Este artículo se publicó hace 17 años.
Una maleta persigue a Cristina Fernández
La presidenta argentina inicia su mandato atrapada en el fuego cruzado entre Venezuela y Estados Unidos
No culpable. Así se declaró el jueves frente a la Justicia de Florida el venezolano Franklin Durán, uno de los cuatro acusados por el caso de la maleta. Lo mismo hizo el uruguayo Rodolfo Wanselee Paciello el viernes. Están implicados por intentar encubrir el origen y el destino de los 800.000 dólares que llevaba encima Antonini Wilson cuando aterrizó en Argentina el pasado 4 de agosto. Sus abogados reconocieron que ambos presionaron al hombre de la maleta.
El fiscal de Florida, Thomas Mulvihill, quiere probar que los implicados intentaron borrar las pistas que les conectan con el Gobierno venezolano, del que sospecha que son agentes. Al mismo tiempo, la Justicia argentina investiga la relación del dinero con la supuesta financiación de la campaña de Cristina Fernández. La ley argentina impide recibir fondos de otros Estados para evitar la injerencia externa en los asuntos nacionales.
Según la Cámara Nacional Electoral, la campaña de Cristina Fernández se financió con 1.637.288 pesos (350.000 euros) de fondos públicos por los votos obtenidos en la última elección y 2.883.896 pesos procedentes de donantes privados. Pero la campaña tuvo un costo final de 11.521.184 pesos (2,5 millones de euros). ¿Se usó dinero público? ¿Se recibió dinero de Venezuela? Pese a las sospechas, la falta de transparencia en la financiación de los partidos salpica también a la oposición.
La estrategia del nuevo abogado defensor de Durán es que si se cometió algún delito, no tuvo lugar en territorio norteamericano. "Nada está relacionado con EEUU salvo que los protagonistas mantuvieron sus reuniones aquí", dijo. "Si se violó alguna ley, ésa es de Argentina".
La pista petrolera
En Argentina, lejos del interés por el espionaje, la Justicia quiere probar que Wilson no viajó casualmente con directivos de Petróleo de Venezuela S.A. (PDVSA) y funcionarios argentinos. Siguen pistas para demostrar que era parte de la delegación de PDVSA. El hijo del titular de PDVSA Argentina fue quien pidió que subieran a Wilson al avión contratado por una empresa pública argentina. La delegación de la compañía acompañó a Wilson al brindis que tuvo lugar el 6 de agosto en la Casa Rosada. También fue la petrolera la que pagó el hotel uruguayo en el que se alojó el hombre de la maleta tras huir del país un día más tarde.
La causa estuvo estancada en Argentina hasta que se conoció la declaración de Victoria Beresziuk, la secretaria de Claudio Uberti, el alto cargo que permitió que Wilson subiera al avión. Hasta su destitución, el funcionario fue la mano derecha del ministro de Planificación y el negociador más importante del Gobierno en Caracas. Beresziuk, quien voló con Wilson desde Caracas, asegura haberlo visto en la Casa Rosada, mientras Kirchner firmaba dos acuerdos económicos con Hugo Chávez. No era la primera vez que lo veía.
Este viernes, el jefe de gabinete argentino, Alberto Fernández, arremetió nuevamente contra Washington por el caso de la maleta: "En Estados Unidos no investigan el destino y el origen de los fondos sino la presencia de supuestos espías. Si no, ya habrían extraditado a Antonini Wilson a nuestro país".
La tesis del Gobierno argentino es que la intervención de Cristina Fernández en la liberación de Ingrid Betancourt, rehén de las FARC, y la afinidad con Chávez motivó la "formidable operación" de Washington. En cambio, Fernández minimizó la presencia de Wilson en la Casa Rosada -"fue un acto público al que asistieron 400 personas"- y defendió que "todo lo que se sabe es gracias a la investigación en Argentina". Es cierto que fue la policía aeroportuaria la que descubrió el caso. Pero no lo detuvo. Tampoco fue el Gobierno o la fuerza policial la que lo dio a conocer, sino un periodista de la cadena televisiva Todo Noticias, dos días más tarde.
También fueron los medios locales quienes informaron sobre los seis viajes relámpago que realizó Wilson entre marzo de 2006 y agosto de 2007. Según Fernández, la justicia estuvo al tanto del caso y que es normal que se haya dejado en libertad a Wilson ya que la jurisprudencia aduanera considera estas acciones como una infracción y no como un delito.
La fiscal Rivas lo desmintió cuando declaró que ningún juzgado fue contactado esa madrugada para que decidiera sobre el caso. "En los rayos X vi algo raro y le pregunté qué llevaba. Libros, me dijo Wilson. Le pedí que abriera la valija (maleta) y se puso blanco. Al ver el dinero le pregunté cuánto era y me dijo que eran 60.000 dólares. Parecían muchos más, así que llamé a mis jefes." Así relata la ex policía María Luján Telpuk los hechos sucedidos en la madrugada del 4 de agosto, cuando Wilson decidió cerrar la boca tras decir "soy un soldado".
La ‘boliburguesía'
¿De quién? ¿Quién es Wilson? En Venezuela pintan al Gordo Antonini como uno de los emblemas de la boliburguesía, término con el que se bautizó a los que se enriquecieron en los últimos años con el aluvión de petrodólares. Junto con Kauffmann y Durán, Wilson ejercía de testaferro de la petroquímica venezolana Venoco y en la Bolsa de Caracas, según el escritor y periodista venezolano radicado en Argentina, Modesto Emilio Guerrero.
El autor del libro "Quién inventó a Chávez" dice que este grupo reemplazó en la institución caraqueña a Pedro Carmona, el jefe del golpe de 2002 contra Chávez. En declaraciones a la revista 23, Guerrero rechaza la tesis del fiscal Mulvihill, según la cual el dinero estaba destinado a la campaña: "La ruta de la valija es la ruta de los negocios amasados a la sombra de los negocios gubernamentales. Su destino sería el pago de un negocio con algún sector corrupto del Estado argentino, y no de la campaña presidencial".
Cuando explota el caso del maletín en la prensa, Wilson huye a Florida vía Uruguay. Según el fiscal, que en su escrito final excluyó cualquier mención a la financiación de la campaña, sus amigos Kauffmann y Durán le amenazan a instancias del jefe de la inteligencia venezolana (DISIP), Henry Rangel Silva, y le ofrecen dos millones de dólares por su silencio. Es entonces cuando la hermana de Wilson, abogada especialista en inmigración, le aconseja llamar al FBI para traicionar a sus amigos y socios de toda la vida. Desde el 27 de agosto se convirtió en testigo protegido y en la clave para desentrañar esta novela de espías argentino-venezolano-estadounidense.
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