Este artículo se publicó hace 16 años.
Obama y los Clinton luchan por el voto negro en Carolina del Sur
Ambos candidatos inspiran grandes simpatías entre la comunidad afroamericana
"Ha sido nuestra amiga todos estos años. Es cristiana, es baptista. Entiende quiénes somos y lo que hacemos". El reverendo Calvin Butts tercero no tiene halagos suficientes para Hillary Clinton. Al terminar su sermón en la iglesia Abisinia, una de las más históricas de Harlem, anuncia que "como hombre negro" ha decidido respaldar a "esta mujer blanca" porque la carrera presidencial "no puede basarse en una decisión racial".
Y tenía razón hasta hace un mes, antes de que Barack Obama ganara la votación demócrata en Iowa y se convirtiera en una opción viable en su propia comunidad. Una lucha que no ha sido fácil. En Carolina del Sur, cuyas primarias se celebran este sábado, los afroamericanos representan la mitad de los votos demócratas, unos votos que de momento dan a Obama una amplia ventaja sobre su rival.
Pero la comunidad negra sigue dividida entre su fidelidad hacia Bill Clinton (no por nada se le apodó el primer presidente negro) y por asociación a Hillary, y la esperanza de ver a uno de los suyos optar seriamente a la presidencia, después de frustrados intentos de líderes como Jesse Jackson o el polémico pastor neoyorquino Al Sharpton.
Doble dilema
"Estoy hecha un lío", dice Maxim Jones, que como mujer negra tiene un doble dilema. "Es increíble que pase esto. Hemos esperado durante años a tener candidatos en los que podamos creer y que nos puedan representar y ahora debemos elegir entre dos personas que de una forma u otra harán historia".
En la gélida mañana en Harlem, Jones ha escuchado como Hillary contó de un viaje a Chicago en 1963 para escuchar a Martin Luther King. Fue una "experiencia transformadora" que la dejó impactada, aseguró la ex primera dama al público en Harlem. "King hablaba de sitios como Carolina del Sur o Alabama, sitios que nos parecían tan lejanos en los suburbios de Chicago y decía sobre todo que se puede dormir durante la revolución y esta revolución no ha terminado", explicó. Los aplausos retumban en la iglesia.
Y no ha terminado. La comunidad negra sigue acumulando datos de marginación. Suma casi el 13% de la población, pero representa el 41% de los presos y tiene una mortalidad infantil dos veces superior a la de los blancos.
La reciente celebración del nacimiento de Martin Luther King, asesinado en Memphis en 1968 a los 39 años, ha demostrado que su figura sigue siendo omnipresente en la lucha por el voto negro. "El doctor King entendió que la unidad nos iba a costar muchos esfuerzos", recordó Obama en la iglesia baptista de Ebenezer, en Atlanta, cerca del lugar donde el mítico líder solía predicar.
Diferencias generacionales
A Obama se le ha criticado precisamente por no ser lo bastante negro, en el sentido más cultural de la palabra. Como repite hasta la saciedad, es hijo de una "madre de Arkansas y un padre de Kenia", y es demasiado joven para haber vivido la era de los derechos civiles, la herencia política en la que se han arropado todos los líderes negros hasta ahora.
Cuando se presentó al Congreso por primera vez en 2000, perdió ante un antiguo líder de las Panteras Negras y antes de ganar en las estepas blancas de Iowa, Obama iba muy por detrás de Clinton, en los sondeos de Carolina del Sur.
Es una diferencia que se ha convertido en una baza. El voto negro ya no es un voto monolítico. Las diferencias generacionales y sociales se hacen sentir. Una reciente encuesta del Pew Center aseguraba que el 37% de los afroamericanos se consideraban demasiado diversos para considerarse como una única raza.
Los abrigos de visón, las pajaritas y los sombreros de fieltro de la iglesia Abisinia son territorio de Clinton, pero los jóvenes están con Obama. "Me gusta su energía. No me importa su color", dice Pat Jacobs, en el cuartel general del candidato en Harlem, en la avenida de Malcolm X.
Es la diferencia. Jesse Jackson, y sus predecesores, querían ser el primer presidente negro de Estados Unidos. Barack Obama aspira a convertirse en el primer presidente que resulta ser negro.
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