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La larga sombra de Guantánamo

Jihad Diyab, sirio, llegó a Uruguay junto a otros cinco expresos tras pasar 12 en la
cárcel estadounidense en virtud de un acuerdo algo oscuro entre Washington y Montevideo. Ha permanecido más de dos meses en huelga de hambre para
reclamar unas promesas que nunca se cumplieron.

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Jihad Diyab, en una fotografía del pasado mes de septiembre. - AFP

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MONTEVIDEO.- El 7 de diciembre de 2014 llegaba al aeropuerto de Montevideo un C-17 de la Fuerza Aérea de Estados Unidos que traía a bordo ─esposados, encapuchados y aún vestidos con el uniforme naranja que utilizaban en prisión─ a cuatro sirios, un tunecino y un palestino recién liberados de la cárcel de Guantánamo. Uruguay se convertía así en el primer país sudamericano en recibir en su territorio a ex detenidos de una prisión calificada de “campo de concentración” por organizaciones humanitarias como Amnistía Internacional.

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El acuerdo para la llegada
de 'los seis' a Uruguay establecía que la ONU no les reconociera la condición de refugiados y les obligaba a permanecer en el país un lapso de dos años

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Las condiciones en las que que llegaron no estaban en la época demasiado claras, pero Mohammed Tahamatan, Ali al Shabaan, Abd Hadi Faraj, Ahmed Adnan Ahjam, Abdul Bin Mohammed Ourgy y Jihad Diyab estaban dejando atrás los infernales 12 años que habían pasado en Guantánamo en total aislamiento, a merced de arbitrariedades y torturas constantes y sin haber sido sometidos ni siquiera a un simulacro de juicio. “Los seis” podrían, por fin, reconstruir sus vidas.

Diyab es, de las casi 800 personas que pasaron por Guantánamo una de las que más resistencia presentó a sus carceleros, recurriendo al único método de protesta al que podía recurrir: la huelga de hambre

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De los seis, Jihad Diyab era el único que estaba casado y con hijos. Cuando le detuvieron, en 2002 en Pakistán, el menor de sus vástagos no pasaba de los tres años. Tenía otros tres. Uno de ellos murió en la guerra, en Siria, al igual que otros 12 de sus familiares. Diyab es también el que más padeció las condiciones de detención en Guantánamo, donde, entre otros daños, le agravaron adrede una lesión en la columna vertebral causada por un accidente de tráfico.

Carteles y mensajes de apoyo a Jihad Diyab junto al Ministerio de Exteriores de Uruguay. - AFP

Diyab, por su estado físico, no pudo acompañarles, pero en esa misma época comenzó a plantear una nueva reivindicación: que le dejaran ir a un tercer país, de preferencia de Oriente Medio. “Es un hombre libre, puede ir donde quiera”, afirmaron las autoridades uruguayas. No era así. Un corto viaje a Buenos Aires (su madre es argentina) terminó con el sirio “invitado” a volver a Montevideo.

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Detenido en Caracas, Diyab inició una huelga de hambre que prosiguió en Montevideo. A comienzos de septiembre dejó de ingerir líquidos durante diez días, lo que le condujo al coma

En Caracas, Diyab no consiguió la ayuda que pensaba. El 26 de julio decidió ir a pedirla al consulado uruguayo. Pocas horas después fue detenido por los servicios de inteligencia bolivarianos. “Venezuela me capturó porque Uruguay le dijo que yo era un criminal peligroso con documentos falsos”, contó un mes después, ya de vuelta en Montevideo, donde fue deportado el 30 de agosto tras pasar un mes en un limbo jurídico. “Venezuela se ofreció a darme asilo y traer a mi familia o facilitarme la llegada a otro país, pero Uruguay y Estados Unidos empezaron a presionar para que me devolvieran a Montevideo”, agregó. Todavía faltaban un par de meses para que se cumplieran los dos años de permanencia obligatoria que marcaba el acuerdo con Estados Unidos.

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La familia de Diyab tiene la sensación de que EEUU  continúa manejando sus vidas. Que los países de acogida de los ex presos de Guantánamo terminan atados de pies y manos

Durante los mismos días, un integrante de la Institución Nacional de Derechos Humanos y Defensoría del Pueblo solicitó al papa Francisco que intercediera. El prelado argentino habría aceptado. El 22 de octubre, Jihad Diyab cesó su huelga de hambre, 68 días después de haberla comenzado. Había recibido una propuesta para instalarse en un tercer país, que el propio sirio ha mantenido hasta ahora en secreto. Lo único que se sabe es que no le ha llegado como consecuencia de gestiones oficiales sino desde “gente solidaria”, según ha comunicado el entorno del refugiado sirio.

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