Este artículo se publicó hace 13 años.
"Nos ordenaron disparar a civiles"
Los rebeldes que luchan contra el régimen sirio desertaron al negarse a matar inocentes
Antonio Pampliega
Bashar ha caído, ha escrito alguien en uno de los muros que dan acceso a esta antigua comisaría de Policía del régimen que ahora sirve de cuartel a una treintena de hombres en la aldea de Sfuhen, cerca de la frontera con Turquía.
Jóvenes, inexpertos e imberbes, en su mayoría, muestran a los periodistas sus carnets que les acreditan como antiguos soldados del Ejército de Asad. Se han convertido en desertores. Traidores. Si caen en manos de los regulares del régimen serán ajusticiados.
Muchos de ellos han visto, con sus propios ojos, la suerte que corren los desertores o los que se han negado a abrir fuego contra los civiles. "Le quemaron el cuerpo con cigarrillos. Le rompieron todos los huesos de las manos con un martillo, le abrieron el vientre con un cuchillo y le sacaron las vísceras", afirma Abu Assiss mientras muestra el vídeo donde aparece el cadáver de un amigo suyo asesinado por los hombres de Asad. "Era un soldado y se negó a disparar contra civiles en una manifestación".
El Ejército Libre Sirio opera en el norte del país junto a la frontera con Turquía
Estos hombres son la columna vertebral del Ejército Libre Sirio (ELS). Una guerrilla que carece de todo lo necesario para plantar cara a un Ejército, menos de esperanza en conseguir la victoria. "Me he unido al ELS porque Al Asad ha matado a muchos amigos míos y quiero venganza. Si Dios quiere, Bashar estará sólo unos días más en el poder pero me temo que estará mucho tiempo", admite Assis con resignación.
Exmilitares. Civiles. Granjeros. Estudiantes universitarios Cientos de hombres. "Miles", afirma a Público Abu Mujaidin, jefe militar de los rebeldes en la zona liberada, se han unido para hacer frente a la opresión del régimen. Pero no son suficientes. A penas tienen medios para hacer frente a las embestidas de las tropas del régimen. Se mueven agazapados y en pequeños grupos. Tienen orden de no detenerse para evitar ser un blanco fácil para los francotiradores.
"Nuestra misión es defender a los manifestantes", dice el rebelde Abdul
Público acompaña a varios hombres del ELS durante una ofensiva en la ciudad de Hezareen. A lo lejos, la ciudad de Kafr Nabblo, de donde se eleva una columna de humo entre los edificios blancos. "Las tropas de Asad están allí. Tienen tanques. Nosotros vamos en pequeños grupos hasta allí, les hostigamos y cuando se nos acaba la munición volvemos a retaguardia para que vaya otro grupo", afirma Mohammad Dahis, uno de los más veteranos del grupo.
De vuelta en la retaguardia, los soldados se van abriendo poco a poco a los periodistas. Todos rebuscan dentro de sus guerreras para enseñar su carnet de antiguo soldado. Muchos se tapan la cara por miedo a que una foto suya ponga en peligro a sus familias. "En una manifestación mi superior me ordenó disparar a matar contra los civiles. Estuve en cinco manifestaciones antes de atreverme a desertar y en todas vi cómo el Ejército mataba inocentes. Estuve preso una semana por disparar al aire en una manifestación. Cuando salí pude escapar y unirme al ELS", dice Ahmed, de 29 años.
"Poco más podemos hacer""Nuestra misión es defender a los manifestantes con las armas que tenemos, poco más podemos hacer contra las tropas de Bashar", se queja Abdul (22 años) que estuvo seis meses alistado en la unidad 259; la primera creada para combatir las revueltas populares.
La guerrilla carece de todo lo necesario para plantar cara a las tropas de Asad
"Sí, he matado a milicianos, policías, soldados un cóctel", afirma Raduan Al-Gareidi que sostiene un rifle de francotirador nuevecito entre las manos. "Me siento bien a pesar de haber matado porque he defendido a la gente. Lo hice por ellos y me siento orgulloso de ello", sentencia este miliciano.
En las entrañas de un camión, cubierto por unas gruesas mantas, reposa el cuerpo sin vida de un joven soldado del ESL. Estaba en un puesto de control atacado por los soldados del régimen. Su padre y su hermano se llevarán su cadáver a Aleppo, su ciudad natal y donde descansará junto con el resto de mártires que se sigue cobrando esta revolución.
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