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La matanza no impresiona a los defensores de las armas

Para muchos estadounidenses la conclusión del tiroteo en Arizona es que hacen falta más armas para defenderse de los ataques

ANTONIO LAFUENTE

En un año cualquiera, 9.484 civiles mueren en EEUU por un arma de fuego y otros 40.000 resultan heridos. Si guardamos la proporción, en España la cifra de fallecidos debería ser de 1.376 persona, pero sólo mueren 60.

Los defensores de la venta libre de armas y los discursos políticos violentos sostienen que ni las armas ni las palabras influyen en esa desmesurada cifra de muertes violentas. Para ellos, la responsabilidad empieza y acaba en el individuo que mata.

Para los defensores de las armas la responsabilidad es individual

Sin embargo, cada vez que se produce una matanza en EEUU, como la del 8 de enero en Tucson, en la que murieron seis personas y trece más resultaron heridas, resurge el debate sobre la facilidad que existe para adquirir armas en EEUU.

Aunque ese debate es como una estrella fugaz, se habla de él durante un tiempo breve y, después, desaparece. 'Consternación aparte, no hay a la vista un cambio en las leyes para controlar las armas', titulaba el New York Times en primera página esta semana.

Esa perspectiva se confirmaba en las tímidas propuestas para limitar el acceso a las armas presentadas ante el Congreso tras la matanza, entre las que destacan la prohibición de llevarlas a menos de 300 metros de un congresista o la de impedir la venta de cargadores múltiples.

Algunos congresistas sugirieron que comenzarían a llevar armas ocultas tras la matanza de Tucson. La idea fue rechazada de plano por Terry Gainer, el jefe de seguridad del Capitolio: 'He sido policía durante 42 años y no creo que introducir más armas ayude en nada'.

Aún más, la venta de armas ha crecido tras la tragedia de Tucson. Suele ocurrir siempre después de este tipo de tragedia. Por un lado, compran más quienes temen que el suceso provoque, en efecto, que los legisladores restrinjan su venta; por otro, quienes creen que con ellas van a poder defenderse de cualquier ataque.

'Son las personas las que matan, no las armas', es la principal línea de defensa de la Asociación Nacional del Rifle (NRA, en su acrónimo en inglés), una poderosa organización dedicada a promover la bondad de revólveres, pistolas automáticas, carabinas y ametralladoras.

Los progresistas de EEUU consideran vital frenar las muertes de civiles

En apoyo de esa responsabilidad individual, habló esta semana Michael Welner, psiquiatra de la Universidad de Nueva York, para quien el fácil acceso a las armas 'no representa un papel' en la matanza de Tucson. Para él, Jared Lee Loughner, el autor de la matanza, es tan sólo un 'lobo solitario con afán de notoriedad'.

Lo que no explica Welner es por qué esos lobos solitarios, a los que tan acostumbrado está la sociedad estadounidense, no provocan matanzas en Europa.

La presión de la NRA sobre los parlamentarios estadounidenses ha permitido que personas como Loughner compren sin impedimento alguno una pistola que puede disparar 31 balas de un tirón.

Pero Daniel Webster, codirector del John Hopkins Center for Gun Policy and Re-search, cree que el control de las armas es clave para detener la hemorragia de muertes de civiles que vive EEUU. 'Para bajar el número de tiroteos mortales, tanto si son masivos o no, hay que hacer algo con respecto a la disponibilidad de las armas'.

El problema es que el debate choca con prejuicios muy arraigados y, de igual forma que Irán reclama su diferencia cultural y la ley del Corán para justificar el papel secundario de la mujer en la vida pública, Estados Unidos defiende la posesión de armas de fuego como algo propio del acervo del país y como un derecho previsto en la Segunda Enmienda de la Constitución, cuando no en la Biblia: 'Los políticos necesitan que se les recuerde que ese derecho no nos lo dieron ellos. Viene de Dios. Es un derecho que nos dio Dios', aseguró esta semana Erick Pratt, portavoz de la asociación de propietarios de armas de Estados Unidos.

Con la aparición del movimiento ultraderechista Tea Party, el debate ha adquirido también un tono más político. Para la extremistas Sharron Angle, representante de ese movimiento en Nevada, las armas son necesarias para que el pueblo se defienda del Estado y del Ejecutivo, a los que se pinta como enemigos. 'Cuando nuestro Gobierno se vuelve tirano' la gente tiene que buscar 'soluciones en la Segunda Enmienda', dijo el pasado otoño durante su fallida campaña a senadora, fomentando la irrealidad de que la Administración de Barack Obama se ha vuelto contra el pueblo.

En la misma línea que Angle, Wayne LaPierre, vicepresidente de la NRA, aseguró el año pasado: 'la libertad es nada más que polvo en el viento hasta que no está asegurada por el acero azul y la pólvora seca de un pueblo libre y armado'.

Pese a la opinión que pueda despertar en Europa, esa visión tiene un apoyo cada vez mayor en EEUU y no cuenta sólo con el apoyo de los republicanos. Según una encuesta del instituto Gallup del pasado mes de noviembre, el número de norteamericanos que quiere leyes más restrictivas ha descendido del 78% al 44% en los últimos 20 años.

Lo más curioso es que, pese a ese respaldo popular, la mayoría de las armas en Estados Unidos, unos 283 millones, no están repartidas entre sus 310 millones de habitantes sino entre tan sólo un tercio que acumula verdaderos arsenales. Eso sí, prácticamente cualquiera, a menos que haya sido condenado o declarado enfermo mental por la Justicia, puede obtener el permiso para llevarla.

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