Este artículo se publicó hace 16 años.
Obama se prepara para perder en el estado de Pensilvania
El candidato demócrata tiene problemas para disputar a Clinton la clase obrera blanca en este estado crucial
Isabel Piquer
Dave Thomer está acostumbrado a vivir en minoría. Adolescente, era demócrata en un colegio republicano. Ahora, la treintena bien cumplida, es uno de los voluntarios de la campaña de Barack Obama en el noreste de Filadelfia, un barrio obrero y blanco, territorio de Hillary Clinton.
No es una batalla perdida, pero casi. El próximo 22 de abril, si hay que creer los sondeos, Pensilvania, sus 188 delegados, sus viejas zonas industriales y sus más de cuatro millones de demócratas se rendirán a la ex primera dama.
"Fue una decisión difícil. Llevo desde siempre apoyando a los Clinton. Muchos amigos y familiares están con los Clinton. Pero cuando escuché el discurso que Obama pronunció en Springsfield (Illinois) el año pasado al anunciar su candidatura, me decidí".
Y desde hace varias semanas, Thomer pasa cinco horas por semana en el cuartel general del candidato en esta parte de la ciudad, una oficina destartalada frente a la terminal del metro, recopilando datos sobre los votantes del barrio.
El Noreste de Filadelfia tiene identidad propia: casas individuales de madera y ladrillos rojos, tiendas baratas, céspedes descuidados donde despuntan, en estos primeros días de primavera, margaritas amarillas, hangares abandonados del viejo cinturón industrial del río Delaware. Antigua zona de inmigración irlandesa, se ha mezclado en los últimos años con la llegada de latinos y negros.
Aquí los sindicatos siguen teniendo voz y voto y los demócratas son tan conservadores que parecen republicanos. Aquí se recuerdan con nostalgia los años de prosperidad económica de las dos presidencias de Bill Clinton, se valora el hecho de que Hillary encuentre sus raíces en la vecina localidad de Scranton, donde vivían sus abuelos, y se come Philly Cheesesteak, un mejunje de carne picada y queso con opción a cebolla.
Esta clase obrera, minoría en el resto del país, es la base demócrata de Pensilvania, una base que Barack Obama ha luchado difícilmente por conquistar. Más aún desde que la semana pasada se hicieran públicas declaraciones realizadas durante un evento recaudatorio en San Francisco, en las que el candidato habló de la "amargura" de las pequeñas ciudades del antiguo estado industrial y su predisposición por "las armas, la religión o la antipatía hacia la gente distinta o hacia los inmigrantes para explicar sus frustraciones”.
La metedura de pata, que Clinton ha explotado sin piedad en estos últimos días, criticando a Obama por “menospreciar” a los más desfavorecidos, oculta el hecho de que en estas semanas, el senador por Illinois ha acortado distancias con la candidata. Las últimas encuestas, por el instituto Zogby, le dan el 43% de las intenciones de voto frente al 47% para Clinton.
Recta final de las primarias
La senadora, por razones obvias y por los cien millones de dólares que ella y su marido declararon a Hacienda, corre un cierto riesgo al calificar a su contrincante de elitista. De momento, se ha dejado filmar combinando whisky y cerveza en un bar de Indiana por aquello de lacosa proletaria.
La cita del 22 de abril inicia lo que todos en el partido demócrata esperan sea la última fase de las primarias, con prácticamente una elección por semana. Si Hillary gana en Pensilvania es más que probable que Obama lo haga en Carolina del Norte el 6 de mayo. Quedan por pronunciarse de aquí al 3 de junio Indiana, West Virginia, Kentucky, Oregón, Puerto Rico, Montana y Dakota del Sur y nadie sabe muy bien lo que va a pasar.
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