Este artículo se publicó hace 17 años.
Lluvia de millones en París para evitar la bancarrota palestina
El Gobierno de Mahmud Abás recibirá 7.400 millones de dólares en los próximos tres años
Setenta países y veinte organizaciones internacionales han prometido en París una auténtica lluvia de millones a la Autoridad Palestina con el pretexto oficial de ayudarla a construir un Estado "estable y leal". Más prosaicamente, la secretaria de Estado norteamericana, Condolezza Rice, agradeció a los reunidos que contribuyan de nuevo a "evitar la bancarrota" del Gobierno de Cisjordania, señalando explícitamente su voluntad de excluir a las autoridades de Gaza de este maná.
En medio de un ambiente ligero, que en ocasiones rozaba la feria de subastas, los representantes de las principales potencias de Oriente y Occidente fueron anunciando una tras otra las promesas de donaciones, hasta llegar a los 7.400 millones de dólares a desembolsar en tres años (3.400 millones en el 2008). La suma es muy superior a los 5.600 millones pedidos por el primer ministro palestino, Salam Fayyad, para relanzar la moribunda economía palestina. Muchos parabienes se escucharon durante el encuentro. Y casi todos ellos concentrados en el acuerdo alcanzado en Annápolis por mediación de EEUU.
Para el presidente Nicolas Sarkozy, "Annapolis relanzó la esperanza, tras años de violencia y desconfianza". Ese optimismo de la llamada comunidad internacional se apoyaba exclusivamente en un hecho: el plan presentado por el primer ministro palestino, Salam Fayyad, un político no muy popular entre los palestinos pero en quien confía Occidente.
El enviado especial del Cuarteto, Tony Blair, fue el más explícito al emplear una interrogación retórica. "Hemos fracasado durante 40 años. ¿Por qué triunfaríamos ahora? Porque tenemos un nuevo liderazgo palestino y, por la primera vez, un programa verídico de construcción de un Estado".
Sólo para "este" Gobierno
Rice, cuyo país ha comprometido 555 millones (Bush ya anunció la cifra de 400 millones, pero aún no la ha confirmado el Congreso), dio un perfil político al espaldarazo financiero. El dinero "es una prueba de nuestro compromiso con este Gobierno", dijo Rice, enfatizando mucho el "este". El nuevo director general del FMI, Dominique Strauss-Kahn, dio su bendición de economista célebre al plan de Fayyad. Pero tuvo el atrevimiento de recordar un hecho capital. Dijo que una de las condiciones para que funcione es que "el Gobierno israelí rebaje las restricciones a la libertad de circulación impuestas por razones de seguridad al nivel en que se encontraban en septiembre de 2000".
Cuando le preguntaron sobre las restricciones, Fayyad admitió que Israel no ha prometido mucho: "No tenemos garantías en el momento actual. Lo que podemos decir es que será imposible avanzar económicamente sin que haya previamente un levantamiento de las restricciones, especialmente en Gaza".
La ministra israelí de Exteriores, Tzipi Livni, se mostró firme sobre la necesidad de mantener por razones de seguridad los controles que impiden la libertad de movimientos de los palestinos y sus intercambios comerciales. También dijo que su país está dispuesto a cumplir las obligaciones impuestas por la Hoja de Ruta y a aceptar la idea de un Estado palestino independiente.
El tabú sobre la cuestión regresó pronto y muy escasas fueron las alusiones a los compromisos que Israel debería asumir rápidamente para garantizar la viabilidad económica de Palestina. Sin acuerdo político, el plan, aunque caro, parece papel mojado.
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