Este artículo se publicó hace 14 años.
Lukashenko decapita a la oposición bielorrusa
El régimen de Minsk encierra a 7 de los 9 candidatos opositores a la presidencia
El dictador de Bielorrusia, Alexander Lukashenko, que ganó el domingo unas elecciones presidenciales amañadaspor el poder, según la oposición, ha decidido aplastar sin contemplaciones a los partidos disidentes y neutralizar a sus líderes.
Las protestas ciudadanas que estallaron en Minsk para denunciar los resultados electorales fueron salvajemente reprimidas por la policía, y el candidato opositor y poeta Vladímir Neklyayev acabó en el hospital con la cabeza destrozada por las porras de los agentes antidisturbios. Después, Neklyayev y el opositor Vitali Rymashevski fueron secuestrados por el servicio secreto KGB.
Fuentes de la oposición bielorrusa anunciaron un trágico balance: un millar de detenidos en las revueltas; líderes de partidos opuestos a Lukashenko salvajemente apaleados por la policía y una conocida periodista del país, Irina Chalip, desaparecida. Según la emisora rusa Echo Moskowy, la reportera, que ha sido premiada internacionalmente por su labor, estaba retransmitiendo una entrevista en directo en la que informaba de la "brutal actuación" de la policía, cuando ella misma fue víctima de los represores. Lo último que pudo decir con voz cargada de dolor fue: "¡Me están arrastrando! Por el amor de Dios, ¿qué están haciendo? ¡La policía me está golpeando!"
La policía detiene a mil manifestantes y apalea brutalmente a sus dirigentes
Después ya no se supo nada más de Chalip, que es la esposa del candidato opositor Andreï Sannikov, quien también fue golpeado y detenido por la policía. Siete de los nueve candidatos opositores fueron detenidos entre el domingo por la noche y la madrugada del lunes: Vladimir Neklyayev, Andreï Sannikov, Nikolaï Statkevitch, Rygor Kastussev, Vitali Rymachevskiï, Ales Mikhalevitch y Dimitri Ouss. Al parecer, los únicos candidatos opositores que pudieron escapar de las garras policiales fueron Iaroslav Romantchuk y Viktor Terechtchenko. La policía también llevó a cabo numerosos registros en domicilios particulares y en sedes de partidos opositores, y una decena de periodistas resultaron heridos.
La oposición, que está fuertemente dividida, anunció que continuará con las protestas en esta ex república de la URSS e importante lugar de tránsito para el gas ruso con destino a Europa occidental. El poder dictatorial de Minsk se ha distanciado notablemente de Moscú e intenta desesperadamente estrechar los lazos con la Unión Europea. Por ello, Romantchuk hizo un llamamiento a Bruselas para que no se deje engañar por Lukashenko.
Denuncia de la OSCEPor su parte, el jefe de la misión de observadores de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE), Tony Lloyd, denunció la represión policial y consideró que "esta elección no ha conseguido situar a Bielorrusia en la situación que necesita". La UE, que prometió a Minsk desbloquear un crédito de 3.500 millones de dólares si las presidenciales eran democráticas, también condenó la violencia policial, al igual que EEUU.
En cambio, el presidente ruso, Dmitri Medvédev, sólo expresó su deseo de que Bielorrusia cambie políticamente "su democratización y el desarrollo del Estado bielorruso son muy importantes para nosotros", dijo pero pidió paciencia a la comunidad internacional, porque "hay que esperar a los resultados oficiales de las elecciones para saber si reflejan la soberanía del pueblo bielorruso".
La periodista Irina Chalip es agredida y apresada en directo, y ha desaparecido
El propio Lukashenko desoyó las protestas de la oposición y las demandas internacionales de democratización de su país, y acusó a los partidos opositores de haber protagonizado actos de "bandidaje" en las calles de Minsk. También anunció que los detenidos irán a "prisión, según dicta la ley. Lo que han hecho los vándalos y alborotadores en Minsk no es democracia, sino barbarie opositora".
Lukashenko afirmó que "las fuerzas de seguridad actuaron con paciencia ante el descontrol de los jóvenes, hasta que se toparon con artefactos explosivos, pogromos y apaleamientos de ciudadanos". Y rechazó sin contemplaciones las conclusiones de la misión de la OSCE, que estimó que Bielorrusia tiene que recorrer un camino "considerable" antes de que las elecciones sean consideradas democráticas.
La Justicia bielorrusa comenzó a juzgar a los detenidos, y algunos podrían ser condenados a 15 años de cárcel por "disturbios".
Un déspota encantado de serloLukashenko siempre se ha mostrado partidario de los métodos autoritarios
ÓSCAR ABOU-KASSEM
Alexander Lukashenko nunca ha perdido una oportunidad de explicar cuáles son sus valores democráticos. En agosto de 1991, como miembro del Parlamento bielorruso, declaró su apoyo al grupo de golpistas que intentó derrocar Mijaíl Gorbachov en los últimos días de la Unión Soviética. Cada vez que se le ha recordado ese posicionamiento, Lukashenko ha estado encantado de explicarse: “Se debe controlar el país y lo más importante es no arruinar la vida de la gente. El estado nunca me permitirá ser un dictador pero el estilo autoritario está en mí y siempre lo he reconocido”.
Nacido en 1954, Lukashenko comenzó su ascenso político tras dirigir una granja colectiva en los años 80. Desde su ascenso a la presidencia bielorrusa, en 1994, Lukashenko ha sido fiel a sus principios. Dos años después de ser elegido presidente, disolvió el Parlamento cuando los diputados se disponían a destituirlo. Aprovechó para elegir a dedo una nueva Cámara y extender en dos años su primer mandato. Volvió a salir reelegido en 2001 y decidió acabar con la limitación de dos mandatos.Todas las victorias electorales de Lukashenko, que nunca baja del 75% de votos, incluyen denuncias de fraude y una violenta represión de la oposición, cuyos candidatos suelen dar con sus huesos en la cárcel.Sin embargo, parece que está a punto de perder a su más fiel aliado. El presidente ruso, Dmitri Medvédev, le ha acusado de romper “no ya las normas diplomáticas sino las normas básicas de comportamiento”. El error de Luka-shenko: haber criticado a Borís Yeltsin y al primer ministro ruso, Vladímir Putin.
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