Entrevista a Néstor Arce, periodista nicaragüense"The Clash dedicaría hoy una canción a los estudiantes asesinados por la policía"
Madrid-Actualizado a
Nicaragua es el país que ha sufrido el mayor retroceso en materia de libertad de prensa y de expresión durante el último año, según el Índice de Chapultepec. Elaborado por la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP), refleja unos 700 ataques a medios de comunicación "atribuidos directamente al Estado", más de 300 agresiones a reporteros y casi un centenar de desplazamientos forzados de periodistas.
Es el caso de Néstor Arce (Managua, 1991), director de Divergentes y exiliado en Costa Rica para evitar la represión del Gobierno de Daniel Ortega. Durante tres meses, reside en España gracias al Programa de Acogida Temporal de Periodistas Latinoamericanos, impulsado por Reporteros Sin Fronteras, cuya quinta edición ha sido presentada este jueves en la Asociación de la Prensa de Madrid. Junto a él, sus colegas Gabriela Cáceres (El Salvador), Yadiris Luis Fuentes (Cuba) y Alonso Moleiro (Venezuela).
¿A saber qué pensaría hoy Joe Strummer de Daniel Ortega?
En vez de Sandinista!, el líder de The Clash dedicaría una canción a los estudiantes asesinados por la policía en 2018, a los 200.000 desplazados y a los 200 periodistas exiliados. El punk reivindica las luchas sociales y eso es lo que han hecho los estudiantes. Sería una buena banda sonora y una excelente canción que sonaría en todas las protestas.
¿A qué atribuye usted la evolución del personaje y de la causa original?
Me cuesta contestar a esa pregunta porque nosotros somos una nueva generación. Estás hablando con un chaval de 31 años que empezó a trabajar como periodista hace catorce. Esa temprana edad fue golpeada porque empezamos a cubrir una dictadura en ciernes. Cuando salí de la universidad en 2011, Daniel Ortega llevaba cinco años en el poder y había establecido un régimen autoritario que perseguía a periodistas y cerraba medios independientes.
Hacer un análisis de ese personaje revolucionario, de ese guerrillero joven con su mostacho que nos contaron los mayores, me resulta complicado. No por falta de capacidad, sino porque aquella época fue muy romántica. Nuestros padres creyeron en un proyecto revolucionario que anunciaba oportunidades para un hombre nuevo y una mujer nueva, empezando por la justicia social.
Aunque, tras su primer Gobierno (1985-1990), sus padres dejan de creer en su proyecto antes de retomar el poder en 2007.
Yo nací en una familia sandinista. Mi papá y mi mamá participaron en todos los procesos posrevolucionarios, como la alfabetización, pero luego hay dos desencantos. El primero, cuando Ortega se presenta como candidato por tercera vez en 1996. Y el segundo, cuando la disidencia sandinista empieza a cobrar fuerza en 2006, una tendencia apoyada por mis padres.
Y algunos disidentes, entonces, son encarcelados.
E incluso mueren estando en prisión, como el comandante Hugo Torres, uno de los líderes de la guerrilla sandinista. El régimen autoritario besó la involución de la revolución. Quienes supuestamente traían la justicia social formaron un Gobierno familiar, controlado por Daniel Ortega, su mujer, Rosario Murillo, sus hijos y sus allegados.
El Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) se ha adjudicado las 153 alcaldías del país en las elecciones municipales del pasado domingo. Eso termina de sepultar la autonomía que existía y de atornillar al FSLN en el poder nacional y local, al tiempo que destruye todos los espacios democráticos, que ya estaban descompuestos desde hace cuatro años con el cierre de medios de comunicación y oenegés.
De hecho, actualmente no hay ningún periódico de papel en Nicaragua
Ni uno. Es el único país del continente americano que no tiene un periódico impreso. La Prensa, el diario más importante, fue clausurado y su edificio, confiscado. Ahora, toda su redacción está en el exilio. Ese periódico fue mi escuela durante cinco años y una academia para muchos de mis colegas.
Ortega ha comprado parte de los medios. ¿Pero qué otros factores han contribuido a que se perpetúe en el poder?
La fuerza. O sea, las armas, el poder económico y la violencia. Eso es lo único que sostiene a Daniel Ortega.
¿No hay ningún logro a nivel económico o social? ¿Ha descendido la violencia en las calles?
Los índices de macroeconomía siempre siempre puntúan bien: el país crece, pese a que no haya una gran inversión interna. ¿Por qué entonces no ha colapsado el sistema económico? Porque a raíz de la violencia ha aumentado la migración irregular hacia Estados Unidos, Europa o Costa Rica. Y, paradójicamente, el principal rubro que sostiene la economía son las remesas que envían las personas que huyen de la violencia política de Nicaragua. Es decir, el régimen sobrevive gracias a los propios perseguidos, quienes siguen enviando dinero a sus familias desde el extranjero.
Habla de violencia política, no social.
La violencia social persiste, pero su origen es la violencia política. El régimen acaba de liberar a más de dos mil presos comunes. Como el sistema penitenciario no les ha ofrecido herramientas para reinsertarse en la sociedad, reinciden en la delincuencia. Entonces hay más asaltos, violaciones e inseguridad en las calles.
Fue Premio Ortega y Gasset por una cobertura publicada en Divergentes. Una doble bofetada a Daniel Ortega, tanto por el reconocimiento al periodismo independiente, como por el tema: las protestas contra la reforma del sistema de pensiones, cuya represión provocó más de 300 muertos.
Según un decreto presidencial de 2021, todo premio o condecoración internacional a un ciudadano nicaragüense debe ser autorizado por el Gobierno. Es bien risible… De hecho, cuando nos concedieron el Ortega y Gasset, nos preguntaban con humor: "¿Les dieron permiso para recibirlo?".
No obstante, la bofetada al régimen hay que adjudicársela al esfuerzo de cada hombre y de cada mujer que informa desde dentro y fuera de Nicaragua. Es una prensa que resiste, que es resiliente y que se reinventa. Desde 2018 ha surgido una veintena de medios digitales en el país, mientras que otros informan desde el extranjero.
No pudo recoger el premio porque le cancelaron el pasaporte.
Me enteré en el aeropuerto, justo antes de volar a Madrid. También le han cancelado el pasaporte a políticos opositores, a miembros de oenegés y a cualquier persona vinculada a este proceso sociopolítico.
Meses después, salió con lo puesto por la puerta de atrás y cruzó la frontera para no volver.
Salí de forma irregular caminando por una trocha. Cuatro horas a través de fincas, lodos y ríos, al igual que han hecho miles de compatriotas. Cuando llegué a Costa Rica, me concedieron el estatus de refugiado. Ahora residiré en España durante tres meses gracias al Programa de Acogida Temporal de Periodistas Latinoamericanos, de Reporteros Sin Fronteras. Una excelente oportunidad para conectar con gente diversa y poder explicar con detalle lo que sucede en Nicaragua, aunque sigo trabajando desde aquí para Divergentes.
Es un exilio forzado, no autoimpuesto.
Sí, porque tienes que decidir entre seguir haciendo periodismo fuera del país o quedarte en Nicaragua con opciones de ir a la cárcel o... hasta lo peor.
De hecho, hay muchos artículos de Divergentes que no llevan firma. ¿Ha temido por su vida?
Ahora que estoy fuera, sí firmo algunos artículos junto a mi equipo. Sin embargo, otros compañeros ocultan sus nombres porque, incluso en el exilio, todavía tienen miedo de identificarse como periodistas. Cubrimos la información de Nicaragua gracias a las fuentes que hemos construido desde dentro, porque hay gente en el Gobierno que confía en los medios independientes y nos filtra información.
Han sido perseguidos, espiados y agredidos. Antes le preguntaba si usted o sus compañeros han temido por su vida.
Desde 2018, todo el equipo ha temido por su vida. Cuando trabajábamos en otros medios, hubo un sinnúmero de situaciones en las que corrimos peligro y, en algún momento, se nos pasó por la mente dejar lo que estábamos haciendo. Sin embargo, creo que la juventud y el romanticismo van a seguir haciendo periodismo, aunque debamos exiliarnos y muchos tengan que llevar a su familia consigo.
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