba a la oposición argentina
La vuelta al peronismo del ex ministro Roberto Lavagna deja sin rumbo a la Unión Cívica Radical
"Los peronistas son como los gatos, cuando se pelean es porque se están reproduciendo". La frase del padre del Partido Justicialista (PJ), Juan Domingo Perón, explica a la perfección el retorno del ex ministro de Economía, Roberto Lavagna, a las filas peronistas tras una encarnizada lucha de poder con Néstor Kirchner.
Desterrado del partido en 2005, Lavagna se apoyó en el sector tradicional de la Unión Cívica Radical (UCR) para disputarle la presidencia a Cristina Fernández. Perdió y volvió.Desde el triunfo en las elecciones legislativas de 2005, el ex presidente Kirchner usó su poder y las arcas nacionales para deshacerse de enemigos y atraerse a alcaldes y gobernadores peronistas y radicales.
Las provincias y municipios, depauperados y llenos de deudas, dependen del Gobierno para pagar salarios e infraestructuras. La discrecionalidad en la atribución de estos fondos es un arma que amansa a los dirigentes provinciales.
En la misma jugada, Kirchner cortó lazos con su padrino político, Eduardo Duhalde, y desterró a Lavagna. Con la balanza a su favor tras la elección presidencial, Kirchner lo recuperó hace una semana con el fin de presidir la reconstrucción del peronismo. A los enemigos es mejor tenerlos cerca.
En el olvido quedan las críticas de corrupción, falta de previsión de cara a la crisis energética y falsedad de los datos de la inflación, vertidas por Lavagna hace menos de 6 meses. También dijo que la presidenta Fernández "no entiende nada de la economía argentina". "Nada de eso cambia", dijo Lavagna en su regreso al partido. Las diferencias con Kirchner siguen ahí, pero tienen un objetivo común, dijo: "Recuperar al principal partido político de Argentina".
Por un lado, los votos obtenidos por Lavagna son un botín que todos quieren. Kirchner pretende sumarlos a los 8 millones obtenidos por su esposa. Por otro, ante una crisis económica de magnitud, las escasas opciones de liderazgo de Lavagna podrían revivir.
La noticia ha puesto patas arriba a la oposición y ha dejado huérfanos a los más de tres millones de argentinos, el 16,8% del electorado, que votó a Lavagna. Históricamente, la sociedad argentina ha castigado la traición y el cambio de colores políticos. Ejemplo de ello es el ex presidente Raúl Alfonsín, a quien no se le perdonó su pacto con Carlos Menem. "Cosas como ésta desacreditan la política" dice ahora Alfonsín.
Luchas de poder
En la vereda de enfrente, la oposición está que arde. "Hay una evidente traición a quienes lo votaron. ¿Dónde queda todo lo que dijo de Cristina y de Kirchner en la campaña?", preguntó el presidente de la UCR y ex compañero de Lavagna, Gerardo Morales. Pese a su intento de supervivencia, su cabeza está servida y son varios los que la quieren en bandeja.
"Morales tiene que irse porque ha perdido representatividad", dijo el vicepresidente Julio Cobos. Figura destacada de los radicales expulsados de la UCR por su alianza con el oficialismo, ya ha dado señales de querer tomar las riendas del partido. Elisa Carrió (Coalición Cívica), segunda en las elecciones con el 23% de los votos, luchará por recomponer una UCR a su medida, tras ser expulsada de sus filas en el 2000.
"Kirchner pretende convertir al PJ en el partido único, al modo del PRI en México", apuntó Morales. No es el primero ni único que califica de hegemónico el proyecto del peronismo. En todo caso, lo que ha cambiado en la política argentina es el papel de la oposición, desarticulada, incapaz de estructurarse y mostrarse como una opción válida de Gobierno.
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