Este artículo se publicó hace 13 años.
La lección de Fukushima
La evolución del desastre en la central atómica japonesa muestra que su diseño facilitó que se encadenaran los problemas que la han llevado al borde de una catástrofe nuclear
Fukushima se ha descompuesto en pocos días. La fatalidad ha secuestrado a la central nuclear y la somete cada día a una mayor presión. Pero el análisis de los acontecimientos muestra que no todos los males han sido fortuitos. Los expertos reclaman calma y que no se saquen conclusiones precipitadas hasta que se pueda examinar lo ocurrido a toro pasado. Dirigentes de todo el mundo, sin embargo, quieren revisar desde ya el estado de las plantas atómicas a partir de las lecciones aprendidas en Fukushima.
Las centrales nucleares se diseñan para que sean capaces de responder al peor escenario, la circunstancia menos probable que pueda acarrear las más graves consecuencias. Fukushima I, situada en la costa este de la isla de Honshu, fue capaz de soportar un grave terremoto que apagó la central pero el tsunami posterior derrotó todos sus sistemas de seguridad.
Rompeolas para tsunamisEl tamaño de las olas superó al de sus rompeolas y acabó con las instalaciones en las que se refugiaban los generadores de electricidad para emergencias, expuestos al mar y protegidos con menor celo que los reactores. La paradoja es que la central se construye a nivel del mar por seguridad: el agua de refrigerado puede recogerse sin necesidad de bombeos suplementarios desde el mar.
La escasez de energía desató los problemas en los reactores, sobrecalentados. La escasa electricidad se concentró en los reactores en peligro, mientras las piscinas de combustible gastado de los reactores 4, 5 y 6 comenzaban a caldearse. Algunos expertos señalan que es necesario plantear otra ubicación para este tipo de combustible fuera del edificio del reactor.
Concentrar seis reactores en una misma planta tiene ventajas para la seguridad. Pero, en caso de catástrofe, con los reactores cayendo como fichas de dominó, los problemas se desorbitan. La explosión de la unidad 3 daña la refrigeración de la 2 y los escombros impiden a los operarios acceder hasta la 4. Además, la radiación de un reactor obliga a desalojar toda la planta, desatendiendo las urgencias de los otros. Y los trabajadores, sólo 50 en cada turno, tienen que atender a la vez seis focos de contratiempos.
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