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México detiene al jefe de la iglesia de la Santa Muerte por secuestro

Romo oficiaba misas y a la vez cobraba los pagos de los raptos, según la fiscalía

MARIA JOSEP SISCAR

David Romo, uno de los líderes espirituales de la iglesia de la Santa Muerte, fue detenido el martes junto a otras ocho personas, entre ellas una menor de edad, acusadas de conformar una banda de secuestradores en Ciudad de México. Los nueve se hacían pasar por miembros del cártel de los Zetas, según las autoridades.

La fiscalía los acusa del secuestro de un matrimonio de ancianos que fue liberado por la policía a mediados de diciembre. Además, está investigando su supuesta responsabilidad en la extorsión continuada de un contable y un diputado. También se les acusa de falsificación de identidad y robo de automóviles.

Las pesquisas señalan a Romo como el responsable de cobrar los pagos por los rescates y las extorsiones a través de cuatro cuentas bancarias con su nombre y otra falsa identidad, la de Silverio Reyes Fremain. Por estas operaciones, el peculiar cura se llevaría un 10% de los pagos.

El propio nombre de la banda, El Aztlán, es místico, pues evoca a un paraíso terrenal que representaría la propia ciudad de México antes de la Conquista, y en la lengua náhuatl significa 'lugar de la blancura'. Y así, vestidos rigurosamente de blanco, los presentó ayer la fiscalía a los medios de comunicación. Entre los flashes de las cámaras, Romo aseguró a gritos que la detención responde a intereses políticos y religiosos, y denunció haber sufrido torturas físicas por parte de la policía. 'Aquí varios hemos sido torturados hasta con toques en los huevos', espetó.

Mientras tanto, Romo se debe de encomendar más que nunca a la Flaquita, como llaman sus fieles a la imagen de la Santa Muerte, una calavera con guadaña en la mano izquierda y una bola del mundo en la derecha. Su culto congrega ya a cinco millones de personas, en un país donde la muerte es el pan nuestro de cada día, y reúne a más seguidores cada vez. Sus devotos aseguran que se trata de un sincretismo entre los dioses de la muerte de las culturas prehispánicas y la Iglesia católica, pero esta no sólo se desvincula del grupo sino que lo condena y lo tilda de satánico.

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