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El 'no' de Cameron al referéndum aumenta el malestar de su socios

Un ministro liberal demócrata reprocha al jefe de Gobierno la agresividad de los conservadores en la consulta sobre el sistema electoral

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La pelea entre conservadores y liberales demócratas por el referéndum del sistema electoral llegó el martes hasta la misma reunión del Gobierno británico. Antes de entrar en faena, el ministro de Energía, Chris Huhne, inquirió a David Cameron por qué no se ha distanciado de las tácticas más cuestionables de la campaña del no.

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En concreto, Huhne, partidario del sí, quería saber la opinión del primer ministro por los ataques que está recibiendo el número dos del Gobierno y líder de los liberales, Nick Clegg.

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Cameron no quiso entrar al trapo y se limitó a decir que sólo se responsabiliza de la campaña de su partido. No ganaba nada con atizar un cisma que podría poner en peligro la estabilidad del Gobierno de coalición.

El referéndum del jueves, cuyos resultados no se conocerán hasta el viernes, es la prueba más dura que hasta ahora ha afrontado el pacto de los dos partidos.

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Los conservadores no quieren que se toque el sistema de voto mayoritario. Los liberales demócratas piden el sí al voto alternativo, por el que cada votante escoge también su segunda preferencia, que empieza a contarse si ningún candidato alcanza el 50% de los votos en la circunscripción.

Es un cambio menor que se queda muy lejos de la representación proporcional a la que siempre han aspirado los liberales. Pero es todo lo que han podido conseguir y, según los sondeos, van a sufrir una derrota en la consulta.

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Fuentes del partido citadas por The Independent admiten que no esperaban una intervención tan contundente de Cameron en la campaña del no. “Nick (Clegg) ha descubierto lo implacables que pueden ser la maquinaria tory y la prensa conservadora”.

La relación entre Cameron y Clegg se verá afectada de forma inevitable. No hasta el punto de provocar la caída del Gobierno, porque Clegg sabe que los liberales demócratas serían arrasados en las urnas en unas elecciones anticipadas.

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Por otro lado, Clegg tiene motivos para desconfiar de dirigentes de su partido como Chris Huhne, que están tomando posiciones como posibles candidatos al liderazgo del partido en el caso de que librarse de Clegg sea la única forma de sobrevivir a unas elecciones.

El referéndum coincide con las elecciones a los parlamentos de Escocia y Gales, y con las elecciones locales, que no se celebran en todo el país. El peculiar sistema británico hace que en Londres y otras ciudades inglesas no toque este año votar por los consejos locales.

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En esas zonas, los votantes sólo tendrán que acudir a las urnas para el referéndum, que ha estado muy lejos de despertar un alto nivel de interés popular.

Donde Cameron y Clegg se juegan mucho es en el referéndum, no en los comicios locales. “Los liberales demócratas necesitan ganar desesperadamente el referéndum”, dijo Tony Travers, profesor de la London School of Economics, en una charla con corresponsales extranjeros. “Y a Cameron le vale con una victoria del no en la consulta, más allá de lo que pase en las elecciones locales”.

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La incógnita sobre la participación planea sobre los sondeos, que predicen una victoria del no con una ventaja de entre 10 y 20 puntos.

La diferencia no es un detalle menor, según el profesor Simon Hix. “Si hay una clara mayoría del no, pongamos del 60%-40%, el asunto de la reforma electoral quedará cerrado durante una generación”.

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Sólo si la victoria del no es inferior a diez puntos, los liberales estarán en condiciones de mantener abierto el debate en la próxima legislatura.

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