Este artículo se publicó hace 11 años.
La lucha de los profesores berlineses
En la capital alemana, los docentes pelean contra la "precariedad" y la "inseguridad" de la situación laboral de más de 9.000 maestros
Javier Pérez de la Cruz
"La calidad de la educación es cada vez peor. No tenemos ninguna motivación y, además, los profesores que tienen la misma condición que yo estamos inseguros por si nos ponemos enfermos y tenemos que faltar al trabajo unos cuantos días". Sina Beer explica cómo se sienten los más de 9.000 profesores empleados (Angestellten en alemán) que tiene Berlín, frente a los cerca de 20.000 que son Beamten, es decir, funcionarios, con el trabajo asegurado para el resto de su vida. Lo hace entre los modernos edificios de la Potsdamer Platz, refugiada de la lluvia bajo un paraguas y rodeada de miles de maestros que, como ella, se manifestaban durante una fría jornada de huelga. Desde 2003, la ciudad con estatus de Land (Estado) no oferta nuevas plazas de funcionarios.
Sina trabaja en el colegio Askanier, en la localidad de Spandau, que depende administrativamente de Berlín. Allí imparte educación física, trabaja las mismas horas que sus compañeros y cobra menos dinero que muchos de ellos. "Cobramos casi 1.000 euros al mes menos que un funcionario. También, cuando nos jubilemos, nuestra pensión será mucho más baja".
El sindicato educativo GEW pide al Senado de Berlín desarrollar un convenio colectivo para los profesores empleados y acabar así con la brecha salarial. "Pedimos un mismo salario por un mismo trabajo", explica el portavoz del sindicato Tom Erdmann. Como no les escuchan, han realizado en menos de un año cuatro huelgas; cuatro "huelgas de advertencia", como ellos las catalogan. "Las condiciones en las escuelas berlinesas son tan malas que muchos profesores no consiguen un trabajo a tiempo completo hasta la jubilación", añade. La inseguridad, por tanto, está garantizada. Así al menos es como lo ve Sina: "Como nosotros no tenemos la plaza fija, siempre existe el miedo a que te echen, por cometer un fallo o por estar mucho tiempo enferma". Y es que las bajas entre el profesorado no son una excepción. "En Berlín, más de 1.000 profesores están permanente enfermos", apunta Erdmann.
La estrategia del gobierno para llenar ese vacío es que los propios centros escolares realicen contratos temporales según sus necesidades más urgentes. Es una medida que se comenzó a tomar en 2006, dentro del programa Personalkostenbudgetierung (presupuesto de coste de personal). No hay ni cifras oficiales sobre cuántos profesores temporales existen, pero sí se sabe que el año pasado hubo 2.115 contratos. Y también se sabe que una persona puede encadenar hasta seis firmas de este tipo.
Berlín, en quiebra técnicaLa capital con más influencia en toda Europa no es una ciudad próspera. De hecho, es una ciudad más bien pobre. Tiene una deuda pública de más de 60.000 millones de euros y una tasa de desempleo del 11,7%, casi el doble de la media estatal. El actual alcalde, el socialdemócrata Klaus Wowereit, lleva trece años de mandato intentando solucionar un problema que viene de muy lejos. La ciudad "pobre, pero sexy", como el mismo Wowereit la definió, se ve obligada a recortar el presupuesto; y la educación es uno de los objetivos de la tijera.
"Berlín necesita más profesores. No somos suficientes", confiesa Sina Beer. Los datos que distribuye GEW le dan toda la razón. Según una encuesta realizada por el sindicato en 2012, durante una semana el 30% de las cosas no se dan como se había planeado. Además, los estudiantes con necesidades especiales deben tener dos profesores en el aula, pero, según denuncian desde GEW, la mayoría de las veces estos segundos docentes se tienen que marchar a otra clase a sustituir a profesores que están enfermos. Sina insiste: "Necesitamos muchos profesores y el problema es que todos los jóvenes se están yendo. Hacen aquí sus prácticas pero acaban yéndose a otro Estado para cobrar más ".
Jan W. será probablemente uno de ellos. "A mí me gustaría quedarme en Berlín cuando me gradúe, pero creo que va a ser imposible". El joven observa bajo la lluvia el pequeño teatrillo con el que, gracias a unas caretas de los políticos regionales, los responsables sindicales amenizan la concentración de la jornada de huelga. Jan prefiere no dar su nombre completo por posibles problemas que pueda tener después a la hora de buscar empleo. "Todos mis compañeros de universidad son conscientes del problema y estamos muy preocupados por nuestro futuro", explica el joven que se prepara para dar clases de física y matemáticas. "Aquí la situación es precaria, y para trabajar en unas condiciones así prefiero irme a otro lado", continúa.
Ese otro lado podría ser el Estado de Baden-Württemberg, uno de los Land más ricos de Alemania y el lugar donde los profesores cobran más dinero; hasta más de 4.000 euros al mes. Berlín, en cambio, está en el último puesto de la lista. Las huelgas y las manifestaciones de los profesores berlineses contrastan con los envidiables datos totales que posee el país. Alemania es el tercer país de la OCDE, por detrás de Luxemburgo y Suiza, que mejor paga a sus docentes, según datos de la propia organización internacional.
"Yo espero que sí se encuentre una solución, pero para ser sinceros no creo que se dé durante los dos próximos años". La sensación de relativo pesimismo que refleja Jan, de que no hay una solución cercana, también está empezando a calar en el resto de colectivos afectados. "Los padres y el resto de profesores funcionarios, al principio, apoyaban casi completamente. Ahora miran más para sus intereses, para su trabajo o para sus hijos", continúa el futuro profesor. "Nosotros lo toleramos, pero ya no tenemos tanta comprensión", exclamó el representante de los padres justo antes de la última huelga.
No obstante, los paros no se van a detener. Hay convocadas más jornadas de huelga y el ánimo entre los profesores es de seguir en la calle. En palabras de Sina Beer, la profesora de educación física: "Nosotros tenemos que seguir, que ya sabes cómo son los políticos, siempre sentados en sus sillones sin escuchar a la gente".
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