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¿Es más peligroso Bin Laden muerto o vivo?

El terrorismo es tan viejo como la guerra y no concluirá porque Bin Laden haya recibido un tiro en la cabeza

ÍÑIGO SÁENZ DE UGARTE

EEUU ha tardado nueve años en escuchar la noticia que esperaba. En el fondo, si se producía la muerte de Bin Laden, a los dos bandos les convenía un final violento. Los estadounidenses se ahorran un juicio de dimensiones desconocidas, con la amenaza de verse afectado por continuos atentados o secuestros. Bin Laden se garantiza la condición de mártir de su causa.

En los próximos meses, tendremos respuesta a la pregunta que muchos se han hecho antes: ¿es más peligroso Bin Laden muerto o vivo? Un Bin Laden vivo suponía una constatación permanente del fracaso de EEUU en acabar con Al Qaeda. Como en cualquier movimiento mesiánico, sus seguidores siempre podían confiar en una milagrosa recuperación y en el regreso del caudillo. Que no fuera a producirse no significa que no fuera real en sus mentes.

Políticamente, la muerte es otra cosa. Las revoluciones en el mundo árabe de los últimos meses han demostrado que la vía violenta del terror no era ni la única manera de conseguir el cambio ni la más propicia. La plaza cairota de Tahrir resulta un símbolo mucho más alentador que el kalashnikov que siempre acompañaba a Bin Laden en sus imágenes.

El futuro de Al Qaeda es tan nebuloso como su situación actual. En realidad, desde hace muchos años era más un símbolo como franquicia de una constelación de grupos terroristas que una organización real con estructura y mandos definidos.

Ayman Al Zawahiri, el lugarteniente de Bin Laden, es un improbable sucesor por mucho que termine adoptando el papel del líder espiritual del movimiento. No tiene ni su carisma ni sus antecedentes militares. Bin Laden siempre exageró hasta el ridículo su participación en la yihad contra los soviéticos, pero al menos estuvo allí. Abandonó una vida de lujos en Arabia Saudí para escuchar el llamamiento a la guerra santa. Al Zawahiri intentó aplicar la yihad en Egipto y sólo cosechó un sonoro fracaso.

La operación militar es por otro lado una oportunidad estupenda para Obama con la que poner fin al despliegue militar en Afganistán, una guerra que ha durado más que la Segunda Guerra Mundial. Es en realidad una excusa, porque es improbable que Bin Laden tuviera ya una influencia directa, más allá de su condición de símbolo, en los acontecimientos de Afganistán y en la insurgencia talibán.

Hay motivos para dudar de que EEUU abandone el sendero de la guerra permanente. Afganistán está en estado de guerra permanente desde 1979 y continuará estándolo después de una retirada de las tropas extranjeras. La incapacidad de EEUU para encontrar un momento en el que declarar la victoria o el fin de la misión, sumada a la debilidad manifiesta del Gobierno afgano, habían aplazado el momento de afrontar la realidad. Quizá ésa pueda ser la mejor consecuencia de la muerte de Bin Laden.

Porque el terrorismo en sus distintas formas es tan viejo como la guerra y no concluirá de forma mágica porque Bin Laden haya recibido un tiro en la cabeza.

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