Este artículo se publicó hace 15 años.
Nicaragua: 30 años después del triunfo
El embajador nicaragüense en España recuerda los primeros días de la revolución sandinista
No borran el paso del tiempo los sentimientos que nos rebasaron aquel 19 de julio de 1979. Habían pasado apenas 11 meses desde la insurrección de septiembre, que dio inicio a la guerra de liberación. 11 meses de vértigo, sufrimiento, heroísmo, dolor y empeño en la lucha sin cuartel contra la dictadura somocista. 11 meses durante los cuales todo un pueblo se había tirado a las calles de ciudades y pueblos insurrectos para pelear con lo que se tenía a mano, que era poco: escopetas, rifles 22, pistolas, piedras y adoquines. Fabricados por la cementera del dictador, para hacer negocio de la pavimentación de Nicaragua, los adoquines fueron, en las zonas urbanas, el material por excelencia de las barricadas levantadas contra tanques, guardias y helicópteros. Fueron tan esenciales en la lucha insurreccional que el diario que fundó el Frente Sandinista se llamó Barricada y el logotipo adoptado por los comandantes sandinistas tenía la forma de un adoquín, con los colores rojo y negro de la revolución triunfante.
Poco iba a durar la alegría. El triunfo republicano en EEUU marcará el inicio de una guerra brutal de agresión, que dejó 40.000 muertos, 260.000 desplazados y una economía destrozada. Aunque la revolución lograra derrotar militarmente a la contra, no pudo evitar el colapso económico. En 1988, la economía nacional estaba en ruinas. La ayuda externa, sobre todo de la URSS y sus aliados, declinaba. Los mercados se vaciaban y, con los mercados, la capacidad de resistencia de mucha gente.
Obligado por una situación sin salida, se decidió jugarse el todo por el todo en unas elecciones anticipadas, en febrero de 1990. Las perdimos por menos de un 5% real de votantes. Fue el fin un fin atroz de un sueño. Fin, también, de un ciclo histórico. El ciclo de revoluciones totales abierto por la revolución francesa en 1789. Revoluciones que creían que era posible cambiarlo todo, desde la economía al ser humano.
Lo que siguió a continuación fue como una película de terror. El país volvió a manos de una oligarquía depredadora y corrupta. Nicaragua fue desmantelada y vendida, desde la línea aérea a los rieles del ferrocarril. No quedó nada, como si una plaga de langostas se hubiera tratado. Hoy, 30 años después, con un nuevo Gobierno sandinista, ha tocado casi empezar de cero. Pero el sueño se mantiene. Sandino, tercamente, alienta a seguir.
Comentarios de nuestros suscriptores/as
¿Quieres comentar?Para ver los comentarios de nuestros suscriptores y suscriptoras, primero tienes que iniciar sesión o registrarte.