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La masacre de Manaos muestra el infierno de las cárceles brasileñas

“Escuela del crimen”

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Familiares entierran a sus parientes muertos en la masacre en la cárcel de Manaos.- Nathalie Brasil (EFE)

(São Paulo).  Fueron 17 horas de violencia continua y 56 presos asesinados brutalmente. El juez Luis Valois, que negoció la salida de rehenes, habló de “escenas dantescas”, de “barbarie”, “algo nunca visto”. Se refería a las decapitaciones y mutilaciones que en cuestión de horas viralizaron en las redes. Los presos filmaron su carnicería, era parte del mensaje que la facción de narcotráfico Familia Del Norte (FDN) le mandaba al Primer Comando de la Capital (PCC), la banda más poderosa del crimen organizado de Brasil, pero con poco poder en el Amazonas. Apenas cinco días después, la penitenciaría agrícola de Monte Cristo, en Boa Vista (Roraima) amanecía con 33 muertos. La venganza del PCC estaba servida.

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La primera masacre sucedió el pasado 1 de enero en la mayor cárcel de la capital del Amazonas, el Complejo Penitenciario Anísio Jobim (Copaj), de Manaos. El presidente del Gobierno, Michel Temer, tardó cuatro días en pronunciarse sobre el crimen: “Fue un accidente pavoroso”, dijo después de solidarizarse con las familias de las víctimas, que estuvieron durante casi tres días sin saber si sus allegados presos estaban entre los fallecidos.

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Los datos de asesinatos por muerte violenta en 2016 no hablan “de accidente” sino de 392 reclusos asesinados en las prisiones del país. Más de un muerto al día

La falta de plazas no impide que la población carcelaria siga creciendo. Entre 2004 y 2014 creció un 64%, y si nos vamos a 25 años atrás el aumento alcanza el 575%, según datos oficiales del Ministerio de Justicia. André Becerra, presidente de la asociación Jueces para la Democracia de Brasil, apunta a dos factores fundamentales para este aumento: la inversión “desmedida en Seguridad” y el “endurecimiento” de la jurisprudencia en Brasil.

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La cárcel donde ocurrió la masacre de Manaos tenía capacidad para 454 presos pero estaba ocupada por 1.224, tres veces más de lo permitido

El aumento de número de presos también se asocia al crecimiento de prisiones como la de Manaos que tenían su gestión tercerizada. En estas cárceles el Estado es responsable y está a cargo, pero el personal que trabaja dentro, desde los agentes, enfermería, médicos o profesores, es contratado por otra empresa. En una carta al ministro de Justicia, el padre Frei Betto lo denunciaba esta semana: “La empresa recibe del estado según el número de detenidos que administre, cuantos más haya también hay más lucro”. El juez Valois, el primero en entrar en Manaos durante la tragedia, se muestra más neutral, pero reconoce que la gestión semi privada “al final ofrece menos garantías para los presos”, le decía al diario Nexo.

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“Escuela del crimen”

La masacre de Manaos ha sido la segunda mayor de la historia del país. En 1992 fue la primera, en la cárcel paulista de Carandirú, cuando en el medio de un motín la policía ejecutó a 111 presos. Esta masacre dio pie al nacimiento del Primer Comando de la Capital (PCC), la mayor facción de narcotráfico de Brasil con sede en São Paulo, pero con sus brazos por todo el país.

“El PCC se encarga de todo en las cárceles, como toda banda criminal han ocupado el papel del estado porque no existía, no estaba allí”, e

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“El PCC se encarga de todo en las cárceles, como toda banda criminal han ocupado el papel del estado porque no existía, no estaba allí”, explica André Becerra. Lo mismo sucede con Comando Vermelho, su eterno enemigo, con el que durante años llegó a un acuerdo de no agresión: “Cuando el PCC empezó a dominar las cárceles el número de masacres disminuyeron, parecerá una locura, pero es así, ellos cumplen ese papel de orden, hasta que han parado el cese al fuego con su enemigo”, nos cuenta Becerra.

Más de lo mismo

El ministro de Justicia, Alexandre Moraes, fue el primer representante del Ejecutivo en pisar Manaos y declaró que esta masacre no se podía explicar apenas como una “guerra entre facciones” sino con “algo más profundo” y puso como ejemplo la entrada de armas y móviles en las penitenciarías, como si ambas cosas no estuvieran vinculadas con las simbióticas relaciones entre los narcotraficantes y las fuerzas del estado.

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El juez Becerra asegura que las cárceles son “un antro de corrupción” y que “todos lo saben”

El presidente Temer además de insistir en que la matanza “fue un accidente” también dio a entender que por ser una cárcel tercerizada la responsabilidad del estado “no estaría tan clara, tan definida”, dijo el jueves. Más inoportuna fue la frase del gobernador de Amazonas, José Melo, que llegó a justificar lo sucedido asegurando que “entre los muertos no había ningún santo”.

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