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Una masacre en la conciencia de Japón

Miles de ciudadanos chinos murieron hace 70 años en el asedio nipón a Nanjing

ANDREA RODES

Hay un dicho chino que dice: 'Si ocurre algo malo en el pasado, no hay que olvidarlo. Puede ser útil en el futuro'. Lo recordaba ayer en Nanjing Wang Lin, una estudiante china de 17 años, durante la inauguración de una placa conmemorativa para recordar a los 1.300 ciudadanos asesinados hace 70 años en aquel lugar por el ejército japonés. En la ciudad hay otras 19 lápidas como ésta.

El 13 de diciembre de 1937, las tropas imperiales niponas iniciaron el asedio de Nanjing, entonces la capital, provocando una masacre en la que murieron miles de civiles. China asegura que murieron 300.000, pero las cifras no han sido confirmadas. En Japón, algunos sectores incluso han negado la existencia de tales atrocidades. La llamada 'masacre de Nanjing' ha sido siempre un asunto espinoso en las relaciones Sino-japonesas.

Pocos días después de que el presidente Hu Jintao anunciara su visita oficial a Tokyo para el próximo año, China quiere aprovechar la ocasión del 70 aniversario para hacer memoria del pasado sin estropear las relaciones con su país vecino.


'Puede que la cifra no llegara a los 300.000 muertos', dice Yan Yao Zong (nombre inventado), uno de los asistentes a la inauguración de la placa. 'Pero era difícil contar las víctimas. Los cadáveres flotaban en el río Yangtzé durante días', añade Yan, apartado de la multitud, protegiéndose de la lluvia bajo las ramas de un árbol.

Yan es miembro de la Sociedad de la Esvástica Roja, una organización filantrópica fundada en China en 1922 y colaboró activamente ayudando a las víctimas durante la masacre de Nanjing. Por su estrecha vinculación con el Daoyuan, un grupo religioso taoísta, la asociación es ilegal en China. Pero, desde sus sedes en Taiwan y Singapur han colaborado con la investigación de los sucesos, aportando testigos y documentos para descubrir fosas comunes.

Recordar con el corazón

Mientras Yan habla, una representación de cuatro ciudadanos chinos y japoneses - ninguno oficial - descubre la placa en honor a los 1.300 civiles muertos en la calle Taiping. Uno de los cuatro es Matsuoka Tamaki, fundadora de MingXin, 'Recordar con el corazón', una asociación japonesa dedicada a explorar los crímenes del ejército imperial durante la guerra sino-japonesa. Esta mujer de cuerpo menudo y sonrisa nerviosa concentra la atención de todas las cámaras.

Los periodistas chinos no quieren perder la ocasión de obtener la foto de un ciudadano japonés reconociendo la masacre en su propio país. Matsuoka es consciente de que en Japón hay una falta de conciencia sobre las atrocidades cometidas por el ejército, en especial entre los jóvenes, algo que irrita a la sociedad china.

Desde que fundó la asociación, en 1997, Matsuoka ha realizado más de 200 entrevistas con veteranos que participaron en el asedio de Nanjing y asegura que tiene testigos suficientes para demostrar los sucesos. Ha identificado la división responsable de los crímenes en Nanjing y puede detallar las técnicas utilizadas para llevarlos a cabo: 'Los atacaban con minas enterradas en el suelo, los rociaban con gasolina y los quemaban', explica Matsuoka. Si quedaban supervivientes, los mataban con bayonetas. Los cadáveres se enterraban en fosas comunes, frente a las a puertas de la muralla. Según los historiadores, miles de mujeres fueron violadas por los soldados nipones.

'El 70 aniversario deber servir para promover la paz en el mundo y para recordar el pasado', dijo Tamaki. Junto a ella estaba el director del Memorial a las Víctimas de la Masacre de Nanjing. El centro ha sido ampliado este año y se inaugurará hoy por todo lo alto. Para Tamaki, el Memorial es un espacio clave para que los jóvenes chinos entiendan lo que sucedió en 1937.

Entre el público que asistió ayer a la inauguración de la lápida, los visitantes japoneses aguantaban bajo la lluvia junto a supervivientes de la masacre, como el anciano Xang Yuang Song. Xang, de 80 años, perdió a su padre durante la masacre. 'Algunos japoneses siguen sin admitir las atrocidades', dice Xang. Y añade: 'No podemos olvidar la historia'.

'Es cierto que en Japón existe una corriente 'neo-fascista', dice Teranishi Ikuo, un monje budista que ha venido a Nanjing junto a otros 15 monjes de su templo, en Kyoto.

Tersanishi se lamenta de las tendencias nacionalistas en algunos sectores sociales de su país, que se niegan a revisar los crímenes de guerra durante la ocupación. Para este monje budista, la ignorancia es la culpable del malestar en las relaciones entre China y Japón. 'Los chinos asocian Japón sólo con tres cosas: la flor del cerezo, la guerra y la electrónica', dice Teranishi.

Los monjes, que asistirán hoy a la ceremonia de inauguración del nuevo Memorial, aprovecharon la tarde de ayer para visitar la casa-museo de John Rabe. Vestidos con el hábito budista, se hacían fotos junto los retratos de este ciudadano alemán que ayudó a refugiar a miles de habitantes de Nanjing durante el asedio de los japoneses. A Rabe, que se afilió al Partido Nacionalsocialista mientras trabajaba para la empresa Siemens en China, lo llaman 'el Nazi bueno'. Las anotaciones en su diario personal han servido como fuente de documentación para la investigación de la masacre. Actualmente, una productora alemana está rodando una película sobre el papel de Rabe durante el asedio de Nanjing.

Lin Bo Yao, un anciano chino de 78 años, fue otra de las figuras invitadas a descubrir la lápida conmemorativa. Lin llegó a Japón en 1978 y se quedó horrorizado al ver que algunos ciudadanos ignoraban la existencia de la masacre. 'No hay que culparlos por lo sucedido en el pasado', dice Lin. Pero, para este anciano, que incluso hoy haya gente en Japón que niegue la masacre 'demuestra deshonra hacia los muertos y odio a los supervivientes'.

Un grupo de estudiantes vestidos con el uniforme de la escuela número 34 de Nanjing guarda filas junto a la lápida, en silencio. Se han ofrecido como voluntarios para proteger el monumento y promoverlo entre los ciudadanos. Entre los estudiantes está Wang. 'Han pasado 70 años y todavía tenemos que luchar para recordar estos hechos miserables', dice esta joven de 17 años. Y añade: 'Deberíamos trabajar todos juntos para hacer nuestro país más fuerte'.

 

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