La tortura a los prisioneros en las cárceles de Afganistán sigue siendo una práctica generalizada, pese a las promesas de las autoridades afganas y de sus aliados internacionales tras escándalos previos. Un informe de Naciones Unidas, obtenido por la BBC, describe cómo numerosos reos son golpeados y reciben descargas eléctricas. Y a menudo los abusos no ocurren en cárceles comunes, sino en centros de detención secretos, que gestiona la Policía afgana, así como los servicios de espionaje.

El riesgo de acabar en una de esas prisiones y de ser torturado es especialmente alto en siete provincias: Kandahar, Helmand, Khost y Uruzgan en el sur; Kunduz y Takhar, en el norte; y Herat, en el oeste.

Por ese motivo, los responsables de la misión de la OTAN en Afganistán (ISAF, en sus siglas en inglés) han pedido explicaciones a las Fuerzas de Seguridad afganas y han paralizado de forma temporal el envío de prisioneros a esas regiones 'hasta que las observaciones de Unama [la misión de la ONU en Afganistán] puedan ser verificadas', confirmó un alto mando de la misión internacional a la emisora británica.

Pero las posibilidades de que los insurgentes apresados por las tropas de la ISAF acaben sufriendo abusos no se limita a estas provincias periféricas, en las que la autoridad del Gobierno de Hamid Karzai es muy débil. El año pasado, el Ministerio de Defensa británico acordó dejar de transferir presos a cárceles afganas en Kabul después de que un tribunal dictaminase que existía un alto riesgo de que fuesen torturados.

En 2009, la BBC desveló que decenas de prisioneros encerrados sin juicio previo en la base estadounidense de Bagram habían sido maltratados: recibieron palizas, se les privó de sueño y se les obligó a permanecer horas en posturas estresantes, fueron amenazados a muerte con una pistola en la cabeza, tuvieron que desnudarse frente a mujeres soldado y usaron perros contra ellos, entre otros abusos.