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Massachusetts amarga el primer año de Obama

Los demócratas pierden el escaño de senador en un Estado dominado por el clan Kennedy desde hace 50 años, con lo que peligra la aprobación de la reforma sanitaria promovida por el presidente estadounidense

ISABEL PIQUER

Cuando Scott Brown posó desnudó en las páginas de la revista Cosmopolitan en 1982 no pensó que llegaría a ser el quebradero de cabeza del presidente estadounidense más popular de las últimas décadas. Y sin embargo, el candidato republicano al escaño de senador por Massachusetts que dejó vacío Edward Kennedy le ha complicado seriamente las cosas a Barack Obama, y eso, el día que cumple un año en la Casa Blanca.

Brown ha derrotado a la candidata demócrata Martha Coakley por un 52% a un 46% de los votos, un resultado que pone en peligro la aprobación de la reforma del sistema de salud promovida por el presidente Barack Obama.

Lo peor que se temían los demócratas ocurrió. La catástrofe. Lo impensable. Que el puesto de Kennedy ocupado por un interino desde su muerte, el pasado agosto pase a manos republicanas, tras 47 años de reinado ininterrumpido del león del senado, y antes que él, de su hermano John, que lo dejó para lanzarse a la presidencia.

Brown, de 50 años, era hasta hace poco un senador local desconocido. Se ha convertido en el nuevo adalid de los conservadores. La foto ocurrió cuando estudiaba para abogado en Boston y hacía de modelo ocasional, y no parece haberle perjudicado.

La contendiente demócrata y fiscal general de Massachusetts, Martha Coakley, no ha resultado estar a la altura y ha multiplicado los errores. Llegó a decir que una leyenda de los Red Sox, el equipo local, era un fan de los Yankees de Nueva York, una tremendísima metedura de pata. En Boston no se bromea con el béisbol.

Estos últimos días vinieron a respaldarla la viuda de Kennedy, el vicepresidente Joseph Biden y el propio Obama. Sin resultado. Las encuestas la situaban detrás del republicano con unos nueve puntos de desventaja que al final no pudo remontar.

La Casa Blanca se había volcado en los últimos días para evitar la derrota

Al ganar Brown, los demócratas pero seguirán superando en número a los republicanos en el Senado pero perderán la súper mayoría de 60 escaños necesaria para evitar el llamado filibusterismo, la práctica que consiste en bloquear un proyecto de ley alargando indefinidamente su debate.

Y con la reforma del sistema de salud a medio camino hacia la aprobación definitiva podría suponer un serio problema para la Casa Blanca, visto además que el partido está enzarzado en tremendas batallas internas ante el empecinamiento de uno de sus congresistas por incluir en el proyecto de reforma sanitaria, una cláusula contra el aborto.

Las ironías son muchas en esta historia. Massachusetts es uno de los pocos estados del país que goza de una cobertura médica pública más progresista que la de Obama; la reforma sanitaria es un tema que Kennedy consideró la gran meta de su carrera política.

Una encuesta daba al presidente sólo un 50% de aprobación

Y si las elecciones 'especiales' se celebraron este martes, totalmente fuera de calendario, fue porque en 2004 los demócratas impusieron nuevas normas cuando el senador por Massachusetts, John Kerry, se presentó a las presidenciales contra George Bush. No querían que el entonces gobernador republicano, Mitt Romney, (y ex aspirante conservador a la Casa Blanca en 2008) nombrara a uno de los suyos.

Es una situación extraña para un estado profundamente liberal. La victoria conservadora, independientemente del efecto que tiene en el reparto de poder en el Senado, sienta un mal precedente para los demócratas de cara a las elecciones legislativas de noviembre y podría revelar un fuerte trasvase de los votantes independientes hacia el partido de la oposición. Además de ser la tercera derrota para los demócratas en los últimos meses, tras las elecciones a gobernador de Nueva Jersey y de Virginia.

Los demócratas temían perder su súper mayoría en el Senado

El partido de Obama ya ha empezado a idear estrategias para salvar la reforma sanitaria, una de ellas es acelerar el proceso en el Congreso antes de que Brown asuma su escaño y sobre todo antes de que demócratas ya reticentes cambien de opinión, a favor de los nuevos vientos y ante la creciente impopularidad presidencial.

Es irresistible hacer caer a los dioses. El candidato que entró en la Casa Blanca por la puerta grande, en una ola de fervor cuasi mesiánico y una opinión pública ansiosa de cambio, es el centro de todas las críticas, en un exceso tan irracional como el de hace un año pero en negativo.

Los sondeos no están a su favor. Cuando asumió el cargo, el 20 de enero del año pasado, Obama contaba con el beneplácito del 62% de los estadounidenses; un sondeo de la CBS le daba esta semana el 50%. La reforma sanitaria, la profunda intervención estatal tras el descalabro en Wall Street, la crisis y el paro, que no baja de 10%, pesan en su contra.

Con mirada histórica es uno de los presidentes más impopulares en su primer año de mandato. Le superan Jimmy Carter (51%), Bill Clinton (54%), Richard Nixon (63%) y por supuesto George W. Bush (82%), que rompió récords de aprobación tras el 11-S.

El único consuelo de Obama es que es tan impopular como lo fue Ronald Reagan (49%) en sus primeros 12 meses en Washington. Y ya se vio lo que pasó.

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