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"Me lo llevaré a la playa para que se recupere"

 

 

SOLEDAD PINO

'Me he comprado unos tacones de aguja y ropa interior con ligas para sorprenderlo. El martes por la mañana iré a la peluquería'. Ruth ultima los preparativos para recibir radiante a su esposo, Samuel Ávalos, uno de los atrapados. Ruth ha viajado 926 kilómetros para llegar al campamento con sus tres hijos y su madre. Ya tiene claro lo que hará en cuanto su marido sea liberado. 'Me lo voy a llevar a la playa para que el hombre pueda volver a la normalidad. Desde el principio he confiado en que todo va a ir bien', señala.

A medida que se acerca el momento del esperado rescate, los nervios afloran. Lo delata la voz entrecortada de Verónica, esposa del boliviano Carlos Mamani, que está en la lista de los cinco primeros que saldrán, gracias a su buen estado. 'Esto es un sin cesar de emociones, a ratos estoy feliz, a ratos estoy muy nerviosa. Quiero que salga pronto y poderlo abrazar', afirma Verónica.

Elizabeth, de 21 años y esposa de Ariel Ticona, reconoce que confía mucho en el trabajo que hace el equipo de rescate y los ministros del Gobierno. 'Son personas muy serias. Creo que ha pasado lo peor, no tengo miedo del rescate. Espero contenta', explica.

Cuando cae la tarde, el sitio favorito de paseo es la desgarbada colina de tierra y piedras en donde originalmente se pusieron las 32 banderas chilenas y una boliviana en honor de los 33 atrapados. Actualmente hay banderas de muchos otros países, como España, Marruecos y Estados Unidos.

En esa colina, los familiares se sientan a escribir las cartas que le enviarán por las cápsulas de comunicación, llamadas palomas. Varias de las parejas de los trabajadores dicen que ha sido muy especial tener que relacionarse por carta: 'Ha sido como volver a la época en que éramos novios, porque sólo nos decimos palabras de amor y lo que haremos cuando llegue el reencuentro', asegura Jenny, la novia de Esteban Rojas. Se casarán cuando él salga.

Alicia, madre de Daniel Herrera, aguarda desde hace más de dos meses la salida de su hijo. Siente que trabaja diariamente para la prensa. 'Termino agotada pero lo hago con gusto. Sin los periodistas, nuestros chicos habrían pasado al olvido. Nosotros nos servimos de la prensa y la prensa se sirve de nosotros', apunta.

Poco antes de los telediarios chilenos de la noche, algunas mujeres de los mineros empiezan a salir de sus tiendas con ropa limpia, pelo cepillado y color en los labios. Están listas para dar los últimos testimonios del día.

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